El rompecabezas bielorruso: situación actual y posibles escenarios

Tras las elecciones presidenciales del 9 de agosto, Bielorrusia está inmersa en una crisis como hacía años no se recordaba. En tiempos de Lukashenko probablemente nunca se había llegado tan lejos. El motivo principal son los resultados de esas elecciones, la victoria del actual presidente del país Aleksander Lukashenko con 80,08% por el 10,09% de los votos sobre la principal candidata opositora Svetlana Tijanovskaya. Ello ha derivado en una serie de protestas a las que las fuerzas estatales bielorrusas han respondido con bastante dureza. Repasamos los puntos clave de la crisis para entender mejor lo que allí sucede y cuales pueden ser las consecuencias.

Arresto en Bielorrusia
Arresto en Bielorrusia
El rompecabezas bielorruso: situación actual y posibles escenarios

Esta nación del este de Europa (entre Polonia, Rusia, Ucrania, Letonia y Lituania) tiene 9,4 millones de habitantes y está gobernada desde 1994 por Aleksander Lukashenko. Este político salido del partido comunista ha llevado al país con cierto equilibrio que podría recordar el modelo chino, gracias a lo cual el país no ha vivido una época tan dura en los años 90 del siglo pasado como sus vecinos. Tampoco han sufrido unas privatizaciones que empobrecieran a la población. De hecho el estado sigue siendo el dueño de las mayores empresas del país. A cambio, la sociedad le ha cedido a Lukashenko buena parte de sus libertades, siendo el país una democracia solo en teoría. Como reza un chiste bielorruso de los últimos años, “en Bielorrusia solo una persona hace política, Aleksander Lukashenko”.

Lukashenko ha construido su bienestar, al menos así se podía llamar en la segunda de la mitad de los noventa y primeros 2000, a base de una relación muy beneficiosa con Rusia. De hecho los dos países forman una unión desde 1997. Teóricamente los dos países tienen una hoja de ruta para finalmente convertirse en un solo país. Mientras tanto, la suya es una relación parecida en cierta medida a la UE: libre circulación de personas, defensa común, etc.

Para Minsk es desde luego más beneficioso que para Moscú, ya que gracias a ello tiene abierto el enorme mercado ruso (145 millones de personas) para los productos bielorrusos, los cuales no serían competitivos en el mercado de la UE. Sin embargo, lo importante es, o más bien era, el precio del gas y petróleo ruso. Bielorrusia lo recibía a precios internos de Rusia, como una región de la federación más, para luego exportarlo a precios de mercado internacional. Todo beneficios para Lukashenko sin tener que hacer nada.

La relación con Rusia

Esta situación cambió a partir de 2014. Moscú ya mostró su descontento con Minsk a raíz de la tibia reacción de Lukashenko a la guerra entre Georgia y Rusia en agosto de 2008. Mientras Rusia reconocía tanto a Osetia del Sur como a Abjasia como estados independientes de Georgia, Bielorrusia se quedaba fuera de este proceso por no enfadar a sus socios Occidentales. El cambio sufrido por la región a raíz de 2014 (Maidán, Crimea y Donbass) hizo que Moscú le pidiera más compromiso a su aliado número 1. Minsk hizo caja exportando “gambas bielorrusas” y otros productos a Rusia, saltándose de esa manera las sanciones impuestas por Moscú a productos extranjeros procedentes de países que habían impuesto a su vez sanciones a Rusia. Al mismo tiempo le vendió combustible y repuestos a Ucrania en pleno esfuerzo militar de esta en el Donbass.

Por todo ello Moscú empezó a cortar el grifo a Minsk. Lukashenko protestaba cada vez, inventándose nuevas jugadas y acusando a Rusia de querer establecer relaciones de socios en vez de hermanos. Una jugada repetida una y otra vez por el dirigente bielorruso a lo largo de los años y en los sectores que a él le interesaban. Precio de hermano para los combustibles, pero relación de socio para lo demás. Así por ejemplo a pesar de que se habla de presencia militar rusa en Bielorrusia, está es ínfima. Un radar y un punto de comunicaciones de la marina rusa es todo lo que hay a día de hoy. En ninguno de los dos lugares hay armamento táctico o estratégico. 

Lukashenko además ha subrayado en varias ocasiones que no cobran nada a los rusos por estas dos instalaciones. Eso sí, obvia comentar que Moscú le perdonó una deuda energética de cerca de mil millones de dólares a cambio, y que tampoco cobra a las fuerzas bielorrusas por utilizar los polígonos en la Federación Rusa entre otros puntos de colaboración mutua. 

Moscú nunca se ha involucrado en asuntos internos bielorrusos dejándole a Lukashenko hacer y deshacer a su antojo. Incluso la participación del capital ruso en Bielorrusia ha estado siempre bajo los antojos de Lukashenko. Así el Belgazprombank, filial del Gazprombank propiedad de la empresa estatal Gazprom, en Bielorrusia tiene la característica de que el estado se reserva la acción de oro, pudiendo en la práctica dictarle sus condiciones, y si hace falta quedarse con todo el capital.

Ello ha hecho que Moscú en la práctica no tenga demasiados institutos de influencia, parte de la susodicha “fuerza blanda”, en Bielorrusia. Lukashenko además durante años ha ido eliminando a todos los cargos públicos que se acercaran demasiado a Moscú. Algo, la relación con Rusia, que en su entendimiento es potestad única suya. Solo Lukashenko decide si se acerca o aleja de Moscú. Así puede llegar a decir que la Segunda Guerra Mundial era una guerra ajena para el pueblo bielorruso, y luego viajar a Moscú a las celebraciones de la victoria y hacerla igualmente suya. Un dualismo muy presente en la relación Lukashenko-Moscú.

El propio Lukashenko era un gran partidario de la Unión entre Rusia y Bielorrusia. No es algo que él haya hecho público, pero si no pocos analistas del espacio post soviético opinaban que realmente pensaba que podría encabezar ese estado. No era una idea falta de lógica. En comparación con Yeltsin, Lukashenko tenía muchos puntos a su favor, pero la llegada de Vladimir Putin a escena a mediados de 1999 cambió el guión por completo. 

Desde entonces Lukashenko no ha dudado en hacer guiños a Occidente cada vez que quería sacar algo de Moscú. Rusia ha sido objeto de duras críticas por parte del presidente Bielorruso en los últimos años, siendo la respuesta de Moscú un irritado silencio. 

En 2018 a Lukashenko le pusieron sobre la mesa un plan de fusión final entre los dos países. Moscú lo quería porque veían en ello la vía más sencilla y beneficiosa de que Putin siguiera en el poder, ahora encabezando el estado unitario y su popularidad estaría asegurada varios años más. Ya se ha podido comprobar que es temporal, pero las adquisiciones territoriales se venden muy bien a la opinión pública rusa. 

Bielorrusia quedaba como una especie de Escocia dentro de Gran Bretaña. Bandera, selección, y poco más. El 95% de las competencias se iban a Moscú, pero lo que más le dolió al dirigente bielorruso es que le ofrecieran encabezar el parlamento común, ni un ser primer ministro, ni un vice primer ministro, ni un ministerio. No lo aceptó, y Rusia tiró por el camino del medio y se sacó una reforma constitucional para preparar al país para una era post-Putin y mientras aparecía un sustituto, este pudiera seguir.

Elecciones

Con este panorama, con un Lukashenko dominando el panorama político bielorruso, pero habiendo hartado en gran medida a Moscú y quizás no menos a su propia población, los comicios presidenciales de repente se presentaron como algo realmente abierto, al menos en teoría, y al menos unos meses antes de que se fueran a celebrar. 

De repente aparecieron candidatos que de verdad podrían darle guerra a Lukashenko, “Batka” (батькя - padre coloquialmente) como se le conoce de manera popular y un apodo que le gusta al considerarse él padre de la nación. El principal favorito era Viktor Babariko, un banquero y filántropo. Encabezó durante 20 años el mencionado Belgazprombank, el segundo banco del país y el primero privado (aunque con la posibilidad de intervención estatal presente). Era un hombre crecido y evolucionado en el sistema Lukashenko. Todos los sondeos, no oficiales, ya que oficiales no hay, le daban por ganador con claridad. 

Entre los demás candidatos potenciales destacaban Serguei Tijanovskiy, un bloguero opositor de reciente creación y el candidato pro-occidental teóricamente (bloguero con aproximadamente un año y medio de agenda política, antes era neutro, descansaba en la Crimea rusa y viajaba de manera regular a Rusia). Tijanovskiy no fue admitido como candidato y al final fue su esposa Svetlana la que participó en los comicios. 

Otro candidato a tener en cuenta, aunque sin opciones de victoria era Valeriy Tsepkalo. Diplomático, político y hombre de negocios. Teóricamente al igual que Babariko era un candidato al que se podría calificar prorruso, e igualmente criado en el sistema encabezado por Lukashenko. 

Finalmente ninguno de los tres pudieron participar en las elecciones, estando Babariko y Tijanovskiy en prisión, aunque todavía no queda claro de que se les acusa ya que hay secreto de sumario en las causas. Se les negó el registro como candidatos a pesar de que Babariko y Tsepkalo en teoría cumplían todos los requisitos, como la recogida firmas. 

Finalmente Tijanovskaya, a la que al parecer Lukashenko no se tomaba para nada en serio, recibió el apoyo de otras dos mujeres con las que formó equipo en la campaña electoral, Mariya Kolesnikova (coordinadora de la candidatura electoral de Babariko) y Veronika Tsepkalo (esposa de Valeriy Tsepkalo. Les salió bien. Su discurso principal era anti-Lukashenko. El voto no tanto a favor de alguien, sino en contra, ha funcionado a la perfección una vez más. Los 26 años de Lukashenko y su discurso de los noventa hartan a la población.

Desde luego se puede debatir casi sin fin cuales han sido los resultados reales, pero no queda duda de que no son los oficiales. Realmente sorprende que ninguna de las dos partes haya pedido u ofrecido el recuento de votos por ejemplo. Seguramente por que no interesa a ninguno de los dos bandos. Al oficialista porque mostraría la gran manipulación que ha habido, y a la oposición porque seguramente ni habrán obtenido la victoria como proclaman. 

Las dos partes se quedan con los resultados oficiales. Lukashenko para sentirse como líder respaldado, y la oposición para dejar claro que un 80-10 es simplemente imposible con la cantidad de manifestantes que ha habido y sigue saliendo a la calle desde hace dos semanas y media tras las elecciones.

Oposición

Precisamente la oposición empieza a organizarse en cierta manera habiendo creado un Consejo Opositor que debería negociar con Lukashenko (hablaremos de ello después). Lo que llama la atención es que de momento la oposición no ha presentado una agenda y unas peticiones claras a las autoridades bielorrusas, a Lukashenko. Más allá de los eslóganes “vete”, no hay ningún contenido político, peticiones, grandes pancartas con algún mensaje. Primero salieron a las calles con el “vete”, luego entre el “vete” y las protestas por la violencia policial, pero no más. 

Ni petición de liberar a Babariko o Tijanovksiy, ni recuento, ni siquiera nuevas elecciones. La propia Tijanovskaya se ha ofrecido como “líder nacional”, desde Lituania eso sí, al sentirse que ha ganado los comicios. En teoría promete organizar nuevas elecciones libres, abiertas para todos los candidatos, e incluso no está segura de que ella misma se presentará a esas elecciones. 

Aun así de momento la protesta no está encabezada claramente, al menos en teoría, por nadie, pero si va hacia la exclusión parcial de parte de la población que no comparte la idea de una Bielorrusia más nacionalista, como al utilizar la bandera blanca-roja-blanca que se asocia a los nacionalistas bielorrusos. Siendo el origen de esta bandera medieval, de la época en la que buena parte de Bielorrusia formaba parte de la Unión Lituano-Polaca. Se suele asociar en tiempos modernos con los que tienen una visión más occidentalista de Bielorrusia. Fue la bandera nacional de la actual Bielorrusia entre 1991 y 1995. 

Consejo opositor

Tampoco de momento domina la situación, ni siquiera desde el lado manifestante, el denominado Consejo Coordinador de la Oposición. Lo forman 7 personas; Svetlana Aleksievich – escritora ganadora del premio Nobel, Pavel Latushko – ex ministro de cultura, Maksim Znak – abogado, Lilia Vlasova – mediador internacional, Serguei Dilevskiy – representa a los trabajadores de la Fábrica de Tractores de Minsk, Olga Kovalkova – es la persona de confianza de Svetlana Tijanovskaya, Mariya Kolsenikova – persona de confianza de Viktor Babariko. 

A todos ellos ya los han llamado a la fiscalía bielorrusa, de momento como testigos, a declarar sobre los disturbios ocurridos en las últimas semanas en el país. Forman un grupo muy diferente y se antoja difícil que personas como Aleksievich pueda encontrar una línea de entendimiento con un representante de una factoría estatal como Dilevskiy, más allá de pedir que Lukashenko se vaya y que se convoquen elecciones libres.

Este Consejo tampoco tiene ningún poder real o al menos jurídico, ya que no ha sido elegido democráticamente por nadie. Es cierto que no pretenden ser un gobierno a la sombra, sino un elemento que ayude al diálogo entre la oposición y el régimen de Lukashenko, pero eso es algo a lo que se ha negado el presidente bielorruso.

Toda su estrategia se basa ahora en seguir convocando protestas, algo que de momento les sale bien ya que convocan en la capital a más de cien mil personas, y en pedir huelgas en diferentes factorías, algo que funcionó de manera notable aproximadamente dos días. A partir de allí los trabajadores han vuelto a sus puestos de trabajo. 

La autoproclamada líder nacional y presidenta electa Tijanovskaya sigue estando en Lituania, dónde se reúne con diplomáticos europeos y estadounidenses. Ha empezado a dar entrevistas a medios de todo el mundo en los que declara que tiene contactos con representantes de las fuerzas de seguridad del estado bielorruso, pero a pesar de estos contactos sigue sin tener su apoyo, mientras que Lukashenko si goza de él. Incluso su desfile con chaleco antibalas y un AK-74U el domingo es una muestra clara sobre todo hacia sus fuerzas, les deja un mensaje de que no me iré, no soy Yanukovich, estaré con vosotros hasta el final.

Occidente

La respuesta de Occidente por su parte es como siempre dispar en los temas que conciernen a Europa del este. Polonia y los países Bálticos cogen la iniciativa. No reconocen los resultados de las elecciones presidenciales, y por lo tanto a Lukashenko como presidente. Piden sanciones y un plan de acción común para deshacerse de él. Además han anunciado partidas de dinero para desarrollar medios de comunicación “independientes” y a la sociedad civil bielorrusa. Algo que es a todas luces una injerencia en asuntos internos de su vecino.

El presunto sueño polaco es recuperar los territorios perdidos tras la Segunda Guerra Mundial, como Lviv en Ucrania o Grodno en Bielorrusia, pero realmente lo que buscan ante todo es un espacio común de mar a mar (Báltico y Negro), el Intermarium, que excluya a Rusia de la mayor parte de influencia en la región y le devuelva a Varsovia una influencia que había perdido hace siglos. 

La Unión de mar a mar

Los países de la Europa occidental temen que lo que se produzca en Bielorrusia sea algo similar a lo ocurrido en Ucrania. El presidente francés Macron lo ha dejado claro, no quieren que se repita lo mismo, y además se ha ofrecido como mediador entre Lukashenko y los manifestantes. Lukashenko le ha contestado con un ofrecimiento similar de mediar entre Macron y los Chalecos Amarillos. Es más que posible que finalmente la UE imponga sanciones contra Lukashenko y Bielorrusia, pero cuanto más efectivas sean, más estarán girando al país hacia Rusia, mientras que no hacer nada da un resultado similar, aunque con otras formas. 

Mientras que los EE.UU. estarían encantados de tener otro conflicto más en el corazón de Europa, lo mismo que pasa con Ucrania. Las sanciones entre Rusia y la UE no hacen más que debilitar a ambos, pero sin tocar prácticamente los intereses de Washington. Y quizás vuelven al tema una vez que pasen las elecciones presidenciales, pero de momento se muestran bastante ajenos.

Escenarios

En este apartado hay que ver quién de los vecinos de Bielorrusia persigue qué objetivo. Rusia como deseo final busca anexionar Bielorrusia. Se puede llamar unión, se puede llamar fusión, pero de hecho será una anexión. Lo que no quita, que como en el caso de Crimea, esto se pueda dar con un alto grado de apoyo de la población. Para Moscú será ante todo un bonus adicional y popularidad para sus dirigentes. Tener más frontera directa con la OTAN y quitarse a un intermediario incomodo del medio.

Económicamente Bielorrusia no representa un premio tan grande como se pueda pensar. Rusia es 27,9 veces más grande económicamente que Bielorrusia, que equivale aproximadamente a la ciudad de San Petersburgo con alrededores en economía, unos 50 mil millones de euros. Aunque en el plano industrial, y especialmente en la industria de defensa, Bielorrusia si tiene varias factorías y producciones que serían un durísimo golpe para Moscú en caso de perderlos. Rusia además de esto tiene una relación histórica y legal por los acuerdos de mutua defensa. Por lo cual es más que dudoso que dejara que el país se vaya mediante un golpe de estado blando como sucedió en Ucrania. 

Bielorrusia respecto a Rusia

Rusia equivale económicamente a 27,9 Bielorrusias, Moscú a 4,5, San Petersburgo a 1, la región de Janty-Mansi a 1, Bielorrusia por su parte equivale a 2,6 regiones de Rostov, 4,5 regiones de Belgorod y a 19,6 Chechenias.

 

Occidente por su parte de momento no tiene ni un plan claro, ni una postura común. Los países vecinos de Bielorrusia, como los Bálticos, Polonia o Ucrania, desearían ver como se aleja de Moscú, pero otra cosa muy diferente sería lograrlo. Lo tienen muy complicado actuar desde dentro y de momento parecen intentar seguir la línea de presión exterior, mediante el no reconocimiento de Lukashenko y el apoyo a Tijanovkskaya, la presión mediática alojando medios anti Lukashenko como el canal de telegram Nexta (léase nejta, del bielorruso “alguien”) con más de dos millones de subscriptores, e intentar encontrar nuevos socios dentro a los que apoyar. 

Por ello ordenaremos los escenarios de más a menos probables. Es realmente difícil que ninguno de ellos se de exactamente de una manera determinada, pero aun así sí se puede prever ciertas actuaciones generales de las fuerzas involucradas. 

  • Probable

· Lukashenko resiste con ayuda más o menos directa de Rusia, ya sea económica o incluso de fuerzas del orden o incluso militares. Una vez superada la crisis intentará volver a su juego de hacer una política independiente, pero eso es un capítulo cerrado y seguramente desde el Kremlin le llamarán al orden. Le pedirán-obligarán ante todo a acelerar con la unión entre los dos países. Seguramente asignando a puestos claves a personas afines y de la total confianza de Moscú. 

· Cualquier intento de Lukashenko de no seguir la dirección indicada se verá otra vez en la casilla de salida, pero con un golpe militar o un maidán garantizado y sin ayuda que esperar de nadie. Moscú tiene mecanismos económicos y de fuerza suficientes como para seguir este escenario. 

· Una variación de este escenario serían unos comicios celebrados bajo el gobierno Lukashenko, pero a los cuales pueden acceder otros candidatos. En este caso se buscaría la victoria de un candidato prorruso. 

  • Posible

· Lukashenko accede finalmente a celebrar elecciones libres en las que gana otro candidato. Este es el escenario más abierto y puede llegar como consecuencia del Probable en caso de que Lukashenko luego no cumpla sus obligaciones para con Moscú. 

· Otra variante es que ciertos países Occidentales reconozcan a Tijanovskaya, algo que de momento no parece ocurrir, y tengamos algo parecido a un escenario venezolano. En este caso Lukashenko seguramente pondrá en prisión a todo opositor y el país volverá al escenario Probable. 

  • Poco probable

· Los manifestantes toman el poder. Dado que no hay una masa crítica lo suficientemente grande que desee el cambio entre las fuerzas del orden, el enfrentamiento entre gente armada y no armada se resolverá siempre a favor de los primeros. Mientras la gente proteste los fines de semana, pero siga acudiendo a sus puestos de trabajo para recibir sus salarios, el régimen está fuera de peligro. 

· Una intervención extranjera. Aquí no hay mucho que explicar. Acuerdo de defensa común con Rusia entra en acción. 

· Garantías de seguridad personal para Lukashenko y su clan por parte de los países Occidentales. Este celebra elecciones libres entregándole el país a un candidato pro-occidental. 

Para acabar

El hartazgo de la población bielorrusa con Lukashenko es evidente, lo mismo que la falta de alternativas reales a su figura de momento. El régimen no parece ser tan débil como el ucraniano en 2014 y resiste sin grandes problemas de momento. Por todo ello, esto recuerda más a los sucesos de China de 1989 que a lo ocurrido en Kiev en 2014. Lo que queda más en duda es la propia independencia de Bielorrusia en el futuro. Parece que esa época se acaba ante las presiones de sus vecinos.