Jeanine Añez es postulada para el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia
Por Mario Santacruz - Nueva Revolución
Para aquellos que vivimos en primera persona esos meses frenéticos y oscuros a raíz de las elecciones presidenciales de octubre del 2019, el Golpe de Estado contra el presidente Evo Morales y el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) y la posterior represión, esta postulación no es más que una nueva huida hacia delante del ‘trumpismo internacional’ que junto con el poder mediático a ambos lados del océano, trata de hacer ver a la expresidenta de facto como una heroína que condujo en Bolivia una supuesta transición a la democracia que nunca existió. Sin embargo, cualquier análisis de los hechos, por somero que éste sea, permite ver que nada puede estar más lejos de la realidad.
En primer lugar, es importante remarcar que la por entonces senadora de Unidad Demócrata (UD) se autoproclamó Presidenta del Estado Plurinacional de Bolivia en una sesión del Senado celebrada el 12 de noviembre del 2019 en la que no existía el quórum suficiente como para ello, que no contó con la presencia de la bancada mayoritaria en la cámara (la del MAS), que devolvió la biblia al Palacio de Gobierno y que culminó con un soldado colocando la banda presidencial a Añez.
Solo unas horas después de tales eventos, la flamante presidenta solicitó a las FFAA que salieran a las calles con el objetivo de desplegar un operativo conjunto con la policía, denominado ´Plan Sebastián Pagador´, que supuso una fuerte represión inmediata en contra de las ya masivas movilizaciones de personas afines a Evo y que rechazaban el Golpe de Estado.
Como consecuencia de ello y del Decreto Supremo nº 4078 que en su artículo 3 establecía que ´el personal de las FFAA que participe en los operativos para el restablecimiento del orden interno y estabilidad pública estarán exentos de responsabilidad penal cuando en cumplimiento de sus funciones constitucionales, actúen en legítima defensa o estado de necesidad´ firmado por el nuevo gobierno con Añez a la cabeza, se produjeron las masacres de Sacaba (Cochabamba) el 15 de noviembre y de Senkata (El Alto) 4 días después, que se saldaron con 22 muertos y cientos de heridos a manos de los militares.
Por aquel entonces, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ya habló del uso desproporcionado de la fuerza militar y policial a la vez que recomendó al gobierno de facto excluir las armas de fuego de los dispositivos utilizados para controlar las diferentes movilizaciones masivas existentes en el país.
Tales aseveraciones por parte de la CIDH no han hecho más que confirmarse con la publicación el pasado 17 de agosto de los resultados del informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) que en sus 468 páginas habla de manera extensa y detallada de que tanto policías como militares perpetraron en Bolivia toda clase de torturas, ejecuciones sumarias y fueron responsables de, al menos, dos masacres (Sacaba y Senkata) que dejaron 37 muertos y cientos de heridos de distinta gravedad física y psicológica.
El informe del GEIE habla también de secuestros, agresiones sexuales, vejaciones de todo tipo, torturas, discriminación constante hacia mujeres e indígenas, racismo, detenciones sumarias y sentencias sin debido proceso. Esta es la realidad de lo que vivió el pueblo boliviano durante el nefasto régimen de Jeanine Añez y es la razón por la que la expresidenta se encuentra desde marzo de este año en prisión preventiva acusada de sedición, terrorismo y conspiración.
Toda esta flagrante vulneración de los derechos humanos más elementales se hizo con la connivencia e, inclusive, el apoyo tácito de buena parte de la caverna mediática en Bolivia y fuera del país. Estos mismos medios de comunicación, la mayoría bolivianos, son los que ahora se han eco de la postulación de Añez al Premio Sájarov obviando que los pocos eurodiputados que han promovido la misma pertenecen a diferentes partidos ultraconservadores de corte neofascista y que su principal impulsor, Hermann Tertsch (VOX), proviene de una familia nazi. Su padre, Ekkehard Tertsch, fue un diplomático de la Alemania Nazi, mano derecha de Josef Hans Lazar, propagandista del Tercer Reich en la embajada alemana en Madrid durante la dictadura franquista.
Y lo hacen, una vez más, debido a su servilismo desmedido para con el poder y a su falta de sentido crítico, análisis exhaustivo de los hechos, compromiso con la verdad y rigor en el tratamiento informativo que todo medio de comunicación, que quiera considerarse como tal, debe necesariamente poseer.