"Los Verdes", ejemplo de la disolución de un partido antisistema dentro del sistema
La formación pasó de querer tumbar el "statu quo" (década de los 80), mediante su lucha pacifista y ecologista, a apoyar ferozmente el bombardeo sobre Yugoslavia (1999), cuando su líder Joschka Fischer fue elegido Vicecanciller Federal de Alemania y Ministro Federal de Asuntos Exteriores (entre 1998 y 2005). Además, en los años que estuvieron como socios de coalición del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) en el poder (entre 1998 y 2005), los verdes aceptaron reformas económicas de carácter neoliberal que perjudicaron notablemente a las clases más vulnerables, claudicaron ante la industria nuclear y aprobaron nuevas leyes de vigilancia, restricciones de los derechos civiles, normas discriminatorias contra los extranjeros y la militarización de la policía. Hoy en día, son firmes defensores del capitalismo verde, mientras que se mueven cada vez mejor en las estructuras de poder.
En Alemania la formación "Los Verdes" está de moda. Tras más de una década rondando por un tablero político en el que tenía muy poca capacidad de influencia, el partido está disfrutando, probablemente, de uno de los mejores momentos de su historia. En las elecciones europeas de Mayo de 2019, el 20.5% de los votos catapultaron a la formación a la segunda posición.
Las elecciones legislativas de septiembre pueden darle al partido un impulso todavía mayor: a finales de febrero era el segundo en intención de voto. Avalados con el triunfo obtenido en las europeas y en los comicios regionales, los verdes tienen bastantes papeletas para obtener unos históricos resultados en septiembre.
Esta realidad que es cada vez más solida se debe a la capacidad que tiene el partido de atrapar votos de todos los lados. Aprovechándose del hastío hacia el bipartidismo, los verdes han captado 1.370.000 votos de los socialdemócratas (SPD), pero también 1.250.000 de los conservadores (CDU/CSU) y más de medio millón del izquierdista Die Linke y los liberales (FDP).
¿Adaptación o disolución?
El "éxito" de los verdes en Alemania no se puede entender sin su profunda transformación. La formación nació en los 80 en el oeste de Alemania como un "partido anti partido". Emergió del movimiento ciudadano ecologista, feminista y contracultural. El congreso fundacional se celebró en Karlsruhe tres años después del "otoño alemán", el 12 de y 13 de enero de 1980, con una asistencia de mil personas. El objetivo del encuentro era crear un partido a partir de las listas de la izquierda alternativa que existían en Hamburgo, Hesse y Berlín Occidental. A estos se les sumaron desde campesinos y pacifistas cristianos hasta militantes de la izquierda comunista y autónoma. Fue así como se convirtió de un partido de corte izquierdista.
Según Ángel Ferrero, en aquella época los verdes no querían ministerios, sino que pretendían "cambiar la política de manera definitiva": cerrar las centrales nucleares de inmediato, impedir el estacionamiento de misiles en Alemania, salir de la OTAN, limitar el crecimiento económico, viviendas humanas, jornadas de trabajo más cortas, equiparación salarial etc. Sin embargo, la heterogénea mezcla de corrientes internas terminó contribuyendo a la fragmentación interna. Fue en este momento donde la facción más conservadora y pragmática, los "Realos", tomó el control del partido (1988), llevando el mensaje a posiciones más acomodadas que no cuestionaban el poder. El ecologismo marxista y anti sistema fue sacado de la ecuación y se abrazó el neoliberalismo, eso sí, de color verde. Aceptaron el "statu quo" que años atrás detestaban para hacer carrera en el.
Fueron irónicamente quienes procedían del maoísmo, la izquierda comunista y la izquierda autónoma, y con una mayor inclinación al radicalismo verbal, encabezados por Daniel Cohn-Bendit y Joseph ‘Joschka’ Fischer, quienes más se esforzaron en llevar a los verdes a posiciones pactistas e incluso oportunistas, recurriendo, si hacía falta, a toda suerte de maniobras partidistas para ganar votaciones en los congresos. Con ello el partido se fue escorando paulatinamente a la derecha - Ángel Ferrero
La metamorfosis se completó en 1998, cuando los verdes entraron en el Gobierno en coalición con el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD). Y es aquí donde quedó de manifiesto su nuevo rostro: a pesar de abrazar el pacifismo y el antimilitarismo en sus orígenes, el líder verde y ministro de Asuntos Exteriores, Joschka Fischer, apoyó ferozmente el bombardeo de Yugoslavia y a la OTAN para llevar a Alemania a una intervención armada prohibida en su Constitución y sin la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU. El detonante fue un incidente en circunstancias poco claras acaecido en el municipio de Račak entre las fuerzas de seguridad yugoslavas y la oscura guerrilla kosovar de la UÇK.
El 24 de marzo de 1999, cayeron las primeras bombas sobre centrales eléctricas y las estaciones de suministro de agua de Belgrado, inutilizando la red eléctrica y destruyendo las infraestructuras básicas: fábricas, vías de ferrocarril y puentes. Dentro de la Operación Fuerza Aliada, la Fuerza Aérea alemana realizó unas quinientas incursiones contra lo que quedaba de Yugoslavia, destrozada por la guerra y el declive económico que fueron fomentados por occidente, con la diplomacia austro alemana al frente. El bombardeo de la OTAN dejó por su paso varios miles de muertes y heridos, además de hospitales, escuelas y otras infraestructuras destrozadas.
Un partido putativamente pacifista y ecologista justificó lo que de acuerdo con el derecho internacional fue en toda regla una agresión militar, una en la que, a mayor abundamiento, se utilizaron hasta diez toneladas de bombas de uranio empobrecido que son la causa de numerosos casos de cáncer en la zona y contaminan el suelo casi veinte años después del bombardeo. Los aviones de la OTAN también bombardearon en Pančevo, Novi Sad, Kragujevac y Bor instalaciones químicas y refinerías de petróleo [...] liberando importantes cantidades de fosgeno, mercurio, zinc, cadmio y plomo al medio ambiente - Ángel Ferrero
Fischer defendió la participación alemana en la guerra de Kosovo argumentando que había que evitar "un genocidio contra los kosovares", trazando paralelismos (sin ningún tipo de fundamento político) entre el gobierno de Slobodan Milošević y el nacionalsocialismo alemán. Haciendo gala de un desconocimiento absoluto del conflicto Kosovar, o como maniobra para agradar a sus nuevos amigos de Washington, declaró lo siguiente en una entrevista concedida al periódico Süddeutsche Zeitung: "No sólo he aprendido: nunca más la guerra. También he aprendido: Nunca más Auschwitz".
Según Joachim Jachnow, "Fischer y la dirección del partido verde consideraban que para Alemania era una obligación moral, si no invadir Yugoslavia una vez más, sí lanzar bombas sobre su territorio desde una altura segura; naturalmente con fines humanitarios". Aunque los verdes tuvieran en sus orígenes profundas raíces de oposición a la militarización de Alemania occidental y mostraban solidaridad con las luchas antiimperialistas, se convirtieron en los grandes aliados de Washington y los nuevos voceros del imperialismo disfrazado de humanitarismo.
Incluso antes de entrar en el gobierno, el propio Fischer había sido informado de los planes sobre Yugoslavia que tenía el gobierno Administración de Clinton durante un viaje a Washington con Schröder y Lafontaine [...] Casi unánimemente, los medios de comunicación alemanes fomentaron la política de intervención militar de Schröder-Fischer, respaldados por intelectuales como Günter Grass y Jürgen Habermas; los críticos como Peter Handke fueron anatematizados como amigos de los criminales de guerra serbios - Joachim Jachnow
Líderes del capitalismo "verde"
Después de la guerra de Yugoslavia, alrededor de un tercio de los afiliados abandonaron el partido y fueron sustituidos por nuevos militantes más dóciles con la dirección del partido. Y es en este momento donde se consolida su doctrina neoliberal. Durante años, los verdes fueron defensores del estado de bienestar y de la redistribución económica, pero se volvieron en defensores entusiastas de la neoliberal Agenda 2010 de Schröder. Tal y como lo subraya Joachim Jachnow, esta agenda "condujo a un tremendo expolio de los activos públicos, de la Seguridad Social y de los fondos de pensiones, al mismo tiempo que reprimía los salarios y concedía recortes fiscales a las empresas por valor de miles de millones de euros". Por ejemplo, gracias a las leyes aprobadas por el Gobierno rojiverde, la cifra de trabajadores temporales pasó de los 200.000 en 1997 a los 731.000 en junio de 2007.
Analizando sus orígenes incluso fue más asombrosa la completa rendición que efectuaron ante la industria nuclear alemana. La lucha antinuclear había sido una cuestión indiscutible dentro del partido, y de hecho, fue uno de sus principales estandartes durante años. Sin embargo, una vez en el gobierno, los viejos reactores recibieron una nueva prórroga de por los menos diez años, mientras que tomaron medidas en favor de la industria nuclear, al mismo tiempo que permanecían indiferentes a la creciente criminalización de las protestas antinucleares por parte del gobierno Schröder-Fischer. Por otro lado, los verdes aprobaron nuevas leyes de vigilancia, restricciones de los derechos civiles, normas discriminatorias contra los extranjeros y la militarización de la policía.
La vulgar corrupción es un habitual reproche de la izquierda, y algunos verdes recientemente retirados en verdad se han prostituido sin vergüenza a sus anteriores enemigos en las industrias nuclear o farmacéutica por unas sumas que políticos anteriores [...] solo podían soñar - Joachim Jachnow
Entre 2010 y 2019, los verdes bascularon del 6% al 10% del electorado. Sin embargo, en 2019 el partido llegó a cifras históricas. Este proceso ha sido posible debido a su consolidación como fuerza de centro que no cuestiona ni pretende cambiar el orden establecido. Al respecto, actualmente, son firmes defensores del capitalismo verde, es decir, quieren reformar el sistema sin cambiarlo, conseguir "una sociedad más justa y sostenible" pero sin poner en tela de juicio el libre mercado.
Debido a esta fórmula, que incluye un impuesto verde y una política fiscal relajada, se han convertido en uno de los partidos más votados en las grandes ciudades. Reciben el apoyo de las rentas altas, de ciudadanos con educación universitaria, funcionarios, autónomos y asalariados. Sin embargo, están lejos de conseguir el apoyo de la clase trabajadora. Según la ecologista y activista histórica Jutta Ditfurth, "la mayoría de sus cargos [...] son representantes de una clase media afluente, que puede permitirse comida saludable, separa los residuos, lleva a menudo a sus hijos a escuelas privadas, tiene suficiente tiempo y dinero para viajes en avión nada ecológicos".
Con un tercio de los votos de menores de 30 años bajo el brazo, los verdes pueden dejar de ser el partido de moda para consolidarse como un referente político en Alemania. A eso también puede contribuir la popularización de dos de sus reivindicaciones centrales: el ecologismo y el feminismo. No sin razón, la protección del medio ambiente fue la principal preocupación de los alemanes en los comicios europeos (48%) y los verdes fueron el segundo partido preferido por las mujeres (24%) - Carles Planas Bou
Hasta ahora, el territorio de la antigua RDA ha sido su talón de Aquiles. Sin embargo, el partido empieza a fortalecerse en un lugar donde antes parecía imposible. En las elecciones de 2017 lograron solamente el 5% de los votos, el peor registro de todos los partidos. Sin embargo, en 2019 el número de afiliados en el este aumentó un 20%.
Había una vez un partido que decía que iba a cambiar las cosas de verdad. Asambleario, ecologista, a favor de la redistribución de la riqueza, feminista y defensor de las minorías sexuales, antibelicista y contrario a la OTAN. Un partido que venía a corregir, decían, los errores de la vieja izquierda. Cuyos miembros causaban furor e indignación en los parlamentos por su manera de presentarse, renunciando al traje y la corbata y apostando por los jerséis de punto, los pantalones vaqueros y las zapatillas deportivas [...] [Sin embargo], los verdes no frenaron, y menos aún impidieron, el avance del capitalismo, sino que terminaron por ampliar sus espacios de acción, haciéndolo más diverso, convirtiéndose [...] en un auténtico “motor del rollback neoconservador” - Ángel Ferrero