Bolivia ante su futuro

Mañana se celebran en Bolivia las elecciones más importantes de su historia reciente. Su futuro se decide entre dos nombres que representan dos proyectos diametralmente opuestos: el continuador del legado de Evo Morales, el izquierdista Luis Arce, y el derechista Carlos Mesa. Lo que suceda en el país andino puede ser además un indicador de hacia donde se dirigirá la humanidad en próximas fechas, puesto que Bolivia, al igual que el resto del mundo, está sumida en una guerra sin cuartel entre los defensores de la justicia social y los halcones del neoliberalismo, nerviosos al observar cómo el modelo económico y social del último siglo se agota irremediablemente, y con él su privilegiada posición de poder. 

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Foto: Juan Teixeira.
Bolivia ante su futuro

El mundo entero se halla en un momento crítico. Nunca antes en la historia de la Humanidad se habían juntado tantos factores desestabilizantes, por todo el globo y en tan breve espacio de tiempo. A nivel de modelo económico y social, sin duda estamos en un momento de cambio. El neoliberalismo no se puede mantener mucho más tiempo: es evidente que ha colapsado y que el planeta necesita alternativas. Pero los imperios en proceso de desaparición son peligrosos e imprevisibles, y de eso sabe mucho Bolivia.

El país andino ha visto en el último año como ha pasado de un crecimiento sostenido durante 14 años a estar al borde del caos. El culpable: un golpe de Estado organizado desde diversos estamentos al servicio del imperialismo neoliberal. Pero vayamos por pasos:

Evo Morales y el MAS

Año 2006, Bolivia está al borde la quiebra, con una situación social insostenible y unos niveles de pobreza muy preocupantes. El 22 de enero de ese año, el país veía como el primer presidente indígena tomaba posesión del cargo de Presidente Constitucional de la República. Evo Morales se hacía con el mando, y su hoja de ruta para recuperar el país tenía como ejes principales la redistribución más justa de la riqueza, la defensa a ultranza de los sectores más desfavorecidos, la sanidad, la educación, la lucha contra los oligopolios y la injerencia imperialista. En definitiva, la justicia social. Las palabras son muy bonitas, pero han de demostrarse con hechos. Y Evo lo hizo. En sus trece años de mandato la mejoría en la calidad de vida de la población fue innegable: 

  • El PIB pasó de 9.000 millones de dólares a 40.000 millones.
  • La pobreza extrema se redujo del 38 al 15%. 
  • El desempleo bajó de 8,1% a 4,2%. 
  • El salario mínimo aumentó de 60 a 310 dólares.
  • Las nacionalizaciones ahorraron al Estado en torno al 2% del PIB anual. 
  • Se construyeron más de 34 hospitales, 1.061 centros de salud, 1.206 unidades educativas, 5.000 kilómetros de carreteras...
  • La esperanza de vida pasó de 64 a 71 años

Se acerca 2020

A pesar de estos increíbles datos que demuestran una gran gestión, Evo llegó a las elecciones de 2019 sin demasiada ventaja con su principal oponente, Carlos Mesa. Las razones de este desgaste son múltiples y variadas, desde la confrontación en el propio seno de la izquierda boliviana, a la falta de contundencia de Evo con la corrupción o el ataque continuo de la derecha. Pero sin duda su gran error fue el de ignorar el referéndum de 2016 que lo inhabilitaba para presentarse como candidato a una nueva reelección, y su decisión posterior de recurrir al Tribunal Supremo Electoral de Bolivia (TSE) para optar a un nuevo mandato mediante los despachos. Esa fue la puerta por la que entró en tromba y por sorpresa la derecha ultraconservadora y oligárquica, impulsada con potencia desde el exterior.

Porque probablemente el hecho que más caro le ha costado a Evo Morales fue su "enfrentamiento" con EE.UU y los intereses de las grandes multinacionales con intereses en el país. Las nacionalizaciones de ciertos sectores clave supusieron un peligroso precedente que no se podía permitir en una Sudamérica en continua lucha entre los movimientos sociales y el imperialismo neoliberal. Todavía tenemos frescas las clarividentes palabras del magnate Elon Musk sobre la forma de obtener litio: "¡Daremos un golpe de estado a quien nos dé la gana!". 

El golpe de Estado

De este modo se originó la "tormenta perfecta" que llevó a una oligarquía minoritaria, católica, tradicionalista e imperialista a dar un golpe de Estado siguiendo la tradición sudamericana del último siglo, pero con nuevas técnicas. El domingo 10 de noviembre, la Organización de Estados Americanos (OEA), controlada por Estados Unidos,  llamaba a la repetición electoral en el país tras recibir los resultados preliminares de la auditoría de los comicios del pasado 20 de octubre, asegurando que la primera ronda de las elecciones bolivianas tenía que ser "anulada". En muy poco tiempo, esta teoría estaba desmontada y se daba por falsa. Sin embargo, el daño ya estaba hecho. La acusación no era más que una excusa para tomar el poder por la fuerza. 

En ese momento, el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Bolivia y el comandante de la Policía Boliviana "sugieren la renuncia" de Evo Morales, que se ve obligado a escapar del país. El golpe de Estado es aplicado al "estilo Blitzkrieg" y con nuevas técnicas de blanqueamiento internacional, logrando destituir a Morales en tiempo récord. No obstante, sus seguidores y sobre todo las comunidades indígenas empezaron a manifestarse para mostrar su repulsa. No solo ante el golpe, sino ante la instauración mediante golpe de fusil de un modelo social impulsado por una élite social que margina y discrimina sistemáticamente a los indígenas. Fueron reprimidos sin contemplaciones

De este modo, Jeanine Áñez se convirtió en la segunda mujer presidenta de Bolivia, biblia en mano. Una auténtica desconocida en la política boliviana y que tan solo fue votada por el 4% del electorado se hacía con el poder en el país. Aunque en realidad el poder ya lo tenía de antemano, puesto que tenía el apoyo de las élites económicas del país, el ejército y diversas organizaciones internacionales apoyadas por EE.UU. Solo había que esperar el momento adecuado. 

Nuevas elecciones

Un año y una pandemia después, Bolivia volverá a votar. Y el camino no ha sido sencillo. Nada más llegar a la presidencia por la fuerza, Áñez hizo dos promesas: que su presidencia duraría "semanas", y que no se presentaría a las elecciones. Rompió ambas. Pospuso varias veces las elecciones, e incluso se atrevió a intentar prohibir la inscripción del MAS como partido. Finalmente no se atrevió, y mañana se producirán las elecciones más importantes de la historia reciente de Bolivia. A pesar del convulso año vivido en el país andino, la situación electoral es similar a hace un año

Los seguidores del Movimiento Al Socialismo (MAS), luchan por el regreso de su partido al poder, bajo el liderazgo de Luis Arce, ex ministro del Evo Morales durante todo su mandato. No cuenta con el carisma de Evo, pero sin embargo es una figura muy respetada, un perfil tecnócrata que para muchos fue la razón de los éxitos económicos de Morales durante su mandato.  La oposición se divide en dos: Carlos Mesa, segundo en las controvertidas elecciones del año pasado, y Luis Fernando Camacho, un ultraderechista que lideró las protestas de 2019.

Este 18 de octubre les ganaremos con más del cincuenta por ciento en las urnas y nos acordaremos de nuestros caídos y nuestros héroes de la democracia. El pueblo es inmortal, el MAS es inmortal porque somos la representación genuina de los bolivianos - Luis Arce en un acto de campaña

Arce encabeza todas las encuestas. La única duda es saber si necesitará ir a segunda vuelta o no. Para evitarlo debe obtener al menos el 51% de los sufragios o el 40% de los votos, con una diferencia de 10 puntos con el segundo. Para lograrlo se vuelve imprescindible que convenza al gran número de votantes todavía indeciso, estimado en el 20%. 

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Inciertas elecciones, incierto futuro

Sin embargo, la principal incógnita es si se aceptarán los resultados, o por el contrario una nueva oleada de violencia recorrerá el país. Organismos como el Tribunal Supremo Electoral, la Defensoría del Pueblo o la Oficina de la Alta Comisionada de Naciones Unidas intentarán evitarlo, y ya han pedido calma a la población. Sin embargo, los ánimos están especialmente caldeados por lo vivido este último año. En caso de que los resultados sean muy ajustados, es posible que el conflicto se avive. Por esta razón se han visto colas estos días en gasolineras y supermercados. Muchos bolivianos han decidido abastecerse de víveres y gasolina, por lo que pueda pasar. 

El ejército boliviano ya ha mostrado claramente de que pie cojea, y a quien apoyaría en caso de ser necesario. Así como diversos organismos internacionales y lobbys que desean ver como Bolivia se mantiene sumisa a sus intereses y en la senda neoliberal. Cualquier intento de desviarse sería perjudicial para los intereses económicos de terceros países y multinacionales, lo que complica la situación al límite, y hace que estas elecciones puedan ser un indicio de lo que sucederá en otros muchos lugares que se enfrentan a la misma decisión.