El fundamentalismo islámico: la extrema derecha de Oriente Medio
Antisemitismo, conspiraciones, fundamentalismo religioso, uso de la violencia como arma política, defensa de la familia y la tradición, ultranacionalismo, antifeminismo, antimarxismo… ¿hablamos de extrema derecha occidental o fundamentalismo islámico?
Por Álvaro Soler - Al Descubierto
La civilización occidental (o cristiana occidental) y la civilización musulmana han sido históricamente mostradas como bloques antagónicos y enfrentados, sobre todo para las posturas políticas más conservadoras pero también a otro niveles. Dicha cosmovisión está volviendo a ser espolvoreada estos días a través de las ideologías más reaccionarías, las cuales se apoyan en los acontecimientos recientes protagonizados por los Talibán y la toma del poder político en Afganistán para generalizar, desinformar o incluso estigmatizar a la totalidad de la comunidad musulmana mundial, extendiendo el fundamentalismo islámico, una forma ortodoxa y extremista de entender los preceptos de la religión musulmana, a toda una sociedad y una cultura que en absoluto tiene por qué compartir esos valores, del mismo modo que las sociedades occidentales no comparten el ultracatolicismo.
Paradójicamente, la extrema derecha occidental es la principal fuerza política que instrumentaliza los actos violentos de grupos fundamentalistas islámicos como el DAESH, Al Qaeda o los propios Talibán para enarbolar sus discursos islamófobos. Lo paradójico es que las posturas de la ultraderecha occidental y del fundamentalismo islámico se asemejan mucho en las maneras que tienen de entender la realidad social y política.
De esta manera, como otros científicos sociales han defendido, es bastante acertado por sus paralelismos comprender a parte del fundamentalismo islámico como una reacción política catalogable dentro de la extrema derecha, si bien, con las características históricas y culturales de Oriente Medio, que la hace diferente en muchos aspectos a la ultraderecha de occidente.
El fundamentalismo islámico y sus semejanzas con el neofascismo
La extrema derecha se presenta en la mayoría de ocasiones como una opción contraria al yihadismo y al fundamentalismo islámico de cualquier tipo, señalando continuamente sus peores facetas e incluso agitando la bandera de la igualdad, la democracia y la libertad. Sin embargo, aunque la extrema derecha se presenta como la salvadora frente el radicalismo islamista, lo cierto es que se asemejan en muchos aspectos, siendo estos dos movimientos políticos síntoma inequívoco de la oleada reaccionaria que, en general, se está viviendo de manera social y política en todo el mundo.
Los motivos de este auge de los extremismos reaccionaros y ultraconservadores son múltiples: el empeoramiento de las condiciones materiales de gran parte de la población, la creciente amenaza medioambiental, la creciente desigualdad y la falta de capacidad para resolver los problemas socioeconómicos de las democracias parlamentarias, serían algunos de los principales motivos.
Por otro lado, en Oriente Medio existe una prolongada crisis bélica que azota a muchos países de dicha zona durante décadas: Libia, Siria, Afganistán, Iraq, Irán, etc. Son algunos de los estados que más han sufrido conflictos bélicos, desde guerras civiles hasta conflictos entre diversos estados.
Lo descrito en los párrafos anteriores quizá sea el primer paralelismo entre estos dos movimientos reaccionarios. Al surgir contextos sociales de crisis profunda, los discursos y las acciones tanto de los fascismos o neofascismos europeos y los fundamentalismos islámicos suelen prosperar y crecer.
En segundo lugar, un rasgo común de estas dos posturas es el antisemitismo y el supremacismo de su propia etnia y cultura frente a las demás. Esta visión racista en contra del pueblo judío es una pieza clave tanto de la visión global del mundo islamista como del mundo ultraderechista europeo. Ligado a este antisemitismo se puede observar una predisposición intencionada de estos grupos en generar relatos conspirativos donde ellos son las víctimas.
Para la ultraderecha occidental sus conspiraciones giran en torno a la inmigración, las élites económicas y su plan de implantar un Nuevo Orden Mundial (muchas veces encabezadas por supuestas familias judías en el caso de los neofascismos más próximos al nazismo), el “lobby feminista”, la amenaza comunista, etc. Los enemigos protagonistas de estos relatos son muy variados, pero suelen girar siempre alrededor de chivos expiatorios. Es decir, colectivos que son culpados y estigmatizados de las problemáticas sociales, políticas y económicas. No obstante, la mayoría de estos colectivos son grupos de riesgo como refugiados, inmigrantes en general, minorías étnicas o incluso menores no tutelados.
El caso del fundamentalismo islámico es similar: estigmatizan y cargan de la totalidad de las problemáticas a grupos concretos de población, si bien es cierto, normalmente la construcción de sus chivos expiatorios está prácticamente en la totalidad de las veces traspasada por el componente religioso. De esta manera, las culturas y sociedades no basadas en el islam son consideradas enemigos a eliminar.
Pero no se quedan ahí: las personas musulmanas que tienen interpretaciones diferentes también son estigmatizadas y culpadas de “la deriva y degradación civilizatoria”. Es más, según los datos aportados por el Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET), el 55,2 % de las víctimas del terrorismo yihadista en 2017 se produjo en Oriente Medio y el Norte de África, siendo en más del 90 % de los casos musulmanes.
Podría llegar a decirse incluso que las teorías de la conspiración, la creencia en enrevesados planes y complots para destruir la civilización y el orden natural, que operan en las sombras dirigido por ciertas élites políticas, económicas y/o ideológicas, es común a prácticamente cualquier tipo de extremismo basado en la aniquilación, destrucción, represión y/o dominación del que piensa diferente. Aunque unos hablen de “dictadura progre” y otros de “barbarie occidental”, los principios de manipulación son extremadamente similares, y se aprovechan de los mismos contextos y factores para prosperar: bulos, redes sociales, medios de comunicación, lobbies, organizaciones, crisis…
En tercer lugar, el fundamentalismo islámico y la extrema derecha se oponen, aunque de manera distinta, a la sociedad occidental. Por una parte, la extrema derecha occidental culpa a la democracia liberal y al progresismo como culpables de su hipotética decadencia, planteando una transformación radical en otro sentido. Por otra parte, los fundamentalistas islámicos engloban un discurso donde las sociedades musulmanas están siendo corrompidas por occidente, el cual a través de un plan premeditado pretende la destrucción del islam.
Cabe decir que desde el fundamentalismo islámico, las ideas izquierdistas y progresistas constituyen una corrupción del ideal musulmán e incluso una importación occidental, y por eso reprimen con fuerza estos valores, lo cual es paradójico porque la cultura musulmana ha sido tradicionalmente bastante progresista y cooperativa, donde han prosperado en ocasiones ideas socialistas. Se podría deducir que esta relación entre, por ejemplo, los derechos de las mujeres o de las personas LGTB con una imposición de la moral occidental es una forma de encontrar su propio chivo expiatorio e imponer una agenda reaccionaria basada en valores ultrarreligiosos.
De hecho, ligados a estos imaginarios sobre occidente también se construyen sus posturas económicas que, en cierta manera, aunque muchas veces solo sea en el discurso y no en la práctica, se muestran críticas al modelo occidental capitalista, rechazando a su vez de manera tajante todas aquellas ideologías ligadas a la izquierda y, sobre todo, al marxismo. Es más, los talibán fueron alimentados por Estados Unidos para hacer frente al comunismo durante los años 80 en Afganistán.
Fundamentalismo islámico y fascismo: una afinidad más allá de la teoría
Existieron múltiples aproximaciones y relaciones directas entre fascistas e islamistas, ya que los primeros en ocasiones intentaron obtener las simpatías de los segundos, e incluso hubo una notable admiración por parte del nacionalsocialismo sobre la historia del islam, también una colaboración directa de algunas sociedades islámicas en la guerra apoyando al bando nacionalsocialista.
El antecesor de estos vínculos directos fue Robert Gordon-Canning (1888-1967), miembro de la Unión Británica de Fascistas. Este británico fue un gran admirador del islam y precursor de las relaciones entre fascistas e islamistas. El discurso de Gordon-Canning era abiertamente antisemita: argumentó que el sionismo era un movimiento de banqueros judíos que conspiraban contra los árabes con el objetivo de su erradicación. En 1930 llegó a defender abiertamente la causa palestina, utilizando en sus discursos conceptos empleados también por la organización terrorista Al Qaeda como la “alianza judeo-cruzada”.
Estas relaciones pasaron de ser casos individuales a involucrar partidos políticos fascistas, en concreto el partido nazi de Alemania. La propaganda nacionalsocialista interpeló a la sociedad musulmana a través de mensajes antisemitas y en contra de la cultura occidental. Johann von Leers, famoso ideólogo del Tercer Reich y alto funcionario del Ministerio de Propaganda, afirmaba abiertamente como el islam y el nazismo estaban fuertemente unidos por su odio y enemigo común, los judíos.
En 1942 publicó un artículo en Die Judenfragem, una revista intelectual antisemita, el cual se titulaba “judaísmo e islam como opuestos”. Este autor realizó en dicho texto una aproximación hegeliana entre el judaísmo y el Islam en términos de tesis y antítesis, en dicho relato se argumenta una dimensión positiva y gloriosa sobre el pasado islámico, sobre todo sustentado en los episodios históricos antisemitas protagonizados por algunos pueblos musulmanes. Aquí se puede observar un fragmento de dicho texto:
“La hostilidad de Mahoma hacia los judíos tuvo un resultado: los judíos orientales estaban completamente paralizados. Su columna vertebral estaba rota. La judería oriental efectivamente no participó en el tremendo ascenso al poder de la judería [europea] en los últimos dos siglos. Despreciados en las sucias callejuelas del mellah (el barrio judío amurallado de una ciudad marroquí, análoga al gueto europeo), los judíos vegetaban allí. Vivían bajo una ley especial (la de una minoría protegida ), que a diferencia de Europa no permitía la usura ni siquiera el tráfico de bienes robados, pero los mantenía en un estado de opresión y ansiedad. Si el resto del mundo hubiera adoptado una política similar, no tendríamos una cuestión judía (Judenfrage) … Como religión, el islam de hecho, realizó un servicio eterno al mundo: impidió la amenaza de conquista de Arabia por parte de los judíos y venció la horrible enseñanza de Jehová mediante una religión pura, que en ese momento abrió el camino a una cultura superior para numerosos pueblos …” Citado en Victor Klemperer ‘ Tagebuch como autor de un artículo “Schuld ist der Jude” en el nr. 143 de la Revista “Freiheitskampf” (1943), donde acusa a los judíos de haber preparado la Primera Guerra Mundial para destruir al pueblo alemán: “si los judíos ganan, nuestro destino será el de los oficiales polacos en Katyn “.
De esta manera, parece más que obvio que existe una interpelación directa entre estas dos cosmovisiones, por lo menos a través del nacionalsocialismo y los postulados antisemitas. Una relación que llevó a algunos musulmanes a luchar en el bando del Eje junto con la Alemania Nazi en la Segunda Guerra Mundial.
Paralelismos entre el fundamentalismo islámico y la ultraderecha actual
Así pues, aunque la relación de admiración de los nazis por el islam más radical y antisemita desapareciera tras la caída de Adolf Hitler y el Tercer Reich con el fin de la Segunda Guerra Mundial, lo cierto es que las formas actuales del fundamentalismo islámico presentadas por los Talibán, Al Qaeda o el DAESH comparten gran parte de las lógicas intolerantes y reaccionarias del nacionalsocialismo y de la ultraderecha europea más extremista.
En primer lugar, los Talibán son un grupo político-militar fundamentalista islámico sunní originario de Afganistán. Fue fundado por antiguos soldados muyahidines de la Guerra de Afganistán contra la Unión Soviética y las fuerzas armadas de la República Democrática de Afganistán.
Una vez acabada la guerra contra la URSS y tras la victoria de los muyahidines, los Talibán consiguieron alzarse con el poder en 1996, después de que Afganistán viviera un periodo convulsionado, sin un gobierno capaz de dirigir el país y sumido bajo el dominio de señores de la guerra que practicaban una economía de explotación y rapiña, así como la vulneración de los derechos humanos de manera atroz.
De este modo, los Talibán, que habían sido anteriormente financiados y ayudados con entrenamiento y armas por países como Estados Unidos o Pakistán (cuando formaban parte de los muyahidines) durante el conflicto frente a la República Democrática de Afganistán y sus aliados soviéticos, acabaron instaurando un Emirato Islámico en dicho país hasta la intervención estadounidense y de la OTAN en 2001 con motivo del supuesto acogimiento de células terroristas culpables de los atentados a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de ese año.
Los Talibán tienen muchas similitudes en cuanto a ideología y comportamiento con la extrema derecha. En resumen, se pueden catalogar como un movimiento fundamentalista religioso basado en el islam, de carácter ultraconservador, totalitario y nacionalista afgano. Como si un grupo como El Yunque se hiciera con el control de un país por la fuerza de las armas.
Por tanto, los Talibán defienden la vuelta a un pasado glorioso donde los preceptos del islam (o más bien bajo su propia interpretación de los mismos) no han sido corrompidos por otras maneras de entender dicha religión o por los valores occidentales. Su fundamentalismo religioso tiene evidentes paralelismos con el nacionalcatolicismo, o los grupos supremacistas blancos como el Ku Klux Klan que justificaban y justifican la imposición violenta, el asesinato y la persecución de todas aquellas personas que no comparten su visión de cristianismo católico u otras vertientes cristianas.
Además, el fundamentalismo islámico también defiende, como todos los movimientos ultraderechistas, la tradición y la familia, pero siempre a través de una interpretación propia, reaccionaria e intolerante de estos conceptos.
Al mismo tiempo, los Talibán abogan por la necesidad de que su cosmovisión se materialice en un estado fundamentalista islámico, teniendo una visión totalitaria y excluyente sobre la nación apoyada en la imposición del Emirato Islámico de Afganistán. Los fundamentalistas islámicos también son abiertamente antisemitas, antifeministas, y antimarxistas, siendo estos tres pilares fundamentales de su ideario compartidos con la ultraderecha occidental.
Asimismo, los comportamientos de los Talibán y en general, de Al Qaeda o el DAESH, vulneran de manera flagrante los derechos humanos, siendo el terrorismo la principal arma política frente a la disidencia con otros países incluso entre compatriotas, pero también todo tipo de actividades ilícitas, incluyendo el tráfico de armas, de drogas o incluso de órganos.
Las personas que viven bajo el yugo de estas organizaciones están sometidas a una interpretación extremista de la Sharía, el código de conducta en el que se incluyen diferentes interpretaciones de las normas, reglas y sanciones que conforman el cuerpo del derecho islámico. Algunas consecuencias de la aplicación de la Sharía por parte de los fundamentalistas islámicos y grupos terroristas son la lapidación, la amputación de extremidades, la decapitación y otros castigos físicos o torturas. En este caso, las mujeres son uno de los colectivos que más sufren la aplicación extremista de la Sharía:
De esta forma, se puede observar cómo en la tipología de las cosmovisiones y argumentos los movimiento reaccionarios de la ultraderecha occidental y el fundamentalismo islámico coinciden en muchos factores: ultraconservadurismo, nacionalismo, defensa de la familia y la tradición, rechazo de la democracia y defensa del totalitarismo, antisemitismo, discursos conspirativos, fundamentalismo religioso, terrorismo, antimarxismo, antifeminismo, antiLGTB y crítica de la modernidad reflejada en el modelo de vida occidental capitalista liberal.
Profundizando en la noción occidental de fundamentalismo
El término “fundamentalismo islámico” se usa en ocasiones por la prensa occidental demasiado a la ligera, cuando se debería utilizar para referirse a las personas o grupos que ejercen una interpretación extremista y muy concreta del islam y que justifican la violencia con el objetivo de cumplir sus objetivos políticos.
De este modo, se pueden catalogar de grupos o sistemas políticos fundamentalistas al sistema político y social de Irán que surgió después de la revolución del Ayatollah Jomeini en el año 1979, los ya nombrados Talibán en Afganistán, la organización terrorista DAESH y también Al Qaeda.
Además, es necesario realizar una diferenciación entre terrorismo y fundamentalismo islámico, que, si bien están en estrecho contacto en muchas ocasiones, no son precisamente sinónimos. Generar esta simplificación puede ser algo inexacto y puede causar la generalización del terrorismo como algo inevitablemente ligado al islam, premisa errónea y sesgada.
Asimismo, respecto al origen de la palabra “fundamentalismo” usada en alusión al islam, cabe remarcar que se empieza a utilizar en occidente alrededor de los años 80, en particular para hacer referencia al régimen que había surgido después de la revolución del Ayatollah Jomeini en Irán en 1979. El objetivo de este régimen era reestablecer una sociedad que fuera dirigida por los principios morales islámicos chiitas.
En dicho sistema, el clero adquirió una posición de autoridad basada en el conocimiento religioso. Concretamente, el Ayatollah Jomeini implantó la idea del “Gobierno de los sabios”, donde se argumentaba que las autoridades religiosas deberían ser las encargados de gobernar el país, ya que eran los que más conocimiento tenían sobre la religión islámica y sus preceptos. Por tanto, como el islam no separa el ámbito religioso del político, las autoridades religiosas pasaban a dirigir de manera unánime las estructuras políticas del estado.
No obstante, el origen real del “fundamentalismo” y de su sinónimo “integrismo”, es cristiano. La palabra fundamentalista fue usada por primera vez hacia las sectas estadounidenses de principios del siglo XX que defendían posturas negacionistas frente a la Teoría de la evolución de Darwin.
Por otro lado, el sinónimo “integrismo” nació concretamente en España durante las Guerras Carlistas del siglo XIX y ponía nombre a las posturas católicas que reclamaban integrar en uno el poder político y religioso, algo que defendió el carlismo hasta tal punto que formó parte de los pilares ideológicos del régimen dictatorial de Francisco Franco entre 1939 y 1975 en España.
Sea cual sea el origen del término, lo cierto es que es completamente sesgado hablar de fundamentalismo de manera generalizada, pues la cantidad de interpretaciones y posturas frente al islam es muy diversa y abundante.
Sin embargo, si se habla de “fundamentalismos islámicos”, se puede hacer una generalización o intento de definición: aquellos movimientos político-religiosos que pretender reencontrar un supuesto camino originario del islam.
El fundamentalismo desde las sociedades musulmanas
El término fundamentalista en el islam presenta una historia mucho más larga. Desde el principio de las sociedades musulmanas ha habido movimientos religiosos que han buscado el eterno retorno a una comunidad islámica originaria que estableció el profeta Mahoma en la ciudad de Medina en el siglo VII, acontecimiento señalado como el nacimiento de la religión musulmana.
Los fundamentalistas buscan solucionar los problemas del presente en una especie de utopía hacia el pasado. De esta manera, para estas posturas, el abandono de las normas, valores y estilo de vida originarios que han sido reelaborados, reinterpretados o sustituidos por ideas importadas o ajenas al islam son el epicentro de los problemas del mundo islámico. Así pues, si estos postulados son defendidos y argumentados, se puede catalogar a dicha postura como fundamentalista.
Siguiendo con la explicación, no se puede obviar que existen muchas discrepancias dentro de los fundamentalismos de cómo se puede o debe llegar a ese islam de Medina en la época del Profeta.
En realidad, como apunta el experto en estudios del medio oriente Pablo Botta:
Lo que en los medios de comunicación occidentales referimos como “Fundamentalismo” correspondería, entonces, en el Islam a la idea de “salafismo” (Pureza), corriente que tampoco es homogénea.
Por ejemplo, se puede situar dentro de esta vertiente al wahabbismo, que es la interpretación oficial del islam en Arabia Saudita y que es la que seguía por ejemplo el líder de Al Qaeda Osama Bin Laden, aunque en estos días su visión se diferencia de la que tienen los intérpretes oficiales del Reino saudí). El wahabbismo se considera la fuente de inspiración de los atentados yihadistas sufridos en los últimos años en Europa.
El salafismo es el movimiento más cercano a lo que en los medios de comunicación occidentales se identifica con “fundamentalismo”. Sin embargo, no todos los salafistas aceptan el uso de la fuerza para el establecimiento de una sociedad islámica, y menos aún aceptan el terrorismo como medio aceptable en su lucha, presentando profundas divisiones entre ellos.
Los salafistas que propugnan el uso de la fuerza como medio de acción suelen ser llamados “yihadistas”, y corresponden a lo que la opinión pública suele identificar con el erróneo concepto de “fundamentalismo islámico”.
Pablo Botta. El concepto del fundamentalismo islámico (2007), pág. 11
Conclusiones
Al tenor de lo descrito, se podría argumentar que el fundamentalismo islámico tiene suficientes paralelismos con la extrema derecha occidental para poder catalogarlo dentro del espectro político ultraderechista: el antisemitismo, las conspiraciones, el fundamentalismo religioso, el uso de la violencia como arma política, la defensa de la familia y la tradición, en ocasiones el ultranacionalismo, el antifeminismo o el antimarxismo… son algunas de las características que comparten.
Por otro lado, el concepto de “fundamentalismo” es realmente complejo, pues abarca una cantidad diversa de movimientos, si bien es cierto que todos comparten la intención de volver a los postulados originarios del islam para resolver los problemas a los que están sometidos sus sociedades.
El factor determinante de estas posturas políticas es la reislamización de las sociedades a través de implantar un sistema político basado en los principios básicos del fundamentalismo islámico. Sin embargo, hay que destacar que no todos los movimientos que defienden esta postura apoyan el uso de la fuerza ni del terrorismo para llegar a dicho fin.
Es por esto que desde occidente se ha simplificado demasiado un contexto sociológico y político muy complejo. Estas simplificaciones han sido usadas en muchas ocasiones por grupos islamófobos para criminalizar de manera deliberada a toda la población musulmana, que no se debe olvidar, es la que más sufre con diferencia las acciones de los fundamentalistas islámicos y su terrorismo.
En definitiva, se deben huir de medias tintas y del temor a estigmatizar o discriminar a los musulmanes cuando se protesta contra este tipo de posturas, pues en comparación con la comunidad musulmana mundial, son una minoría, y no se hace ningún favor denunciando con equidistancia o con menos insistencia que en otros casos todas las violaciones de derechos humanos que protagonizan estos movimientos políticos.
Es cierto que la ultraderecha parece que se ha hecho con gran parte del monopolio de la denuncia sobre el terrorismo yihadista con la intención de estigmatizar a toda la comunidad musulmana. Sin embargo, los postulados antifascistas no deben dejar de lado ni tener temor a denunciar estas atrocidades, pues como se ha visto en el texto, comparten una misma visión reaccionaria e intolerante con la extrema derecha y por eso hay que dejarlos al descubierto.