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Cómo alimentar una guerra: análisis de las posiciones mediáticas en el conflicto ucraniano

Los medios españoles se han caracterizado por su sensacionalismo y por repetir declaraciones grandilocuentes que ni ayudaron antes a desescalar la tensión ni ahora a construir una imagen completa del conflicto.

SUSANAGRISO
Susanna Griso mostró a miles de espectadores, como si hubiese sido tomado en el frente, imágenes de un videojuego en las que el fuego terrestre intenta derribar un avión de combate. Imagen: SANCHO R. SOMALO
Cómo alimentar una guerra: análisis de las posiciones mediáticas en el conflicto ucraniano

Artículo de Deva Mar Escobedo - elsaltodiario.com

“¡Guerra!”. Con el desayuno, la radio habla de los últimos avances rusos por Ucrania. A la hora de comer, el telediario muestra imágenes del último bombardeo. Luego, una tertulia habla de los posibles objetivos de Putin con su invasión. De acompañamiento a la cena, las imágenes de la población ucraniana refugiada en el metro de Kiev.

Con este frenesí bélico, el ritmo de los medios es tal que impide la información rigurosa. Susanna Griso enseña a miles de espectadores, como si hubiese sido tomado en el frente, imágenes de un videojuego —el ArmA 3— en las que el fuego terrestre intenta derribar un avión de combate.

Otra víctima ha sido la contrastación de los perfiles de las personas entrevistadas. Ya el 30 de enero, eldiario.es tenía que rectificar, pues una fuente de uno de sus reportajes, hija de un ucraniano que huyó a España tras la Segunda Guerra Mundial, pintaba a su padre como un luchador por la democracia y la libertad cuando en realidad huía tras haber colaborado con la Alemania nazi. Tuvo que salir Inna Afinogenova a llamar la atención sobre esto. Esta mujer es periodista de Russia Today, canal de noticias ruso que la Unión Europea está trabajando para bloquear allí donde llegue su jurisdicción. 

“Un problema de los medios españoles a la hora de cubrir hechos internacionales es que hay pocos corresponsales y no se apuesta por la información, sino que es un periodismo más opinativo, que por otro lado también es más barato”, analiza David Álvarez, profesor de la Universidad Complutense, especializado en regulación y ética del sistema internacional de medios.

Según este profesor, la cobertura que han hecho los principales medios españoles de la guerra hasta ahora ha sido “liviana” y ha generado “bastante sensacionalismo”. Más allá de los reparos éticos que podamos tener, esto tiene una consecuencia grave: nos quedamos con los hechos descontextualizados y la gente no tiene claro el porqué de esta invasión.

Álvarez además avisa de que “no hay que desdeñar a la sociedad civil rusa que se informa con medios independientes”. Explica también que el llamado “periodismo de declaraciones” —cuando los medios se dedican a repetir qué ha dicho qué cargo político sin entrar en contextualizar ni contrastar lo dicho— ha podido inflar el conflicto.

El papel de los medios, en general, no ha sido para nada ejemplar incluso antes del conflicto. Washington tuvo que desmentir a la CNN, por ejemplo, cuando la cadena dijo que el presidente estadounidense, Joe Biden, había asegurado a su homólogo ucraniano, Volodímir Zelensky, que la invasión tendría lugar “en cuanto se congelase el terreno”.

“La guerra tiene componentes del periodismo de sucesos corriente, pero elevado al cubo”, afirma Álvarez. “Hay buenos, hay malos, despierta emociones… Tiene todos los ingredientes que le gusta a la maquinaria mediática”, añade. Álvarez augura que, mientras dure el conflicto, se van a generar ríos de tinta, horas de radio e imágenes impactantes.

Pero no todos los medios se han comportado así. Tenemos el polo opuesto en el ambiente mediático ruso: “No se informa de la guerra”, asegura María Josefa Pérez, profesora de relaciones internacionales de la Universidad Complutense especializada en Rusia.

La experta cuenta que organismos estatales mantienen la prohibición de utilizar términos como “guerra” o “invasión” bajo amenaza de fuertes multas y hasta del cierre del medio. En vez de eso, se habla de una “operación militar especial” o incluso de “intervención humanitaria”, como se puede comprobar en la página de Russia Today hasta que se haga inaccesible por directiva europea.

Muy pocos medios independientes, como Novaya Gazeta, esquivan esta censura y publican fotos del conflicto. Esto les expone a hasta 15 años de cárcel por una nueva ley que desde el 5 de marzo castiga todo tipo de desinformación, término en el que incluyen los legisladores rusos apoyo a las sanciones internacionales o críticas al ejército.

Novaya Gazeta

“En Rusia a veces puedes escuchar a gente discutiendo lo que está pasando en Ucrania, pero por lo demás parece que no hay guerra”

También tenemos un tercer polo: los medios ucranianos. Estos han sido clave a la hora de evitar el pánico en el país frente a lo que era una amenaza creíble, pero aún no confirmada, como constatamos al no haber visto colas para sacar efectivo de los bancos u otros ejemplos de miedo. Vemos en los siguientes testimonios la diferencia entre quienes consumieron la cobertura internacional y quienes hicieron lo mismo con la ucraniana, palpable escasas semanas antes de la invasión.

El lituano Domantas Mikulskis se tomó unas vacaciones de su trabajo de enfermería en Vilna para ir a los Cárpatos ucranianos y a Kiev la última semana de enero. Cuenta que estaba realmente aterrorizado, pero tenía el viaje planeado desde hacía tiempo y no quiso perder el dinero. Una vez allí, sin embargo, lo que oía en medios de su país de origen y los comentarios de su familia le hicieron comprobar que, si la invasión ocurría, tendría vía de escape: “Me aseguré de que era posible, por ejemplo, escapar a través de Rumanía. Hay un río en la frontera, y, en caso de que cerraran el puente, pensaba cruzar el río a nado”.

Aryan Raj es un estudiante indio que comenzó Medicina en la Universidad Nacional Médica Bogomelets de Kiev en diciembre. Ya antes de la invasión tenía muchísimo miedo de que esta se produjera, emoción que difería de lo que veía en la gente por la calle: “Mis padres me metían mucho miedo desde la India, y además el Estado indio me hizo rellenar un documento con datos de contacto en caso de invasión”.

Esto es diametralmente opuesto a las vivencias de los kievitas antes de la invasión, que intentaban hacer cumplir la expresión del business as usual. “Solo estoy enfadada porque la gente se culpe entre sí en vez de a las élites que están provocando este conflicto”, confesaba en Kiev la ucraniana Katya Sharkova.

Mariya Orel, también kievita, sí veía en televisión imágenes del armamento ruso que inspiraban pavor, pero afirma que estaba anestesiada tras ocho años de guerra en el este y solo se reconocía cansada.

Sin dejar de informar sobre los acercamientos de tropas rusas, el panorama mediático ucraniano evitó echar gasolina al fuego del miedo: “No querían dar la idea de que la invasión podía ser inminente para evitar crear situaciones de pánico o escasez”, explica Álvarez. El profesor continúa diciendo que, dado que no se tienen que preocupar por lo que haga su población, los medios externos tienen un tinte de espectáculo mientras que los internos apaciguan.

Al preguntársele cómo pueden los medios contribuir a desinflar estas burbujas belicistas, David Álvarez concluye que “el periodismo tiene que hacer una labor fundamental: explicar por qué ocurren las cosas. Hace falta una pedagogía desde los medios basada en la buena información, las fuentes plurales y la contextualización de las situaciones que nos quedan más lejos”.