Los genocidios congoleños "olvidados" por Occidente (Cap.I)

La República Democrática del Congo podría ser uno de los países más prósperos del mundo. Los recursos minerales y la increíble biodiversidad convierten a esta tierra en una de las más ricas del planeta. El colonialismo, la esclavitud, la corrupción y la injerencia extranjera lo condenaron, no obstante, a ser uno de los estados más pobres y subdesarrollados. El país ha sido testigo mudo de por lo menos dos genocidios que se han caracterizado por su extrema dureza y un número inimaginable de víctimas mortales. En un país donde la violencia y la impunidad campan a sus anchas, la injusticia y la miseria son la norma. Este reportaje de varios capítulos pretende arrojar un poco de luz sobre los denominados «genocidios congoleños», olvidados convenientemente por occidente y por la historia.

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Los genocidios congoleños "olvidados" por Occidente (Cap.I)

La República Democrática del Congo tiene un total de 2.344.858 kilómetros cuadrados. De los cuales casi un 97% son tierra. El territorio comparte frontera con 9 países: Angola (2646 km), Burundi (236 km), República Centroafricana (1747 km), República del Congo (1229 km), Ruanda (221 km), Sudan del Sur (714 km), Tanzania (479 km), Uganda (877 km) y Zambia (2332 km). Entre los recursos naturales presentes en el país se encuentran los siguientes: cobalto, cobre, tántalo, petróleo, diamantes industriales y gemas, oro, plata, zinc, manganeso, estaño, uranio, carbón, agua y madera.

Fue uno de los mayores exportadores de uranio a Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. Uranio que se utilizaría, entre otras cosas, para fabricar la bomba atómica que se lanzó contra la ciudad japonesa de Hiroshima el 6 de agosto de 1945. Hoy en día, el coltán (de donde se extrae la tantalita) se ha convertido en un recurso estratégico, ya que es utilizado ampliamente en la elaboración de teléfonos móviles y otros productos tecnológicos.

La República Democrática del Congo ha sufrido numerosos episodios sangrientos durante su historia. Colonialismo, golpes de Estado, regímenes dictatoriales, venganzas… el horror dispone de muchos nombres en esta tierra. Desde 1885 el país ha sido testigo mudo de por lo menos dos genocidios que se han caracterizado, sobre todo, por su extrema dureza y un número inimaginable de victimas mortales.  El término «genocidio congoleño» se utiliza para referirse a dos eventos históricos que marcaron a sangre y fuego la memoria colectiva congoleña. El primero, llevado a cabo por la administración real belga en el Estado Libre del Congo entre 1885-1908, causó la muerte de 10.000.000 de congoleños. El segundo, ocurrido en el marco de las dos guerras de la República Democrática del Congo entre 1998-2004, se saldó con más de 3.000.000 de muertes.

Leopoldo II de Bélgica y el Estado Libre del Congo

El reino de Bélgica nació en 1830 tras su independencia de Holanda. A finales del siglo XIX era una joven nación europea con una prospera industria. No obstante, no pertenecía al club de las grandes potencias, y no se había sumado a la pugna imperialista, ya que, mayoritariamente, la opinión publica era contraria al colonialismo. Leopoldo II de Bélgica (1835-1909), heredero de la familia Sajonia-Coburgo, que sucedió a su padre, Leopoldo I como rey de Bélgica en 1865, sin embargo, no compartía esta opinión.

Leopoldo II de Bélgica

                       Leopold_ii_garter_knight

Al ver el rechazo que generaban sus planes expansionistas entre la población, decidió emprender un  astuto plan que serviría para ampliar los dominios de la corona. Envuelto en un revestimiento de filantropía, cristianismo y abolicionismo emprendió su misión “divina” para conquistar el Congo. Leopoldo II de Bélgica, caracterizado por su firme determinación a la hora de enfrentarse a la vida, se caracterizó por ser un hipócrita sin escrúpulos. Aunque consintió la explotación de millones de nativos, llegó a ser presidente honorario de la Sociedad para la Protección de los Aborígenes y fue el anfitrión de eventos como la Conferencia Antiesclavista celebrada en Bruselas en 1889.

El 12 de septiembre de 1876 convocó la Conferencia Geográfica de Bruselas, con el objetivo de abrir las puertas a la colonización de África central. De esta conferencia nació la Asociación Internacional Africana, asociación que aglutinaba a todos los países implicados en el reparto del “pastel africano”. Disfrutando de su sólida fama como excéntrico altruista, el monarca era partidario de intervenir en África, para poder así «evangelizar el continente y liberar a sus pueblos de la esclavitud».

En 1879, el explorador Henry Morton Stanley emprendió una nueva expedición a la región del Alto Congo. Durante el transcurso de este viaje, Stanley consiguió firmar tratados con líderes congoleños. Esta campaña, no obstante, ya corrió a cargo del nuevo Centro de Estudios del Alto Congo (CEHC), creado por el monarca el año anterior, y que en sus estatutos además de la cuota filantrópica, se hacían referencias a la «búsqueda de mercados para el comercio y la industria».

Henry Morton Stanley

         800px-Henry_Morton_Stanley,_1872

Los acuerdos iniciales con los líderes congoleños perseguían el monopolio comercial y mano de obra, pero no exigían una cesión de soberanía del territorio. La situación cambio cuando otro explorador, Pierre Savorgnan de Brazza, viajó a la zona en nombre del comité francés de la Asociación Internacional Africana. El explorador, por su parte, tomó la iniciativa de firmar tratados por su cuenta en nombre del gobierno francés. Estos contratos formalizaban la soberanía francesa sobre los territorios negociados. Francia, al reconocer los tratados, colocó la colonización del Congo en el centro de la política europea.

Leopoldo, al ver la jugada francesa, copió la táctica y mando nuevas órdenes al explorador Stanley. Esta vez, la misión consistía en transferir por escrito la soberanía de los territorios a una nueva entidad que se denominó la Asociación Internacional del Congo (AIC), organización que representaba simple y llanamente los propios intereses del monarca.

En 1884, los jefes de Ngombi y Mafela firmaron textos que permitieron entregar la soberanía del territorio al monarca belga. Estos acuerdos, cerrados en un contexto donde las explicaciones sobre las consecuencias de la firma brillaban por su ausencia, permitieron el expolio, sin ningún tipo de escrúpulo, del territorio.

Acordaban entregar a la mencionada asociación la soberanía y todos los derechos soberanos y de gobierno sobre todos sus territorios, y ayudar con su trabajo o de otra manera a cualquier obra, mejora o expediciones que la asociación emprendia [...]. El trato implicaba una completa desposesión: Todas las carreteras y vías fluviales que corren a través de este país, el derecho a recaudar peajes en el mismo, y toda la caza, pesca, productos mineros y derechos forestales serían propiedad absoluta de la citada asociación. Esto se firmaba a cambio de compromisos risibles, como una tela por mes a cada uno de los jefes firmantes – La Vanguardia.

En la conferencia de Berlín de 1885, donde se decidió el reparto entre las potencias europeas de África, el monarca recibió, a título personal, el Estado Libre del Congo. El territorio se convirtió en un espacio de libre comercio internacional, libre de esclavismo, por lo menos en teoría.

Estado Libre del Congo

                       Kongovrijstaat

El genocidio

Leopoldo II de Bélgica pasará a la historia como uno de los mayores genocidas que ha conocido la humanidad. Además de su función como gobernante, este monarca fue un hombre de negocios sin escrúpulos.

Leopoldo II de Bélgica explotó durante varios decenios el país. Aunque durante los primeros años la mayoría de los ingresos provinieron del marfil, la extracción de caucho se consolidó como la mayor fuente de divisas, ya que a partir de 1896 la demanda de este polímero de disparó en los mercados internacionales.

Congoleño esclavizado extrayendo caucho de una enredadera cerca al pueblo de Lusambo en Sankuru

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Poco importaban la vida o la salud de los congoleños, que día y noche, bajo unas condiciones de esclavitud inhumanas, sacrificaban su existencia para el enriquecimiento personal del monarca. Secuestros de menores, cortes de extremidades como castigo, violaciones, asesinatos masivos…fueron algunas de las horrendas técnicas que aplicaron las unidades de La Force Publique para someter la población local.

Uso del chicote para torturar a un trabajador esclavo. El uso de los azotes se encontraba extendido no sólo en el Congo sino en toda el África colonial cauchera

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En un contexto donde el cumplimiento de la cuota o la sumisión significaban la delgada línea que separaba la vida de la muerte, el horror y la impunidad se convirtieron en norma. Se calcula que en unas 10.000.000 de personas fueron asesinadas bajo el reinado de Leopoldo II. El monarca, que nunca vio el terror en directo porque jamás puso un pie en su único territorio de ultramar, exterminó a la mitad de la población en 23 años.

El poder aplicado sobre la vida misma, así se podría definir la política de genocidio llevada a cabo por los belgas en la época del Estado Libre del Congo. Los congoleños, al ser clasificados como meros sujetos biológicos que aportaban mano de obra, se convirtieron en engranajes de un sistema de esclavitud aplicado a escala industrial.

Fueron numerosos los escritores, periodistas, activistas y hombres de negocios tanto estadounidenses como británicos que descubrieron y denunciaron públicamente las atrocidades cometidas en el Estado Independiente del Congo. La presión nacional e internacional sobre Leopoldo fue de tal envergadura que en 1908 se vió obligado a renunciar a la colonia. Según señalan los historiadores Ramón Villares y Ángel Bahamonde, en 1908, el Congo pasó, «como donación», a titularidad del Estado Belga. La época colonial duró hasta la década de los 60, cuando el país logró su independencia.