Eulixe

La disputa geopolítica por la vacuna y su impacto en América Latina y el Caribe

La pandemia asociada al coronavirus SARS-CoV-2 sigue haciendo estragos en el mundo. En el continente americano, la Covid-19 supera ya los 24 millones de casos y 690.000 muertes. De este global, 10,5 millones de casos y 313.000 muertes corresponden a Suramérica; casi 544.000 infecciones y unas 13.000 muertes a Centroamérica; 267.300 casos y 4.800 muertes al Caribe; y 1 millón de infectados y casi 100.000 muertes a México.Mientras algunos países padecen esta “segunda ola”, distintos centros de investigación, públicos y privados, continúan su carrera para encontrar una vacuna que “salve a la humanidad” de la Covid-19.

f0176455
Foto: BioCubaFarma
La disputa geopolítica por la vacuna y su impacto en América Latina y el Caribe

La pugna geopolítica por la cura

Conseguir la vacuna cuanto antes se ha convertido en una cuestión de salud pública pero también de prestigio para los gobiernos.

Existe una pugna entre potencias no sólo por crear la vacuna sino por garantizarla primero a sus ciudadanos -sin una visión global- en lo que se ha denominado un “nacionalismo de vacunas”.

Detrás de esta carrera hay también distintas visiones de cómo debe ser la vacuna y una falta de cooperación sanitaria, por ejemplo entre EE. UU. y China, que expresa las disputas existentes en otros ámbitos entre ambos países. Trump llegó a llamar públicamente al coronarivus “el virus chino”.

Mientras los gobiernos de China y de la Federación de Rusia ya han anunciado que la vacuna deberá ser puesta al servicio de la humanidad, la Unión Europea ha creado el “Equipo Europa” para dar una respuesta mundial a la pandemia vía cooperación con sus socios. Lo mismo están haciendo China y Rusia bilateralmente y en el marco de los BRICS.

Dos datos permiten entender la multipolaridad existente, también en el área farmacéutica. Entre los principales millonarios del mundo, el primero que aparece vinculado exclusivamente al mundo farmacéutico, en el puesto 70, es el chino Zhong Huijuan. Entre los diez primeros del rubro “Salud” sólo hay un estadounidense, Carl Cook; el resto son asiáticos o europeos. El primero vinculado exclusivamente al ámbito de las vacunas, dentro de la etiqueta sanitaria, es el indio Cyrus Poonawalla. De hecho, India es el principal productor de vacunas del mundo.

En EE. UU., meses antes de las elecciones, Donald Trump inició la operación Ward Speed para financiar la investigación de la vacuna, además de conseguir medicamentos y pruebas diagnósticas del virus. El presupuesto de más de 10.000 millones de dólares a I+D benefició a grandes conglomerados farmacéuticos: Moderna fue la más beneficiada, con 2.455 millones, seguida de GSK Sanofi con 2.100, BioNTech Pfizer con 1.950 millones, Novavax con 1.600, Johnson & Johnson con 1.456 y AstraZeneca con 1.200 millones de dólares.

La Unión Europea, por su parte, ha creado a través de la colaboración de la Comisión Europea con el Banco Europeo de Inversiones (BEI) y una cumbre de donantes, un fondo de 15.900 millones de euros para “garantizar el acceso universal a los medicamentos contra el coronavirus”, lo que incluye producción de 250 millones de dosis para países de renta media y baja. El BEI ha financiado a la farmacéutica BioNTech y la vacuna alemana de Curevac, que está en fase 2.

La Cumbre de donantes de la UE fue también ejemplo de la entrada del capital privado para financiar políticas sociales. Entre cantantes y otras celebridades, tuvo participación destacada Melinda Gates.

Los filántropos y el negocio de la vacuna

Aunque la financiación pública está siendo indispensable para la carrera por las vacunas, la participación del capital privado está jugando un papel importante en los proyectos de investigación y en los organismos multilaterales.

Uno de los casos más destacados es el de la Fundación Bill y Melinda Gates, que se ha convertido en el segundo donante de la OMS (9,7% del presupuesto), detrás de EE. UU. Los Gates están detrás de 7 proyectos de vacuna, destacando el de la Universidad de Oxford.

Bill Gates, el segundo hombre más rico del planeta, según Forbes, lleva años alertando de los peligros de pandemias mundiales vinculadas a virus y la necesidad de invertir en vacunas, además de desarrollar una labor de erradicación de otras enfermedades en África.

De fondo hay varios riesgos: la privatización de la agenda de la salud pública a escala mundial, un área de negocios muy suculenta bajo el capitalismo; la patrimonialización de la vacuna y la especulación financiera. Sólo el anuncio de una vacuna por parte de Pfizer hizo subir sus acciones en bolsa.

Las vacunas

En la actualidad hay 49 vacunas candidatas a evaluación clínica inscritas ante la Organización Mundial de la Salud (OMS) y 164 candidatas en evaluación preclínica.[1] Entre las primeras, sólo 13 se encuentran ya en la fase 3.

Además de estos proyectos, destaca, por su impacto en la región, el de la vacuna cubana conocida como Soberana (01, 02, 01A) desarrollado por el Instituto Finlay en el marco de un bloqueo económico y actualmente en fase de experimentación con varios ensayos, junto a dos nuevos candidatos vacunales, Abdala y Mambisa, registrados ante el Registro Público Cubano de Ensayos Clínicos. Es de remarcar que, tanto el Instituto Finlay como la empresa Sinopharm son de propiedad estatal.

Novavax ha anunciado ensayos clínicos en EE. UU. y México. En México, Brasil, Chile o Rusia también se experimenta la Ad5-nCoV china. Venezuela recibió hace semanas la vacuna Sputnik V para ensayos. La CoronaVac china se está experimentando en Brasil, Indonesia y Turquía. Y Barach Biotech ha ofrecido un acuerdo de transferencia tecnológica a Brasil, previo acuerdo para ensayos.

Parece que el inicio de la vacunación es casi inminente en algunas zonas del planeta. En Europa, la Agenda Europea de Medicamentos (AEM) ya ha anunciado la aprobación a la comercialización de dos vacunas a mediados de diciembre, Pfizer/BioNTech y Moderna. Y ha firmado contratos con tres farmacéuticas, incluyendo Johnson & Johnson.

Pfizer/BioNTech ha solicitado a la Administración de Medicamentos y Alimentos de EE. UU. (FDA, por sus siglas en inglés), a Canadá, Australia y Reino Unido, el permiso para que se pueda usar la vacuna “en situaciones de emergencia”.

Esta celeridad por parte de las farmacéuticas ha llevado a Trump a declarar que las farmacéuticas no evaluaron antes sus vacunas en EE. UU. para boicotear sus posibilidades de reelección. Un choque que también se dio meses atrás con la OMS.

América Latina: alianzas multilaterales y acceso dependiente a la vacuna

A lo largo de estos meses se ha visto la dependencia de la mayoría de países latinoamericano-caribeños de la cooperación médica y sanitaria extranjera. En este sentido, se observa una diversificación que ha roto las afinidades ideológicas. Países centroamericanos próximos a EE. UU., como Honduras o El Salvador, han acudido a la cooperación con la Federación de Rusia o Cuba. Otros, como Brasil -o, en su momento, la Bolivia de Áñez- han abierto la puerta a la cooperación china. Cuba ha acudido a ayudar a Venezuela, ampliando su cooperación sanitaria. Venezuela ha recibido asesoría china para combatir la pandemia y también ha sido el primer país latinoamericano en participar en ensayos clínicos de la vacuna rusa. México ha recibido cooperación, pero también la ha ejercido hacia otros países, como Cuba.

Cuba, no obstante, constituye una excepción. Durante la pandemia ha enviado médicos a países de la región y de Europa. Además, es el único país del Caribe que tiene una vacuna registrada ante la OMS, con dos proyectos de investigación de la Soberana. Este hecho es sumamente importante porque, además, es la única vacuna de un país socialista, con larga tradición de cooperación sanitaria y farmacéutica.

La distribución, sin costo para los ciudadanos, de esta vacuna a través de acuerdos de cooperación con los gobiernos regionales, pudiera ser una manera de romper la hegemonía que van a ejercer agencias como la europea y la estadounidense para marcar qué vacunas son las indicadas, así como para evadir la dependencia tecnológica y financiera de los países del Norte.

Conclusiones

Se prevé que la disputa por llegar antes a una vacuna que salve a la humanidad de esta pandemia puede ayudar a afianzar las tendencias globales que destacan el desplazamiento de la economía mundial a la zona de Asia Pacífico. De ahí la voluntad de los laboratorios europeos y estadounidenses por ser los primeros en iniciar la vacunación y establecer sus respectivas vacunas como las vacunas referentes, únicas con autorización por parte de las poderosas agencias de medicamentos.

El papel de los medios en Occidente ha tendido a reforzar estos esfuerzos centrando el debate en las posibilidades de vacunación de los fármacos occidentales, dando menor cobertura a los no occidentales, poniendo en duda la fiabilidad científica de otras vacunas, como la rusa, o hablando del robo de información por parte de Rusia y otros países.

Parece evidente que si China, país de origen del coronavirus, logra hacerse antes que ningún país con una vacuna, ejercerá un resarcimiento simbólico y se ubicará en una situación de dominio mundial, también por su capacidad de producción masiva y por el enfoque de una distribución humanista.

Las alianzas que ha establecido América Latina y el Caribe de cooperación médica y sanitaria durante la pandemia pueden jugar a su favor para acceder a una vacuna sin tantos costos para los respectivos gobiernos. Además, son ejemplo de la creciente multilateralidad de las relaciones internacionales y de la mayor presencia e influencia de China en el subcontinente latinoamericano-caribeño. Ante esta situación, se espera que tanto EE. UU. como Europa presionen fuertemente a favor de sus laboratorios. El “alivio” generado entre el establishment mundial ante la elección de Biden, ilustra las expectativas de que EE. UU. recupere su liderazgo para salvar al capitalismo en su fase neoliberal y al “globalismo” asociado a él, en definitiva, para salvar a Occidente.

[1] Última actualización de datos con fecha de 26 de noviembre de 2020.

Articulo original en Celag.org // Fuente: Nueva Revolución