Juan Teixeira
12/mar./2022
Que un periodista acabe en la cárcel no es algo habitual. Que un periodista pase más de dos meses totalmente incomunicado, sin poder hablar con su familia y ni tan siquiera con su abogado es algo realmente excepcional. Y que esto le suceda a un ciudadano español ejerciendo su labor profesional en un país miembro de la UE es simplemente inconcebible. Pero es lo que está pasando ante el vergonzoso silencio mediático e institucional. Es el caso de nuestro compañero Pablo González, acusado formalmente por Polonia de ser ni más ni menos que un espía de la inteligencia militar rusa (GRU), por lo que pasará como mínimo 3 meses en prisión preventiva, y hasta 10 años en el peor de los casos.
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