PARTE I
Crónica de la Segunda Guerra del Karabaj, un año después
En estas fechas se cumple el primer aniversario de la Segunda Guerra del Karabaj. Recordamos y analizamos ese conflicto en una serie de artículos. En este empezamos por el principio, mezclando los recuerdos propios del autor con los testimonios recogidos y la información hecha pública y no. Hoy empieza la guerra y viajamos hacia la zona.
El domingo 27 de septiembre de 2020 pasará a la parte más dramática del pueblo armenio. Ese día Azerbaiyán empezó la Segunda Guerra del Karabaj. Se lanzó una ofensiva para recuperar el territorio del Alto Karabaj, una región azerí habitada en su mayoría por armenios. Ese conflicto dejó miles de muertos, un cambio drástico en el status quo del Cáucaso sur y no acabó de resolver ninguna problemática. Esa guerra empezó para todos de manera diferente, tanto para los habitantes locales, como para los periodistas que fuimos a cubrirla.
Para los locales fue un domingo extraño y terrible. La mañana empezó con bombardeos muy precisos. Meses más tarde una pareja armenia de la ciudad de Shushi me enseñó una serie de vídeo grabados con su teléfono esa mañana. En la imagen grabada desde su balcón, se veía una columna de humo. La voz fuera de la imagen decía, eso es la posición de los S-300, algo ha pasado…
Los S-300 es un sistema antiaéreo de misiles, existen diferentes versiones, y las que tenían los armenios no eran de las versiones más modernas, pero aun así eran la joya de la corona de la red antiaérea del Artsaj, la república autoproclamada y no reconocida de los armenios del Karabaj. Ese hecho, los detalles de ese bombardeo, son la clave del éxito inicial por el cual los azeríes con ayuda turca.
La pareja me explica que no era difícil que los azeríes supieran dónde estaban los S-300, “los soldados encargaban pizzas a los taxistas a la base S-300, así que todo el mundo sabía perfectamente dónde estaban…”
Lo mismo pasó con gran parte de los otros sistemas antiaéreos, como los Kub, Osa o los S-125 que debían defender el espacio aéreo del Artsaj. En total, dependiendo de la fuente, fueron destruidos entre el 70 y el 90% de las defensas antiaéreas. La diferencia en cifras se debe al secretismo, niebla de guerra, de las autoridades armenias y a que también estas defensas fueron reforzadas con envíos desde Armenia durante toda la guerra, y las pérdidas continuaron.
Sin embargo, la mayoría de los habitantes del Karabaj armenio no sabían todo esa esa mañana de domingo. Simplemente se despertaron por el bombardeo. Algunas fuentes hablaban de que “medio Stepanakert había sido arrasado”. La verdad es que no, Stepanakert en esas primeras horas fue alcanzado de manera quirúrgica, ante todo objetivos militares. No había, todavía, gran destrucción, no habían lanzado salvas de cohetes Smerch o municiones de racimo… Todo llegaría más tarde.
Lo que sí se sucedió ese domingo fue el comienzo de la evacuación de parte de la población. Algunos se fueron para no volver jamas a sus hogares, especialmente la gente de las zonas del sur del Artsaj. También empezó la movilización de muchos hombres, jóvenes en un porcentaje muy alto, a las fuerzas armadas del Artsaj y su envío a los frentes, a grandes rasgos tres, norte, centro y sur.
Personalmente llegué a Ereván el 28 de septiembre y ya el 29 salí hacia Stepanakert. Me sorprendió que Ereván estaba algo apagado en cuanto a ánimos, pero a grandes rasgos normal. Pregunté a los conocidos nada más llegar por la movilización declarada por Pashinyan, se encogieron de hombros y me dijeron que no sabían nada al respecto… Me sorprendió, me dije a mi mismo que es muy posible que había venido para nada al final. Que unos tiroteos y bombardeos en la frontera y listo, que para cuando llegara al Karabaj, todo habría acabado. Bueno, unos artículos y me volvería a casa bien pronto.
Sin embargo, la siguiente serie de sucesos me hizo pensar que las cosas no iban del todo bien. Lo primero era el nerviosismo de algunos elementos del estado armenio, nerviosismo que por otro lado no se veía en la dirección del país en la figura del primer ministro Nikol Pashinyan. Lo segundo es que cuando finalmente salimos de Ereván con destino al Artsaj, se nos prohibió categóricamente grabar nada por el camino. Yo conocía ese camino y lo había hecho poco más de un año antes. Estaba anocheciendo, y por un lado entendía la censura en tiempos de guerra, pero por otro lado al principio me extrañó.
Unos kilómetros fuera de Ereván ya se despejaron mis dudas. Decenas de ambulancias en un sentido y otro en las carreteras. En un momento que estuve atento a la carretera conté unas 30 que venían desde el Karabaj… Algo que no paró durante buena parte del viaje. Otra señal fue una conversación de apenas un par de minutos que tuve con un oficial armenio durante una parada técnica que hicimos. Estaba abatido, muy mala cara, alguien o bien en shock o bien muy aturdido por los sucesos. Le pregunté en ruso sin más si estaba bien, no quería entrar en problemas con la censura que también nos prohibía contactos con militares, pero mis ganas de saber pudieron conmigo.
Me miró a los ojos, y me contesto que “brat (hermano en ruso) allí todo va mal”. Le pregunté, “¿vienes de allí?”, “sí, y la cosa va muy mal, lo han lanzado todo”. Aquí combatí internamente con mis ganas de saber más y le deseé suerte y le di ánimos, sin preguntar más detalles, especialmente geográficos. Estaba muy contrariado con la falta de información y tenía serias ganas de saber por dónde venía el grueso del ataque azerí. Me inclinaba por el norte, por dónde lanzaron más esfuerzos en 2016, pero el centro también podía ser una opción de ofensiva, romper el frente y salir directos a Stepanakert casi. El sur no, es todo monte, por allí no pasarán seguro. Que equivocado estaba. Yo y mucha gente más.
Llegamos a Stepanakert la noche del 28 al 29 de octubre. Oscuridad total, pero tranquilidad relativa. Ni una luz, apenas gente. Me instalé en un hostal abandonado en ese momento, pero donde me había hospedado en 2019. Me lo abrieron solo para mí unos señores mayores que estaban de conserjes de una oficina gubernamental cercana. Me dijeron que no había agua caliente, pero que electricidad sí. Apenas unos segundos de encender las luces para organizarme, poner a cargar todo el equipo y a dormir unas pocas horas. Empezaba para mi la guerra dentro del propio Karabaj.
La pareja de Sushi que me explicó lo de los S-300 sobre esas fechas se iban de Shushi para no volver. Dejaron allí toda su vida. Todo eso está ahora en manos azeríes. Todo. Ellos cuando los conocí en Ereván, estaban a punto de viajar a Moscú para empezar allí una nueva vida con ayuda de familiares y amigos.
En la siguiente parte hablaremos de los bombardeos, prensa y su trabajo en la zona de conflicto, y la gestión que ya por aquel entonces empezó a hacer Ereván del conflicto.