La industria nuclear activa su maquinaria propagandística en Occidente

Desde que la cuestión del calentamiento global entró de lleno de la agenda mediática y política son cada vez más voces los que afirman que para luchar contra el cambio climático son esenciales tanto el desarrollo como la implementación de la tecnología nuclear de fisión a gran escala. Los defensores argumentan que esta tecnología es cada vez más segura y eficiente. Aunque a día de hoy, por lo menos en casi la totalidad de los países occidentales, la mayoría de la gente no apoya la energía nuclear y el mismo sector está en crisis, la situación  puede cambiar en pocos años si la industria nuclear juega bien sus cartas.

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Aunque a día de hoy el éxito de la campaña es limitado, es muy probable que, en los próximos años, a medida que los impactos del calentamiento global se acentúan cada vez más y suba el precio de los combustibles fósiles (habrá que ver qué ocurre con las renovables), el número de partidarios de la energía nuclear aumente considerablemente en los países occidentales.
La industria nuclear activa su maquinaria propagandística en Occidente

El calentamiento global avanza imparable mientras que cada vez son más notorios sus impactos. Ante un futuro poco prometedor para la especie humana, son muchos los que hablan de la transición energética. Algunos afirman que lo necesario es transitar a un modelo socioeconómico diferente, donde el pilar sería el decrecimiento, es decir, la disminución regular y controlada de la producción, con la finalidad de establecer una nueva relación entre los seres humanos y el medioambiente. Uno de los elementos claves, al respecto, sería la reducción del consumo energético. Otros, sin embargo, defienden que la solución vendrá de la mano de la tecnología y subrayan que podremos seguir con los estándares actuales de producción y consumo, o incluso aumentarlos. Al respecto, dentro de este sector, se toman como algo natural las proyecciones que auguran un mayor consumo energético en el futuro.

La industria nuclear, que pertenece a este segundo grupo, se ha sumado a la creciente preocupación sobre el calentamiento global, ya que ve una oportunidad inmejorable para colocar en el mercado su tecnología. La industria nuclear se vio golpeada ampliamente por la conmoción global que produjo el accidente nuclear de Chernóbil en 1986. Treinta y cinco años después, el 11 de marzo de 2011, el accidente nuclear de Fukushima dañó casi irremediablemente, en lo referente a la opinión pública, a esta industria en la mayoría de los países occidentales. Sin embargo, en 2021, el fantasma de Fukushima casi se ha desvanecido y la crisis climática comienza a sacudir conciencias.

Por otro lado, en contraposición al estancamiento que está viviendo la industria nuclear en los países occidentales (detrás de este hecho hay numerosos factores) países como Rusia o China están apostando fuertemente por ella, aumentando sus parques nucleares, produciendo nuevos diseños más seguros, eficientes y rentables.

Si observamos los mensajes emitidos tanto por los portavoces de la industria como por los defensores de la energía nuclear, nos daremos cuenta de que uno de los mensajes que más resuenan es “la energía nuclear no emite CO2”. Se presenta a la tecnología nuclear como una tecnología verde, no contaminante y beneficiosa en la lucha contra el cambio climático. Lo que antaño se vendía como una tecnología que traería consigo el progreso, actualmente se presenta como una tecnología que solucionará los males de ese progreso.

Además, la industria nuclear cuenta con algunos miembros del movimiento ecologista que son firmes partidarios de la energía nuclear. Se subrayan constantemente los perjuicios provocados por los combustibles fósiles mientras que solamente se hace hincapié en los beneficios de la tecnología nuclear (bajos costes de la producción, no emite gases de efecto invernadero en la generación etc.) y ni se mencionan ni los riesgos asociados (no existe el riesgo 0) ni los problemas económicos (retrasos, sobre costes etc.)  que atraviesa el sector en Europa.

En el caso del Estado español, por primera vez, la industria nuclear ha comenzado a jugar su partida en las redes sociales y son cada vez más (aunque todavía sean pocos) los artículos en favor de la energía nuclear que salen en los medios de comunicación digitales.  

Aunque a día de hoy el éxito de la campaña es limitado, es muy probable que, en los próximos años, a medida que los impactos del calentamiento global se acentúan cada vez más y suba el precio de los combustibles fósiles (habrá que ver qué ocurre con las renovables), el número de partidarios de la energía nuclear aumente considerablemente en los países occidentales. Por ejemplo, en mayo de 2011, es decir, después del accidente nuclear de Fukushima, según el CIS, el 52% de la población española afirmaba que “los riesgos de la energía nuclear, como fuente de energía, superan los beneficios”, mientras que el 32% defendía que “los beneficios de la energía nuclear, como fuente de energía, superan los riesgos”.

Si la crisis climática como otros factores hacen que en la balanza de los riesgos y beneficios estos últimos salgan ganando, es decir, que cambie la percepción social al respecto, es posible que aumente el número de personas que apoyen la utilización de la tecnología nuclear para producir electricidad o calor. Al respecto, si quiere sobrevivir, la industria nuclear hará todo lo que está en su mano en los próximos años para convencer a la opinión pública de que la energía nuclear “es necesaria” para luchar contra el calentamiento global y “mantener un elevado nivel de vida”.

Japón y la influencia de la propaganda

A principios de la década de los 50, una amplia mayoría de japoneses rechazaba de plano la energía nuclear. Por un lado, el trauma provocado por los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki estaba muy presente en la conciencia colectiva japonesa. Por otro lado, en 1954, una prueba nuclear estadounidense irradió accidentalmente a los pescadores del pesquero Daigo Fukuryu Maru. Este último hecho causó una importante movilización social contra la energía nuclear, ya que reavivó los temores de la población hacia la misma. Sin embargo, durante la década de los 50, Japón pasó de temer a la energía nuclear a admirarla. Y este cambio se produjo en muy pocos años. ¿Cómo fue posible?

Según los investigadores Thierry y Nadine Ribault, en 1954 el gobierno japonés puso en marcha el primer programa de investigación nuclear del país con ayuda estadounidense. La ley de bases sobre energía atómica se aprobó en diciembre de 1955. Afirman que ambos países encontraron al candidato ideal para llevar a cabo sus planes de nuclearización del país: Matsutaro Shoriki. Persona influyente y con poder, Shoriki se convirtió en el director del popular periódico Yomiuri Shimbun en 1924. En 1941, este periódico tenía la circulación más grande de todos los diarios en el área de Tokio. Posteriormente, en 1952, fundó la primera estación de televisión comercial de Japón, la Nippon Televisión Network Corporation.

En febrero de 1955, Shoriki fue elegido diputado. Como ministro de Energía Atómica en el Gobierno de Hatoyama en diciembre de 1955, llegó a ser el primer presidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica. En 1956 fue nombrado director de la Agencia para la Ciencia y la Tecnología, y, según los investigadores “se convirtió en un ardiente promotor de la energía nuclear en Japón, en colaboración con otros políticos, como Yasuhiro Nakasone –presidente a la sazón de la Comisión de la Energía Nuclear en la cámara baja –, que en 1959 sería nombrado ministro de Ciencia en el gobierno de Nobusuke Kishi y primer ministro en 1982”.

En la misma época, según Thierry y Nadine Ribault, tanto la embajada estadounidense en Japón como el USIS (United States Information Service) y la CIA lanzaron una colosal campaña de promoción de la energía nuclear en Japón. Y Shoriki fue uno de los pilares de la misma. En enero de 1955, el diputado estadounidense Sidney Yates propuso que se construyera la primera planta atómica japonesa en Hiroshima. Fue entonces cuando Shoriki participó en la organización de una exposición sobre “el uso pacífico de la energía nuclear”. Su periódico, el Yomiuri Shimbun patrocinó la exposición. Este periódico ya publicó en 1954 una serie de artículos destinados a popularizar la tecnología nuclear. La exposición se inauguró en Tokio en noviembre de 1955.

La exposición permaneció en Tokio durante seis semanas, para ser trasladada a continuación a Hiroshima y otra media docena de ciudades. En tres semanas se contaron 155.000 visitantes en Kioto y 110.000 en Hiroshima, entre los cuales había un gran número de escolares en excursión. Según los investigadores, “los méritos de la ‘energía nuclear pacífica’ se detallaban minuciosamente, desde las aplicaciones médicas hasta la producción de electricidad, pasando por la investigación, el control de plagas y la conservación de alimentos. Seguridad, abundancia y paz fueron los lemas […]”. Los Ribault subrayan que dos años después de su finalización, se presentó la misma exposición en Hiroshima. La misma fuente afirma que a lo largo de 50 días, desde abril de 1958, visitaron el pabellón dedicado al “uso pacífico de la energía nuclear” unas 917.000 personas.

Las reiteradas y eficaces campañas de propaganda (mediante la creación de eventos, el uso masivo de la presa escrita y la televisión etc.) que llevaron a cabo de forma conjunta las autoridades estadounidenses y japonesas lograron rápidamente dar un vuelco en la opinión pública. Tal y como lo afirman los Ribault, “según un informe de la USIS, en 1958 solo un 30% de los japoneses creía que el átomo era ‘nocivo’, frente al 70% dos años antes”. Los ingenieros sociales lograron su cometido. A partir de este momento, millones de japoneses pasarían a defender la energía nuclear. Los tres primeros reactores entraron en funcionamiento en la década de los 60 y el parque nuclear aumentó considerablemente en los próximos años.

En 2011, antes del accidente nuclear de Fukushima, había en el país 54 reactores en estado de operación. Ocurrieron algunos accidentes de diversa consideración antes de este trágico suceso, pero las autoridades japonesas supieron "neutralizar" su impacto. Sin embargo, el accidente de Fukushima, que provocó la muerte indirecta de varios centenares de personas y la evacuación de 140.000 (muchos han regresado actualmente a sus hogares) generó un devastador trauma nacional. En junio de 2011, en aquel país que llegaron a admirar tanto a la energía nuclear, más del 80% de los japoneses afirmaron que eran antinucleares y desconfiaban de la información del gobierno sobre los niveles de radiación.

Conclusiones

El caso de Japón ilustra claramente que es relativamente fácil convencer a una población que a priori se manifestaba reacia hacia la adopción de la tecnología nuclear. Siempre y cuando se cuente con los medios adecuados y la financiación adecuada, es posible cambiar notoriamente la percepción social sobre una determinada cuestión. Sin embargo, es verdad que aún hoy en día el accidente nuclear de Chernóbil y, sobre todo, el de Fukushima, siguen estando muy presentes en la conciencia colectiva. Y la industria nuclear lo sabe. Por ello, desde este sector subrayan la excepcionalidad de estos accidentes y defienden que “no han tenido impactos significativos en el público”.

Igualmente, defienden que los nuevos reactores son "muchos más seguros" y que "los beneficios superan ampliamente a los riesgos". En un contexto de crisis global por el cambio climático y la escasez de los combustibles fósiles, es posible que la conciencia sobre el riesgo nuclear vaya debilitándose con el paso del tiempo en occidente y que cada vez más gente comience a considerar la tecnología nuclear como una opción viable. La industria nuclear sabe que esto es posible, por eso presenta a la tecnología nuclear como verde y como “un pilar fundamental” en la lucha contra el cambio climático.