Los ultrarrealistas: así nació la extrema derecha
Artículo original de Al Descubierto
También llamados ultramonárquicos, ultraabsolutistas o, simplemente, ultras (amén de otras referencias como “puros”, “exclusivos”, “fuertes”…), constituyeron una corriente ideológica nacida en Francia durante el siglo XIX que abogaba por la instauración de la monarquía absoluta y el regreso a la sociedad estamental del llamado Antiguo Régimen.
Su radicalismo, tanto en sus ideas como en sus acciones, llevó a que se ganaran el apelativo de “más monárquicos que el propio Rey”, ya que se les consideraba más extremistas que Luis XVIII, el monarca que gobernaba en aquel entonces en Francia
Los paralelismos entre los ultrarrealistas y las corrientes ideológicas de la extrema derecha que surgieron posteriormente son abundantes desde sus inicios hasta su desaparición.
La Revolución Francesa: el comienzo de todo
Las democracias representativas surgidas en Europa, cuyo modelo parlamentario se ha extendido por todo el mundo, así como el espectro clásico que divide las ideologías políticas en izquierda y derecha, tienen su origen en un mismo punto: la Revolución Francesa.
Antecedentes del conflicto
De forma casi uniforme, las potencias europeas estuvieron dominadas durante siglos por una sociedad dividida en clases sociales según nacimiento: nobleza, clero y pueblo llano. El poder y la práctica totalidad de los derechos y libertades residía en los dos primeros mientras que, la gran mayoría que conformaba el pueblo llano, se quedaba al margen.
Sobre ellos, gobernaba un monarca autoritario que, con el paso de las décadas, se fue transformando en un gobernante absoluto que decía haber sido designado por Dios para dicha tarea. De hecho, esta organización social, conocida como sociedad estamental, se basaba en la creencia de que existía un orden natural de origen divino que la justificaba. A esta época hoy en día se le conoce como Antiguo Régimen. Y Francia fue un reino donde estas características se dieron en su máxima expresión.
Sin embargo, durante un periodo conocido como la Ilustración (del siglo XVIII al siglo XIX), donde la ciencia y la razón comenzaron a ganarle terreno a la religión, se dio la Revolución Industrial, como resultado (de manera muy resumida) de profundos cambios tecnológicos y culturales en la actividad económica y productiva que permitió el surgimiento de la burguesía: personas propietarias de medios de producción (fábricas, comercios, tierras…) que, sin haber nacido en una clase social alta, llegaron a acumular más riqueza e influencia que muchas personas de la nobleza y el clero.
La rigidez de la organización estamental cada vez chocaba más de frente con este nuevo movimiento social y cultural y las ínfulas del pueblo llano, especialmente de la burguesía, de ostentar poder político.
Durante esta época, intelectuales como Jean-Jacques Rousseau, John Locke o Charles Louis de Secondat dibujaron aspectos de la democracia representativa moderna que todavía se manejan, como la separación de poderes en legislativo, ejecutivo y judicial. Además, desafiaron con ahínco el derecho divino de los reyes absolutos y del orden natural establecido en consecuencia.
Por supuesto, en todas las principales potencias europeas se daba esta pugna entre las nuevas corrientes ideológicas y las más conservadoras. Pero, en Francia, la nobleza fue especialmente reticente a cambiar las reglas del juego, al tiempo que la pobreza y las sucesivas crisis económicas minaban la moral de la población.
La Asamblea Nacional y la aparición de la izquierda y la derecha
Con todo este polvorín y tras el triunfo de la independencia de Estados Unidos en 1783, el rey Luis XVI de la Casa de Borbón convocó en 1789 los llamados Estados Generales, una asamblea donde estaban representados los tres principales estamentos (con un voto por cada uno) con el objetivo de abordar la grave crisis económica, social y política que atravesaba el reino. Para dar una idea de la gravedad de la situación, la última vez que se habían convocado fue en 1614.
Sin embargo, el debate pronto se centró en la propia validez de los Estados Generales, pues el Tercer Estamento (el pueblo llano) era muchísimo más numeroso en cuanto a población y en diputados con respecto a la nobleza y el clero, pero su voto valía menos que estos dos juntos. Así, pidieron el voto por persona, a lo que los otros dos estamentos se negaron.
Hay que decir que sectores de la nobleza y el clero (pequeños campesinos propietarios de tierra con títulos nobiliarios menores y sacerdotes humildes) sí estaban a favor de un voto más igualitario, por lo que se ofrecieron a formar parte del Tercer Estamento para que dicho voto contase lo mismo.
Sin embargo, el Tercer Estamento adoptó una propuesta más ambiciosa: la creación de una Asamblea Nacional donde cada persona decidiera su voto de manera individual, sin tener en cuenta los rígidos y arcaicos estamentos. Al enterarse, el rey Luis XVI prohibió a los diputados del Tercer Estamento entrar a la sala donde se reunían los Estados Generales, por lo que éstos se reunieron en la Sala de Juego de Pelota de Versalles.
Ante la imposibilidad de impedir que la Asamblea Nacional se constituyese, el rey entonces ordenó a los otros dos estamentos a que se unieran a ella.
La disposición en la cual se sentaron una vez se conformó la Asamblea Nacional con la totalidad de los diputados marcaría la política venidera para siempre: las personas y grupos partidarios de un cambio de régimen se sentaron a la izquierda y, los partidarios de mantener la monarquía (o, al menos, conservar parte de ella), se sentaron a la derecha.
Así, la izquierda se asoció a progresismo, revolución, igualdad y justicia social; mientras que, la derecha, se relacionó con ideas más contrarrevolucionarias y conservadoras. Los sectores más moderados se sentaron en medio.
El desarrollo de la revolución
La resistencia de la nobleza y el monarca a la hora de aceptar los cambios que demandaba la sociedad terminaron por desencadenar multitud de protestas y disturbios en las calles, que el rey trató de reprimir. Debido a esto y ante el hecho de que parte de los militares se puso del lado de las protestas, manifestantes tomaron la Bastilla el 14 de julio de 1789, una fortaleza donde se almacenaban armas y que, además suponía un punto estratégico para Luis XVI.
Con la población armada y las primeras ejecuciones de nobles, como una reacción en cadena, las revueltas se extendieron por toda Francia, conformándose nuevos gobiernos locales que declaraban lealtad a la Asamblea Nacional en una gran insurrección donde sucedieron expropiaciones de tierras y de propiedades, asalto a palacios y castillos, quema de títulos nobiliarios y ejecuciones.
Así, se puso fin a siglos de feudalismo.
Durante los meses siguientes, los diputados fueron agrupándose en clubes, que se consideran los antecedentes de los partidos políticos actuales. Aparece así el club de los cordeliers, representativos de las clases más humildes y populares partidarios de una república con sufragio universal masculino; los jacobinos, representantes de clases mixtas de ideas republicanas y centralistas; y los girondinos, representantes de la alta burguesía y partidarios de una monarquía constitucional con sufragio censitario.
Sin embargo, tras el dominio de los girondinos en 1791 y la creación de una monarquía parlamentaria constitucional que reservó al rey el poder de veto sobre las decisiones legislativas de la Asamblea, estallaron nuevas revueltas que llevó a Luis XVI a convocar elecciones en 1792.
La Asamblea Nacional resultante, llamada Convención, eliminó la monarquía, creando una república y, en 1793, aprobó la condena a muerte del rey, que fue decapitado en la Plaza de la Concordia. Más tarde, su esposa, María Antonieta, correría la misma suerte.
Este periodo vivió una gran marea de ideas y de acciones que se consideran las precursoras de muchas de las corrientes ideológicas que dominan el panorama actual, como el feminismo, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano o las revueltas obreras de los llamados sans-culotte.
El fin de la Revolución Francesa y la Restauración Borbónica
Tanto Luis XVI como su esposa María Antonieta estaban unidos con las casas reales de Prusia y Austria, a quienes no les interesaba en absoluto el destino que estaba padeciendo Francia a causa de la revolución, lo que llevó a declararles la guerra con el fin de acabar con ella, cuestión que se acentuó tras la ejecución de los reyes.
Estos conflictos bélicos y la crisis política, social y económica constante de los sucesivos gobiernos republicanos motivó al afamado y prestigioso general Nepoleón Bonaparte a dar un golpe de estado y hacerse con el poder, lo que terminaría desembocando en el Imperio Francés, que conquistó casi toda Europa hasta que Francia fue derrotada en 1814.
Durante los últimos años de Napoleón y por influencia de pensadores favorables al llamado derecho divino, se fue gestando la corriente ultrarrealista, la cual tendría un papel fundamental en la posterior Restauración de la Casa de Borbón en la figura de Luis XVIII.
El nacimiento de los ultrarrealistas
La figura clave de la creación de este grupo reside en Carlos Felipe de Francia, conde de Artois y hermano de Luis XVI y de Luis Estanislao, que sería coronado en 1815 como Luis XVIII de Francia.
El conde de Artois tuvo que exiliarse a Reino Unido, como buena parte de la nobleza, durante la Revolución Francesa. Fue conocido por sus ideas contrarrevolucionarias extremistas y por animar a las potencias extranjeras a detener lo que estaba sucediendo en Francia, aun a costa del derramamiento de sangre contra su propia patria.
A las ideas del conde se unieron las de pensadores como Joseph-Marie (conde de Maistre) y Louis Gabriel (vizconde de Bonald). Por su parte, Joseph-Marie es considerado uno de los máximos representantes del pensamiento contrarrevolucionario. En sus obras, entre las que destaca Consideraciones sobre Francia (1797) critica con crudeza la Revolución Francesa, tildándola de acontecimiento “satánico”. Por otro lado, situó a Dios y a lo divino como punto central de todas sus ideas.
Joseph de Maistre pensaba que existía un orden natural de organizar la sociedad y la política que tenía una explicación religiosa. Así, cualquier otro orden establecido mediante la razón o el conocimiento, llevaría al desastre, por lo que las ideas de democracia o de parlamentarismo son contrarias a la naturaleza y, por ende, a lo divino. Es más, dijo que el ser humano no debía intentar ni entender este orden divino, sino aceptarlo y plegarse ante él. De este modo, justificaba la monarquía absoluta, el liderazgo moral de la Iglesia y el Papa y la sociedad estamental en toda su extensión. También defendió a la Santa Inquisición.
Louis de Bonald destacó por su pensamiento católico tradicionalista. Aunque al principió colaboró con la revolución, pronto se apartó de ella por el carácter antirreligioso de la misma. Durante toda su vida, donde destacó como escritor y político, defendió el origen divino de la organización de la sociedad y se pronunció contra el divorcio, a favor de las tradiciones católicas y del derecho divino de las monarquías.
Bonald defendía que el rey, de hecho, hacía de intermediario entre el poder divino y los seres humanos, quienes no tienen ningún derecho, sino únicamente obligaciones ante dicho poder.
Ambos, fueron los principales ideólogos de los ultrarrealistas, sectores de la alta nobleza y del clero que buscaban poner fin a todos los cambios suscitados a raíz de la Revolución Francesa, que apoyaron a las potencias en la guerra contra Francia y que fueron una constante oposición a Napoleón Bonaparte.
Así, en 1810, se crea la Orden de los Caballeros de la Fe, una (de tantas) sociedad secreta inspirada en la Masonería que buscaba conspirar para restaurar a los Borbones en el trono de Francia y defender los privilegios de la nobleza, del clero y, en especial, de la Iglesia Católica.
Poco a poco, la organización se fue haciendo grande y extendiéndose por Francia, especialmente debido a un sistema de comunicación que dificultaba el ser descubiertos (por ejemplo, las rutas de comunicación eran cortas, los mensajes eran solo verbales…). Además, se apoyaron en otras sociedades y organizaciones antirrevolucionarias ya existentes.
La Orden trató de minar el poder de Bonaparte apoyando a las potencias aliadas en la guerra contra Francia, traficando con información, difundiendo propaganda, promoviendo agitaciones populares, etc. De esta forma, prepararon adecuadamente el contexto político y social para la vuelta de los Borbones, tratando de que fueran presentados ante la gente como los héroes y buscando que en las aclamaciones populares los partidarios de la monarquía estuvieran en primera fila.
Finalmente, llegó el esperado día. Tras la caída de Napoleón Bonaparte, las potencias aliadas vencedoras restauraron la Casa de Borbón con Luis XVIII al frente. Con la vuelta de la monarquía, volvió también el conde de Artois y otros tantos miembros de la nobleza.
Sin embargo, no todo sería tan bonito para los ultrarrealistas.
El Terror Blanco
Luis XVIII, sabiendo que el clima social y político de Francia de las últimas décadas se encontraba polarizado y en constante conflicto, trató de buscar una vía moderada. Por ejemplo, perdonó a los grupos partidarios de Napoleón y, aunque disolvió instituciones posteriores a la revolución, aceptó la Carta de 1814 (llamada Carta Otorgada, ya que fue sancionada por el rey sin la aprobación del parlamento), una especie de Constitución que, aunque condenaba el periodo revolucionario, aceptaba muchas disposiciones progresistas: un parlamento bicameral, libertad religiosa, cierta libertad de prensa y de expresión, una fiscalidad equitativa y sufragio censitario.
Este intento de reconciliación no gustó nada a los ultrarrealistas, que comenzaron a organizarse ayudado en las sombras por el hermano del rey, el conde de Artois. Ellos veían este perdón a los bonapartistas un signo de debilidad y en la Carta Otorgada una reminiscencia del republicanismo que debía ser destruido para imponer la monarquía absoluta y regresar al Antiguo Régimen.
Sin embargo, en 1815, Napoleón escapó de su prisión en la isla de Elba y arribó a las costas de Francia con unos 1.000 soldados. Luis XVIII envió a su hermano el conde de Artois y a otros generales a detenerle, pero dado que el ejército no había sido purgado ni renovado, buena parte de éste seguía siendo favorable a Bonaparte, por lo que se fueron uniendo a él hasta el punto de que el rey tuvo que exiliarse a Holanda. Una nueva coalición formada por Reino Unido, Holanda, Prusia y Rusia vencieron finalmente a Napoleón en la famosa batalla de Waterloo y restauraron de nuevo a Luis XVIII en el trono.
A su regreso, Luis XVIII decidió una vez más no castigar a los bonapartistas y seguir con su misma postura de reconciliación. No obstante, la posición política del rey en ese momento era muy delicada. Apenas tenía apoyos en el parlamento, de hecho, conservó el poder gracias a la ayuda de las potencias extranjeras, y trató de que su hermano no tuviese poder, apartándolo de funciones de gobierno.
Pero, sin que nadie supera nada, su hermano Carlos Felipe siguió conspirando, alentando a los ultrarrealistas a actuar, los cuales demandaban no solo el regreso a una monarquía absoluta, sino castigar a todos los que habían apoyado a Napelón durante su reconquista de Francia.
Así, en las elecciones de 1815, hubo una victoria aplastante de los ultrarrealistas, con 350 escaños sobre un total de 389. A partir de entonces, se vivió un clima político en constante conflicto entre Luis XVIII y el parlamento.
Por ejemplo, la Orden de los Caballeros de la Fe, la sociedad secreta detrás de este grupo, declaró su lealtad al Papa y no al rey. Por su parte, Luis XVIII apodó al parlamento la Chambre introuvable, pues consideraba que, debido al sufragio censitario (es decir, que para votar y para ser diputado tenías que pagar una cantidad, limitando el censo a 90.000 electores), dicha cámara no representaba el sentir del pueblo, sino el de intereses contrarios al mismo.
Ante la negativa del rey de adoptar una línea contrarrevolucionaria dura, los ultrarrealistas, sintiéndose además amparados por el parlamento y con la ayuda de sectores de la nobleza, se organizaron en bandas armadas y llevaron a cabo la persecución y asesinato de republicanos, liberales, bonapartistas, revolucionarios y protestantes en lo que se ha llamado Terror Blanco.
Luis XVIII, pese a no ser favorable a estos crímenes, sí aplaudió algunas ejecuciones y, en la mayoría de los casos, optó por mirar a otro lado. Ante estos escándalos, la Cámara francesa terminó aprobando diferentes leyes represivas que favorecieron y/o blanquearon las atrocidades de los ultrarrealistas, buscando un amparo legal.
Finalmente, el monarca actuó para restablecer el orden y aprobó una amnistía. No obstante, no tuvo efecto retroactivo y algunos juicios continuaron. Se prohibió a miembros de la Casa de Bonaparte permanecer en Francia y tener propiedades en el país. También se llegaron a purgar entre 50.000 y 80.000 funcionarios de las instituciones públicas.
El conflicto político continuó, pues Luis XVIII buscaba aumentar la influencia de los monárquicos moderados mediante modificaciones en la ley electoral, a lo que los ultrarrealistas se opusieron. Ante este callejón sin salida, se convocaron elecciones en 1816.
A pesar de que el parlamento resultante fue más repartido entre diferentes ideologías, los ultras no dieron cuartel y siguieron presionando, oponiéndose a las medidas y reformas liberales. El rey trató de sostener gobiernos moderados que llevaran a cabo medidas destinadas a contenerlos, pero fue atacado por diferentes bandos, con dimisiones de gobernantes moderados en 1819 (Élie Decazes) y 1921 (Armand Emmanueldu Plessis, duque de Richelieu).
Débil, cada vez más enfermo y con menos apoyos, Luis XVIII fue confiando cada vez más en su hermano a pesar de sus desencuentros por sus ideas, sin saber que, realmente, estaba detrás de su oposición política. Tras su fallecimiento en 1824, el conde de Artois fue coronado como Carlos X. Los ultrarrealistas llegaban así al poder con uno de los considerados primeros líderes ultraderechistas.
El reinado de Carlos X: los ultrarrealistas en el poder
El rey Luis XVIII siempre había optado por una vía moderada, centrista y de conciliación precisamente porque buscaba ganarse el favor del pueblo, frenar los conflictos y, perpetuar la monarquía, aunque para ello tuviera que realizar concesiones. Temía que, a su muerte, su hermano Carlos Felipe accediese al poder, fuera demasiado radical y eso provocase la caída de su casa y el fin del monarquismo.
A pesar de la euforia inicial de los ultrarrealistas que, tras años de conspiración y acciones de dudosa legitimidad, por fin estaban en el poder, resultó que Luis XVIII tenía razón en una cuestión: en realidad, esta facción era minoritaria dentro del sistema político francés. Así, Carlos X y los ultras recurrieron al chantaje, el fraude electoral y a todo tipo de tropelías para alcanzar la mayoría parlamentaria, lo que consiguieron en 1824 con 413 diputados de 430.
Con esta mayoría, llevó a cabo una aprobación de leyes destinadas a eliminar todos los logros de la Revolución Francesa y devolver a la nobleza y al clero todos sus privilegios. Prohibió la libertad de expresión y prensa (por ejemplo, no se podía opinar desfavorablemente contra la Iglesia Católica), aprobó una ley para indemnizar a toda la nobleza que hubiera sufrido una expropiación de sus propiedades y limitó los derechos del Tercer Estamento, entre otras decisiones.
Esto provocó el enfado del pueblo llano, especialmente la alta burguesía y las clases populares (liberales y progresistas), tanto por su juego sucio durante el proceso electoral como por las medidas aprobadas.
Carlos X, poco consciente de su débil posición al poseer el poder casi absoluto, sufrió varios episodios que pusieron de manifiesto su debilidad, que se reflejó definitivamente en las elecciones de 1827 cuando los ultrarrealistas perdieron la mayoría parlamentaria. Carlos X se vio obligado a nombrar primer ministro a un moderado, al que acosó hasta provocar su dimisión dos años más tarde, lo que le sirvió al radical monarca para nombrar de nuevo a uno de su cuerda: Jules de Polignac, quien tendría un papel destacado en los sucesos venideros.
En 1829 los ultrarrealistas descendieron 76 diputados y perdieron influencia con respecto a los llamados doctrinarios, partidarios de reconciliar la monarquía parlamentaria con los logros de la Revolución Francesa. No obstante, Carlos X, tras retrasar casi un año la constitución de las nuevas cámaras legislativas, insistió en sus postulados en un polémico discurso de investidura, rechazando cualquier acercamiento con las posturas liberales. Esto, según analistas, selló su futuro político.
Como respuesta las cámaras aprobaron una ley mediante la cual la composición del gobierno debía ser aprobada por el parlamento, lo que hizo estallar de ira a Carlos X y a los ultrarrealistas. Justo antes de la votación, Carlos X disolvió el parlamento y convocó elecciones anticipadas ese mismo año… que de nuevo parecía que iba a perder.
Pero el rey y Polignac urdieron un plan maestro: declararía el estado de emergencia para otorgarse poderes extraordinarios (cuestión permitida por la Constitución) y utilizarlos para asegurarse la capacidad de manipular las elecciones en su favor. Usando dichos poderes, Carlos X nombró a gobernantes ultrarrealistas para controlar los procesos electorales en las provincias y abolió la libertad de prensa, cambió el sistema electoral para que le fuera favorable (por ejemplo, excluyendo a la burguesía de la participación), invalidó las elecciones y convocó unas nuevas en las llamadas Ordenanzas de Julio. Todo un autogolpe de estado.
Como consecuencia, se desató una serie de revueltas y protestas que fueron recrudeciéndose ante la negativa de Carlos X y de Polignac de derogar las ordenanzas. La población montó barricadas en las calles y pronto el ejército se vio superado. Tratando de limpiar su nombre, culpó a su propio gobierno, destituyendo a todos sus miembros, lo que hizo que perdiera el favor de los ultramonárquicos, quedándose cada vez más solo.
El 2 de agosto, obligado a huir del palacio de Versalles, abdicó en favor de su sobrino. No obstante, su primo, Luis Felipe de Orleans, expulsó a toda la familia de Carlos X y se hizo con el trono, coronado Luis Felipe I, en un intento de ganarse el favor del pueblo.
Los ultrarrealistas fueron así desaparecieron poco a poco. Un sector se reconvirtió en la corriente legitimista, partidaria del regreso de Carlos X y de devolver al trono a sus descendientes, de forma similar a los carlistas españoles.
Luis Felipe I, a pesar de ser más moderado y liberal que Carlos X, sus maniobras por el apego al poder, la creciente desigualdad entre burguesía y los trabajadores y la crisis económica, llevaron a que abdicase del trono tras la Revolución de 1848, que dio paso a la Segunda República Francesa.
Paradójicamente, de nuevo, Luis XVIII tenía razón. La Casa de Borbón nunca regresaría a Francia.
Ultrarrealistas: la primera extrema derecha
Resulta imposible no establecer paralelismos claros entre los ultramonárquicos con lo que más tarde fue (y es) la extrema derecha. A continuación, una serie de elementos característicos de los ultrarrealistas que más tarde heredaría la ultraderecha del siglo XX.
- Fueron una reacción ante un movimiento revolucionario y propuestas de cambio político de corte progresista, buscando el regreso a una época anterior.
- Eran ultranacionalistas, conservadores, tradicionalistas y supremacistas.
- Glorificaron e idolatraron un pasado glorioso, de forma análoga al fascismo italiano con el Imperio Romano o Francisco Franco a la época de los Reyes Católicos, algo típico de la extrema derecha.
- Buscaban imponer un estado absolutista/autoritario donde el gobierno estuviera en manos de una sola persona mediante una organización social jerarquizada con serias limitaciones en las libertades y derechos individuales.
- Eran tanto antilberales como antiprogresistas.
- Se basaron en teorías religiosas y/o pseudocientíficas para justificar las jerarquías y las clases sociales.
- Aprobaron y defendieron leyes represivas que limitaron o eliminaron derechos y libertades básicas.
- Se aprovecharon del sistema democrático para pervertirlo y utilizarlo en su favor. Es decir, no les interesaba el debate parlamentario constructivo, sino destruir la democracia desde dentro.
- Utilizaron fuerzas paramilitares al margen de la ley para atacar a rivales políticos.
- Se apoyaron en sociedades secretas y en la conspiración.
- Recibieron el apoyo de clases adineradas, de élites económicas y políticas e incluso el beneplácito del sistema que querían destruir por puro interés.
- Hicieron un uso interesado y desmedido de la propaganda política para manipular a la población en su favor, difundiendo bulos. Esto incluía rodearse de un halo de superioridad y definirse como “puros”, “fuertes”, etc.
- Emplearon una simbología propia, concretamente, un pañuelo verde (y el color verde en general), que el conde de Artois llevaba siempre consigo en un lugar visible.
- Existía cierto culto al líder, representado en la imagen del conde de Artois, Carlos Felipe.
Así pues, la Revolución Francesa sirvió no solo de cuna de las principales ideas de democracia, izquierda y derecha, asentando las bases del funcionamiento social, económico y político actual, sino que también sentó los precedentes de uno de los mayores males que, a día de hoy, sigue perdurando: la extrema derecha.
A modo de curiosidad, en Francia se dio también el antecedente de lo que hoy se conoce como nueva derecha radical o alt-right, la nueva cara de la ultraderecha actual. Esto puede observarse en el libro La Nueva Derecha (Nouvelle Droite) del escritor francés Alain de Benoist, publicado en 1982.
Alain de Benoist buscó, con su libro, desarrollar los principios de una derecha alejada de estas posiciones, que consideraba neoconservadoras y alejadas de la realidad. Es decir, propuso una derecha alternativa, enfrentada al statu quo.
Más tarde, el periodista y director de campaña de Donald Trump en 2016 Steve Bannon y el supremacista blanco Richard B. Spencer se hicieron eco de estas ideas, que han catapultado a la extrema derecha a multiplicar sus resultados por todo el mundo.
Pero eso es otra historia.