¿Puede la carne de laboratorio salvar el planeta?

Producida en biorreactores y sin sacrificar animales, la carne artificial ha venido para quedarse, o eso es, por los menos, lo que afirman ciertas voces. Según sus defensores, este giro en la industria, además de poner fin al sacrificio de animales para la producción cárnica, ayudaría a reducir la emisión de gases de efecto invernadero. Sin embargo, para algunos expertos en la materia, dejar de comer carne "no es la panacea" que describen muchos medios. Algunos van más allá y defienden que "dejar de comer carne no salvará el planeta".

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La primera hamburguesa cultivada lista para freír, el 5 de agosto de 2013. // Wikimedia Commons.
¿Puede la carne de laboratorio salvar el planeta?

¿Qué es la carne artificial y cómo se produce?  

La carne artificial o también denominada carne cultivada, carne in vitro o carne de laboratorio, es aquella carne animal que no proviene directamente del cuerpo de un animal, sino que proviene del cultivo de las células musculares extraídas previamente de animales. El proceso empieza con una célula animal que se multiplica en el laboratorio, dentro de biorreactores, hasta obtener una línea de células. Una vez que se consigue una adecuada línea de células, la muestra se introduce en el biorreactor, un tanque de cultivo que funciona con el medio adecuado para el propósito. En él, las células se multiplican y crecen. El resultado es una variedad de productos, desde nuggets hasta hamburguesas o salchichas. Después, se le pueden incorporar otros ingredientes para modificar su sabor o agregar diferentes texturas.  

La primera célula puede obtenerse a partir de un animal vivo, de un trozo de carne fresca o de bancos de células; e incluso puede proceder de células madre. Al respecto, estas última tienen una ventaja: con ayuda de nutrientes o modificaciones genéticas, pueden madurar y convertirse en cualquier tipo de célula (músculo, hueso etc.). Por otro lado, en principio, estas células madres tienen una longevidad ilimitada, por lo que se podrían utiliza durante varios años para obtener el producto en cuestión.  

¿Quién está detrás de la carne artificial?

Singapur es el primer país del mundo donde es posible comer nuggets o bocaditos de pollo artificiales, sin que para ello se haya matado a un animal. Estos trocitos o bocaditos de pollo, elaborados por la compañía East Just, han obtenido la aprobación de la Agencia de Alimentos de Singapur. Según la compañía, su introducción en el mercado puede abrir la puerta a un futuro en que toda la carne sea producida sin matar para ello animales.

Se calcula que cerca de 130 millones de pollos y cuatro millones de cerdos son sacrificados cada día en el mundo para producir carne.

East Just, no es, sin embargo la única que ha apostado por producir carne artificial: decenas de empresas se encuentran en proceso de producir carne cultivada de pollo, ternera y cerdo. La pionera es la americana Menphis Metas  que ha contado con la financiación de los multimillonarios Bill Gates y Richard Branson y de los gigantes de la industria alimentaria estadounidense Cargill y Tyson Foods.

También están la israelí Future Meat Technologies, que recibió un impulso de Tyson Foods y la holandesa Mosa Meat. Esta última nació al calor del trabajo desarrollado por científicos de la Universidad de Maastricht que desarrolló la primera hamburguesa de laboratorio de la historia en 2013. Su coste alcanzó los 250.000 euros y el proyecto fue posible gracias al empujón financiero de Sergey Brin, cofundador de Google.

En el Estado español, la carrera para producir carne cultivada también ha comenzado. La empresa vasca Biotech Foods es la que está desarrollado en estos instantes uno de los proyectos más avanzados. Además, el Ministerio de Ciencia ha financiado con 3.7 millones de euros un proyecto, liderado en la parte tecnológica por BioTech Foods y del que forman parte otras siete unidades y diez organismos de investigación, que tiene como objetivo producir carne de laboratorio.  

Dejar de comer carne no salvará el planeta

Son cada vez más los consumidores que hacen guiños a esta carne producida en un laboratorio. Algunos alegan principios éticos. Por ejemplo, en Estados Unidos, se estima que el 46% de los consumidores la comprarían "probablemente o definitivamente", un 33% lo haría "a lo mejor" y solo el 20% la rechazaría. Es muy probable que la carne in vitro tenga su público. Tal y como lo defiende el CEO de Biotech Foods Iñigo Charola, "es sostenible con el medio ambiente, reduce el maltrato animal y es saludable".

Sin embargo, hay estudios que aseguran que la carne in vitro tiene un impacto medioambiental igual o incluso mayor que la producción ganadera. Algunos de ellos defienden que la carne sintética es más contaminante que la producción de pollo y la carne de cerdo. 

Un informe de 2019 de la Universidad de Oxford apunta que la carne sintética emite más gases de efecto invernadero.

Según sus defensores, este giro en la industria, además de poner fin al sacrificio de animales para la producción cárnica, ayudaría a reducir la emisión de gases de efecto invernadero: la producción de carne y productos lácticos representan el 60% de las emisiones de estos gases producidas por el sistema agrario. El sistema, como tal, produce el 12% de las emisiones globales, no obstante.

Para algunos expertos en la materia, dejar de comer carne "no es la panacea" que describen muchos medios. Al respecto, el investigador brasileño André Mazzetto, de la Universidad de Bangor en Gales, afirma lo siguiente: "Si realmente quieres tener un impacto significativo en el ambiente debes volar menos en avión, usar vehículos más eficientes y transporte público, y aislar de forma más eficiente tu casa. Eso tendrá un mayor impacto que dejar de comer carne".

Por su parte, el investigador estadounidense Frank Mitloehner, profesor de ciencia animal y calidad de aire en la Universidad de California, Davis, asegura que "dejar de comer carne no salvará el planeta". En 2018 publicó un artículo en el medio The Conversation con el título "Si, comer carne afecta al medio ambiente, pero las vacas no están matando el clima". Según Mitloehner, "existen muchas razones para optar bien por consumir proteínas animales o bien por elegir un menú vegetariano. Sin embargo, la renuncia a la carne y sus derivados no es la panacea para el medio ambiente, como muchos nos quieren hacer creer y, llevada al extremo, también puede producir consecuencias nutricionales negativas".

El impacto del cambio climático en nuestro planeta es alarmante. A medida que los efectos nocivos se han intensificado, la carne se ha convertido en un objetivo público. Cada día más gente aboga por comer menos carne para salvar el medio ambiente. Algunos activistas, incluso, proponen ponerle un impuesto para reducir su consumo. Argumentan que la producción genera más gases de efecto invernadero que todo el sector del transporte. Sin embargo, esta afirmación es falsa, pero la persistencia de este idea lleva a suposiciones inexactas en relación con el consumo de carne y el cambio climático - Frank Mitloehner

Un estudio de 2017 (White and Hall) estimó que si todos los estadounidenses dejaran de comer carne las emisiones de gases de efecto invernadero del sector de alimentos en ese país caerían solo un 2.6%. Según Mitloehner, de acuerdo a la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, las mayores fuentes de gases de efecto invernadero de este país en 2016 fueron la producción de electricidad (28%), el transporte (28%) y la industria (20%). La agricultura representó un 9% y la producción animal menos de la mitad de esta cifra (3.9%).

"¿Por qué se ha llegado entonces a esa conclusión?", se pregunta Mitloehner. La respuesta es la siguiente:

En 2006, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) publicó un estudio titulado "La larga sombra del ganado: problemas ambientales y opciones". El informe, que atrajo la atención internacional, afirmaba que la ganadería producía un asombroso 18% de los gases de efecto invernadero en todo el planeta. La agencia llegó a una conclusión sorprendente: el ganado hacía más daño al clima que todos los tipos de transporte juntos. 

Esta afirmación es falsa y fue desmentida por Henning Steinfeld, el autor principal del informe. El error residía en que los analistas de la FAO llevaron a cabo una evaluación integral del ciclo de vida para estudiar el impacto climático de la crianza del ganado, pero a la hora de analizar el transporte emplearon un método diferente.  Para el ganado, la FAO tuvo en consideración todos los factores asociados a la producción de carne, entre los que se encuentran las emisiones generadas por la elaboración de fertilizantes, la conversión de bosques en pastos, el cultivo de pienso y las emisiones que provienen de los animales (eructos y deposiciones) desde su nacimiento hasta su muerte. 

Sin embargo, cuando analizaron las emisiones de carbono producidas por el transporte ignoraron los efectos sobre el clima que provienen de la fabricación de materiales y piezas de los vehículos, el ensamblaje de los mismos y el mantenimiento de carreteras, puentes, aeropuertos y otras infraestructuras. En su lugar, solo tuvieron en cuenta las emisiones de coches, camiones, trenes y aviones.

 Como resultado, la comparación que hizo la FAO de las emisiones de gases de efecto invernadero entre ganadería y transporte estaba completamente distorsionada. [...] La FAO reconoció inmediatamente su error, pero desgraciadamente la afirmación inicial de que la ganadería producía el mayor porcentaje de gases de efecto invernadero ya había recibido una gran cobertura por parte de los medios. Todavía hoy luchamos para demostrar que no es así - Frank Mitloehner