Las 6 monarquías absolutas que quedan en el mundo

En el mundo hay un total de nada más y nada menos que 193 estados soberanos reconocidos, a los que se suman Palestina y Ciudad del Vaticano, siendo por lo tanto 195 en total. Ante tanta variedad, no es de extrañar que los modelos de estado y formas de gobierno varíen notablemente. Así, aunque muy buena parte del mundo opta por repúblicas de democracia representativa y de corte liberal, también hay monarquías parlamentarias, estados unipartidistas… e incluso monarquías absolutas.

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Las 6 monarquías absolutas que quedan en el mundo

Artículo original de Al Descubierto

¿Qué es una monarquía absoluta?

Las monarquías absolutas son formas de gobierno en las cuales todos los poderes del estado (ejecutivo, legislativo y judicial) se encuentran en manos de un rey o monarca, que puede hacer y deshacer a su antojo, gobernando de forma dictatorial. El rey (que tiene diferentes nombres según el tipo de monarquía) suele traspasar sus poderes de forma hereditaria (de padres a hijos, generalmente), siendo necesario pues formar parte de una determinada familia para acceder a puestos de gobierno.

Si bien existen y han existido monarquías absolutas con instituciones legislativas y judiciales, una de sus principales características es que “la palabra del rey, es ley”, es decir, que el monarca tiene la última palabra en todas las decisiones que atañen al país: puede vetar leyes, deshacer la sentencia de un juicio o destituir a los miembros del gobierno cuando quiera y como quiera, por ejemplo.

De hecho, tradicionalmente, los reyes absolutos justificaban su poder en base al llamado Derecho Divino, esto es, que eran representantes de Dios en La Tierra. Y que, por lo tanto, solo tenían que responder ante él y ante nadie más.

Historia de las monarquías absolutas

Las monarquías absolutas han sido formas de gobierno presentes a lo largo de la Historia. En Europa constituyen una herencia directa de las monarquías autoritarias características del feudalismo de la Edad Media, donde familias de propietarios de la tierra constituían una familia que, con complejas alianzas y contrapesos, gobernaban sobre un determinado territorio: la nobleza.

Poco a poco, sin embargo, determinados reyes empezaron a acaparar todo el poder más o menos a partir del siglo XVI, concentrando el poder absoluto, valga la redundancia. Se considera a Luis XIV, rey de Francia y Navarra entre 1643 y 1715 (también llamado el Rey Sol), como uno de los máximos exponentes de esta forma de gobierno, al que se le atribuye la frase “L’Etat, c’est moi” (“El Estado, soy yo”, en castellano).

Sin embargo, ya hubo monarquías absolutas antes. En Reino Unido, por ejemplo, entre el año 927 y el 1215, predominó esta forma de gobierno.

Con el devenir de las revoluciones liberales, especialmente la Revolución Francesa de 1789, así como la independencia de Estados Unidos y de los países de América Latina, las monarquías absolutas fueron cayendo una a una.

En 1917, tras la llamada Revolución de Febrero, en el que el pueblo se levantó contra el zar Nicolás I, el Imperio Ruso de los zares cayó, siendo una de las últimas grandes monarquías absolutas en desaparecer (y que se transformaría en la Unión Soviética tras la Revolución de Octubre, también denominada Revolución Bolchevique).

Japón también fue una monarquía absoluta tras la Restauración Meiji, entre 1868 y 1885, cuando el Mutsuhito, conocido como Emperador Meiji, arrebató el poder al shogun (en manos del Clan Tokugawa), un gobierno militar de facto que había gobernado desde el siglo XII. Con todos los poderes de nuevo en manos de la Familia Imperial, Mutsuhito inició la transición a una monarquía parlamentaria. Aunque entre 1940 y 1945 el Imperio Japonés fue gobernado de forma totalitaria, la mayoría de historiadores no lo considera una monarquía absoluta ya que, aunque el Emperador existía, el gobierno de facto lo ostentaba el ejército, como sucedió durante los siglos del shogunato

La última monarquía absoluta fue la de Nepal, que fue gobernado por un rey absoluto hasta 1990 cuando una serie de protestas presionaron al rey Birendra Bir Bikram Shah Dev de que transformara el estado en una monarquía parlamentaria. Finalmente, en 2008, Nepal se convirtió en una república gobernada desde entonces casi ininterrumpidamente por el Partido Comunista del Nepal.

Pese a esto, a día de hoy, todavía existen monarquías absolutas.

Arabia Saudita

Kingdom Center, Riad, Arabia Saudita, capital de una de las últimas monarquías absolutas. Autor: BroadArrow 13/04/2007. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 3.0)
Kingdom Center, Riad, Arabia Saudita, capital de una de las últimas monarquías absolutas. Autor: BroadArrow 13/04/2007. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 3.0)

Arabia Saudita o Arabia Saudí es, probablemente, una de las monarquías absolutas más conocidas. Se trata de un país situado en Oriente Medio (más correctamente denominado Asia Occidental). A pesar de ser geográficamente de los más extensos a nivel territorial en comparación a sus vecinos, tan solo tiene unos 32 millones de habitantes.

Sin embargo, el país, oficialmente conocido como Reino de Arabia Saudita, se ha convertido en una de las mayores potencias económicas del mundo, formando parte incluso del Grupo de los 20 o G20 debido principalmente a la exportación del petróleo a raíz de las reservas encontradas en 1938, reservas únicamente superadas por Venezuela.

Historia de Arabia Saudí

Arabia Saudí tiene su origen en el Emirato de Diriyah, conocido como el Primer Estado Saudita, creado en 1744. El Estado era uno de los tantos emiratos árabes de la época, gobernado por emir de Muhammad bin Saud, quien pactó con Muhámmad ibn Abd-al-Wahhab, un clérigo de la rama suní del Islam que predicaba la vuelta al “Islam puro”, al salaf, dando origen al wahabismo, la corriente más estricta, radical y dura de la religión islámica y que constituye la base ideológica del Estado Islámico (por sus siglas ISIS o DAESH). 

Este pacto se tradujo en un nuevo Estado y una nueva doctrina que se reflejó en una campaña contra los no musulmanes y los musulmanes que no la aceptaran.

Así comenzó su expansión por medio de la intención de purgar la península arábiga de “formas impuras del Islam”, como lo entendía Ibn Abdul Wahhab. Hacia 1793, la alianza había consolidado su poder en la mayor parte de la península arábiga. En 1803, conquistaron La Meca, lo que provocó que el Imperio Otomano (o Imperio Turco) entrara en guerra con ellos hasta arrasar la zona, siendo sus territorios ocupados por Egipto, entonces parcialmente en manos de los otomanos.

Sin embargo, Turki ibn Abdullah, el nieto de bin Saud, se lanzó a la reconquista y consiguió expulsar a los egipcios en 1824, instalando la capital en Riyad y fundando el Emirato de Nechd o Segundo Emirato Saudita, que se caracterizó por pugnas constantes con otomanos, egipcios y rivales políticos.

El emir de Ha’il, Abdullah ibn Rashid, se aprovechó de una pugna de poder dentro de la Casa de Saud para hacerse con el control del Emirato en 1891, hasta la expulsión del último emir saudí, Abdarrahman ibn Faysal, quien se refugió en Kuwait, poniendo fin al Segundo Emirato Saudí.

El hijo de Ibn Faysal, Abdelaziz Ibn Saud, partió de Kuwait en 1901 para tratar de reconquistar el territorio para la Casa de Saud, logrando capturar la capital gracias al apoyo de éste país y formando el Emirato de Najd y Hasa. Hasta 1921 se produjeron conflictos entre partidarios de Saud (aliado con Gran Bretaña) y partidarios de Rashid (que se había aliado con el Imperio Otomano). Esta alianza de Reino Unido con países africanos y de Asia Oriental y Occidental para sostener protectorados y alianzas convenientes se daría durante buena parte del siglo XIX y XX.

La ventaja se puso de lado de la Casa de Saud cuando el Imperio Otomano entró en la Primera Guerra Mundial (1914 – 1918). Además de recibir ayuda de los británicos y de que el esfuerzo del conflicto debilitase a los otomanos, tras 1918 el Imperio fue desmembrado dando como resultado varios estados independientes que todavía perduran (Irak, Irán, Siria…). Así, Abdelaziz Ibn Saud fue poco a poco anexionándose territorios hasta que, en 1932, había controlado buena parte de la península, renombrando al Emirato como Reino de Arabia Saudí. 

Funcionamiento del sistema de gobierno

Desde entonces, sistema político de Arabia Saudita es la monarquía absoluta, es decir, que el rey concentra toda la autoridad. De acuerdo con la Ley Básica de Arabia Saudita, adoptada en 1992, el poder del gobernador está limitado únicamente por la ley islámica y el Corán, el libro sagrado del Islam. Este último, junto con la Sunna, forman la Constitución.

Además, Arabia Saudita sigue siendo el único país musulmán que jamás ha celebrado unas elecciones. No existen los partidos políticos y, según el diario The Economist, se afirmó en 2010 que Arabia Saudita era el séptimo mayor gobierno autoritario de los 167 países estudiados.

El sistema legal está dividido en dos partes. El primero es el Consejo de la Shura por 150 miembros “estudiosos” y personas con experiencia nombradas por el rey y, el segundo, es el Gabinete de Ministros, con un perfil más político, todos ellos hombres de la familia real. Este órgano tiene el fin de poder discutir o debatir con el rey los castigos que se deben aplicar a las personas que cometen delitos.

Actualmente, el rey desde el año 2015 es Salmán bin Abdulaziz aunque, debido a que padece Enfermedad de Alzheimer, todo indica que el Príncipe Heredero, Mohammad bin Salmán bin Abdulaziz Al Saud (abreviado MBS), es quien en realidad dirige la acción de gobierno.

Por supuesto, la corriente wahabista y salafista sigue estando muy presente. De hecho, al gobierno de Arabia Saudita se le relaciona con la financiación y apoyo de redes de islamismo radical por todo el mundo, así como de apoyar al DAESH. Esto último ha cambiado en los últimos años al alinearse del lado de las potencias occidentales y a causa de las nuevas reformas que poco a poco se abren paso en la política de lpaís.

Por desgracia, todo esto hace que destaque por la casi completa ausencia de derechos y libertades fundamentales para con la ciudadanía. Esto sucede no únicamente por la forma de gobierno, sino también por la aplicación estricta y radical de la ‘sharia’, la ley islámica, lo que se traduce en, por ejemplo, la discriminación hacia las mujeres y el colectivo LGTB, siendo uno de los países del mundo con peores derechos para estas personas.

A pesar de las recientes reformas y la aparente voluntad de mejora, las mujeres no pueden prácticamente hacer nada si no tienen permiso de su tutor o guardián masculino. Solo recientemente han podido, por ejemplo, conducir o sacarse el pasaporte. Por otro lado, activistas han sido condenadas, encarceladas, torturadas y abusadas sexualmente. No existe la libertad de expresión. Los disidentes políticos son perseguidos y encarcelados sin juicios justos, como Raif Badawi, bloguero sentenciado a diez años de cárcel y cien latigazos. También se castiga la homosexualidad o cualquier práctica sexual que la legislación no considere adecuada.

Arabia Saudí es también el país del mundo que más aplica la pena de muerte. Entre enero de 1985 y junio de 2015 hubo 2208 ejecuciones por decapitación, la mayoría en público. En el año 2015, entre enero y septiembre, hubo 134 ejecuciones. Los motivos fueron desde el tráfico de drogas o el homicidio hasta la brujería, la apostasía o el adulterio.

Por último, la Casa de Saud ha sido señalada en innumerables ocasiones por sus grandes lujos, su vida ostentosa y la gran cantidad de casos de corrupción, que se asume como inherente a un país que recibe el nombre precisamente del apellido de sus gobernantes y donde el patrimonio público del estado y el patrimonio personal se desdibujan en una línea borrosa.

A pesar de todo esto, Arabia Saudí y su sistema de gobierno se han mantenido a flote gracias a su próspera economía y a la dependencia de las potencias occidentales del petróleo, lo que hace que la Casa de Saud suela ponerse del lado de la OTAN y sus aliados... y estos terminen mirando hacia otro lado.

Brunéi

Mapa de Brunei. Fuente: Wikimedia Commons
Mapa de Brunei. Fuente: Wikimedia Commons

Brunéi (oficialmente Estado de Brunéi Darussalam), es un pequeño país del Sudeste Asiático ubicado en el norte la Isla de Borneo, haciendo frontera con Malasia por tierra y con China por mar. Cuenta apenas con unos 420.000 habitantes.

No se sabe mucho de este pequeño país hasta el siglo XIV y XV. Antes de eso, todo lo que se sabe está basado en leyendas y suposiciones que los historiadores no han conseguido confirmar. Tuvo relación e influencia de las culturas e imperios de alrededor, muy especialmente de China, India e Indonesia.

Historia de Brunéi

Se sabe que el primer sultán de Brunéi fue Muhammad Shah, quien gobernó posiblemente entre 1363 y 1402, siendo el primer rey que se convirtió al Islam. Tras una pugna de poder de dos años tras su muerte, Ahmad ascendió como el segundo sultán, quien convirtió a Brunéi en un estado tributario de la Dinastía Ming de China, lo que fortaleció las relaciones entre ambos países.

Alrededor del siglo XVI, Brunéi entró en contacto con las potencias europeas, desarrollando relaciones comerciales (y también conflictivas) con Portugal. Con España, por ejemplo, no fue tan bien, siendo mucho más hostiles. A partir de 1565, las fuerzas españolas y de Brunei participaron en una serie de escaramuzas navales y, en 1571 los españoles que habían estado enviando expediciones desde México lograron capturar Manila de la aristocracia de Brunei que se había establecido allí. 

Brunei levantó varias flotas grandes con la intención de recuperar la ciudad, pero estas campañas no prosperaron. Finalmente, el ejército español consiguió ocupar Brunéi, pero se retiraron en 1578 víctimas de diversas enfermedades. Estos conflictos se dieron especialmente porque el sultanato de Brunéi hacía proselitismo del Islam por la región, incluyendo en propiedades españolas, como Filipinas, lo que enfadaba a los siempre católicos españoles.

Sin embargo, estos conflictos debilitaron considerablemente Brunéi, que entró en declive, especialmente durante una guerra civil que padeció entre 1660 y 1673, perdiendo muy buena parte de su territorio. Como nota de curiosidad, esta guerra comenzó por una disputa en una pelea de gallos.

Su mayor declive vino en el siglo XIX. En 1839, el sultán Omar Ali Saifuddin II se vio obligado a aliarse con Reino Unido para sofocar la rebelión en Sarawak. Esta relación terminó por transformar Brunéi en un protectorado británico hasta 1984. Bajo este protectorado, se sucedieron conflictos entre los sultanes y los británicos quienes, además, fueron cediendo más y más terreno a Sarawak, a menudo en contra de los deseos del sultán. Finalmente, Sarawak, hoy una región de Malasia, se convirtió también en protectorado británico en 1881.

Todo pareció cambiar con el descubrimiento de petróleo en 1928, lo que hizo que su economía despegara considerablemente. El sultán de Brunéi trató en diversas ocasiones de recuperar territorios perdidos mediante alianzas con Malasia y otros estados, pero nunca lo consiguió, en parte por la propia oposición del pueblo, que se alzó en la llamada Revuelta de Brunéi en los años 60 y que amenazó la estabilidad de la monarquía. Entre 1941 y 1944, estuvo ocupado por las tropas japonesas como parte de su campaña de la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945).

Tras un primer acuerdo en 1971, Brunéi pactó su independencia en 1983, declarándola en 1984. El crecimiento económico de sus extensos campos de petróleo y gas natural durante las décadas de 1990 y 2000, con un aumento del PIB del 56% entre 1999 y 2008, transformó a Brunei en un país industrializado. 

Funcionamiento del sistema de gobierno

Desde entonces, Brunéi ha sido una monarquía absoluta de carácter islámico. De hecho, en 2014, se aprobó un código penal basado en la ley islámica.

El sultán de Brunéi, que ha sido de la misma dinastía desde el siglo XIV, es la cabeza del Estado y del gobierno. El sultán Muda Hassanal Bolkiak está asistido por un Consejo privado, un Consejo de Ministros y un Consejo legislativo de 20 miembros. Según la constitución de Brunei de 1959, Su Majestad el sultán es el jefe de estado con plena autoridad ejecutiva. Desde 1962, esta autoridad incluye poderes de emergencia, que se renuevan cada dos años. Brunei ha estado técnicamente bajo la ley marcial desde la revuelta de Brunei de 1962. Desde entonces, no se han celebrado elecciones, por lo que las cámaras legislativas, que son consultivas, son nombradas por el sultán.

En materia de derechos humanos, concretamente derechos LGTBI, la homosexualidad ha sido siempre ilegal. En 2019 entró en vigor una ley que permite la ejecución mediante la lapidación en casos de adulterio o relaciones homosexuales o la mutilación de extremidades en caso de robo. Así, Brunéi se ha convertido en uno de los países más restrictivos, crueles y radicales, generando polémica a nivel internacional.

En la actualidad, el monarca cuenta con una fortuna que alcanza los 20.000 millones de dólares, una de las riquezas personales más grandes del mundo. Como le gustan las excentricidades cuenta con un palacio de más de 1500 habitaciones y una colección de más de cinco mil vehículos de lujo (entre ellos 165 Rolls-Royce). Además, la familia real tiene un estatus de absoluta veneración en el país.

Catar

El horizonte de la ciudad de Doha, Catar, una de las últimas monarquías absolutas. Autor: Romain.pontida, 09/02/2018, 12:10:41. Fuente: Wikimedia Commons ( CC BY-SA 4.0)
El horizonte de la ciudad de Doha, Catar, una de las últimas monarquías absolutas. Autor: Romain.pontida, 09/02/2018, 12:10:41. Fuente: Wikimedia Commons ( CC BY-SA 4.0)

El Estado de Catar es una pequeña nación ubicada en la península de Catar, haciendo frontera con Arabia Saudí, en Asia Occidental. Tiene unos 2 millones y medio de habitantes y, desde el descubrimiento de reservas de petróleo y de gas en 1940, el país ha mejorado notablemente su capacidad económica y su papel en el panorama internacional.

Catar es, además, la sede de Al-Yazira, la televisión más conocida del mundo árabe, fundada en 1996 y que también emite en inglés.

Historia de Catar

Como el resto de países de esta zona geográfica (a excepción de Omán, que se desarrolló de forma un tanto independiente), la historia de Catar está ligada a la de sus vecinos, como Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos. La península de Catar a formado parte de varios reinos y ha sido enclave de piratas y comerciantes por su posición geográfica.

El Islam llegó en el siglo VII y Catar entró a formar parte del Imperio Otomano. Estuvo también sometido al sultanato de Baréin, actualmente un país ubicado en una isla muy próxima a Catar. Sin embargo, en 1868, la familia noble de Catar, los Al-Thani, se aliaron con Reino Unido para conseguir la independencia. Una cuestión, como se ha visto, demasiado habitual.

Pero esto los enemistó con el Imperio Otomano, que ocuparon Catar en 1872. Aunque la dinastía Al-Thani reconoció la autoridad otomana, intentaron en diversas ocasiones la independencia, que finalmente conseguirían parcialmente en 1913. Con el fin del Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial, en 1916 Catar se transformó en un protectorado británico manteniendo la monarquía absoluta de Al-Thani. En 1968, Catar se unió a los Emiratos Árabes Unidos.

Tras años de relaciones con Reino Unido, en 1970 se acordó la independencia de la región. Se aprobó una Constitución ese año y el emir Ahmad bin Ali Al-Thani nombró a su heredero, Khalifa bin Hamad Al Thani, primer ministro. Éste, un año después, dirigió un golpe de estado contra su padre. Asumido el poder absoluto, inició una serie de reformas sociales y económicas, entre ellas, la nacionalización de las empresas petroleras, siendo beligerante con las acciones de Estados Unidos en la zona, especialmente durante los años 70.

Sin embargo, posteriormente, se ha alineado con Arabia Saudí y las potencias occidentales. En las últimas décadas, de hecho, ha apoyado a la OTAN en sus injerencias externas, por ejemplo, en la Guerra Civil Siria, en la Guerra de Libia o en Yemen.

Funcionamiento del sistema de gobierno

En 1995, Hamad Al Thani fue derrocado por un golpe de estado organizado por su hijo y heredero del mismo nombre mientras su padre estaba de vacaciones en Suiza y, tras consolidar su poder, aprobó varias reformas destinadas a democratizar el país: permitió la celebración de elecciones municipales en 1999 mediante sufragio universal y aprobó la libertad de culto, de expresión y de asociación mediante un referéndum, además de una nueva Constitución en 2003.

Esta Constitución ha contemplado la creación de una Asamblea legislativa de 45 miembros (15 designados por el emir y 30 mediante elecciones) que puede proponer leyes, aprobar los presupuestos anuales y fiscalizar al gobierno. Los gobernantes locales se eligen mediante elecciones.

Catar, al igual que Arabia Saudí, es afín al islamismo radical del wahabismo, pero de manera bastante más liberal que su vecino inmediato. La ley islámica o ‘sharia’ se aplica en el ámbito privado (como la familia) y a actos criminales muy concretos. Se puede consumir alcohol en clubes y hoteles (aunque son muy caros) y las mujeres gozan de más derechos que en el resto de países de la región. Una mujer fue elegida ministra en 2004 y pueden conducir y votar.

Sin embargo, el poder absoluto sigue estando en manos del emir o sultán. Los partidos políticos y sindicatos están prohibidos y no se respetan varias libertades fundamentales. Por ejemplo, las mujeres que sufren violación son acusadas de adulterio, que es delito en el país, por lo que todas estas reformas son todavía insuficientes.

Ciudad del Vaticano

Plaza de San Pedro, Ciudad del Vaticano, una de las últimas monarquías absolutas. Autor: DAVID ILIFF, 29/04/2007. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 3.0).
Plaza de San Pedro, Ciudad del Vaticano, una de las últimas monarquías absolutas. Autor: DAVID ILIFF, 29/04/2007. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 3.0).

La Ciudad del Vaticano es un pequeño territorio rodeado por Italia (concretamente, de la ciudad de Roma) donde se ubica la Santa Sede de la Iglesia Católica. Y sí, es reconocido como estado soberano e independiente desde 1929, cuando la jerarquía católica firmó los Pactos de Letrán con el gobierno fascista del dictador Benito Mussolini.

Debido a su poca extensión, con unos 800 es habitantes, es el país soberano más pequeño del mundo. La famosa basílica y la plaza de San Pedro desde la cual el Papa, cabeza de la Iglesia Católica, habla a sus fieles, ocupa casi una cuarta parte de todo el territorio.

Historia de Estado de Ciudad del Vaticano

La Ciudad del Vaticano, antes de ser un estado propio, formaba parte del Reino de Italia desde la unificación de todos los territorios italianos en 1870. Antes del inicio de una serie de revoluciones a lo largo del siglo XIX que llevarían a la unificación de toda Italia, todo el territorio estaba dividido en pequeños países. Uno de ellos era los Estados Pontificios, una basta extensión que, incluyendo Roma, estaban en manos de la Iglesia Católica y que fueron absorbidos por el Reino de Italia unificado en 1870.

Los Estados Pontificios fueron, entre el año 751 hasta 1870, el símbolo del poder terrenal del Papa y de la Iglesia Católica. Al funcionar como un estado más, el heredero de San Pedro era un jefe de estado como cualquier otro y participaba de la política y de la economía a nivel internacional, con el añadido de que era respetado al considerarse la representación de Dios en La Tierra. 

Debido a esto, los Estados Pontificios tuvieron facilidad para tejer alianzas y prosperar, siendo invadidos o sufriendo pérdidas territoriales en pocas ocasiones (por ejemplo, con la invasión de la Francia de Napoleón Bonaparte entre 1809 y 1814). De hecho, las famosas Cruzadas fueron convocadas por diversos Papas para que el resto de potencias europeas uniesen sus fuerzas para conquistar Tierra Santa.

Funcionamiento del sistema de gobierno

Hoy en día, aunque el Estado de Ciudad del Vaticano tiene un ínfimo territorio en comparación a los Estados Pontificios, el Papa sigue ostentando los poderes legislativos, ejecutivo y judicial, de forma que reúne todo el poder absoluto. Además, es necesario ser miembro ordenado de la Iglesia Católica para acceder a los puestos de poder, por lo que podría considerarse una monarquía absoluta teocrática, es decir, religiosa.

El aparato legislativo de Ciudad del Vatiano reside en la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano, una cámara formada por 7 cardenales elegidos por el Papa para un periodo de 5 años. Desde 1952, el Papa suele delegar en el presidente de la Comisión las funciones ejecutivas, por lo que actuaría como una especie de primer ministro. Antes de ese año, entre 1929 y 1952, existía la figura del gobernador, pero cuando murió, el puesto fue eliminado de facto.

Como gran diferencia de otras monarquías absolutas, el cargo no se hereda, sino que es elegido por el Colegio Cardenalicio, un órgano formado por todos los cardenales de la Iglesia Católica del mundo. El Papa lo es hasta que muere o hasta que abandona su puesto, algo que sólo ha sucedido siete veces en toda la Historia. El más reciente en 2013 con la renuncia de Benedicto XVI, después de cerca de 600 años sin que se diera este caso.

Es el único país del mundo en donde no hay votaciones populares para elegir cargos de gobierno. 

Como nota de curiosidad, la defensa del microestado recae sobre la Guardia Suiza, un cuerpo compuesto por un centenar de personas que data del siglo XVI a raíz de un acuerdo entre los Estados Pontificios y la Confederación Suiza. A pesar de ser el ejército profesional más pequeño del mundo, es famoso por su entrenamiento y preparación.

Actualmente, el jefe del estado y el Papa de la Iglesia Católica es el argentino Jorge Mario Bergoglio, nombrado como Francisco I.

Omán

El Palacio de los Sultanes en Mascate en Oman, una de las últimas monarquías absolutas. Autor: Ian Sewell, diciembre de 2016. Fuente: Ianandwendy, (CC BY-SA 3.0)
El Palacio de los Sultanes en Mascate en Oman, una de las últimas monarquías absolutas. Autor: Ian Sewell, diciembre de 2016. Fuente: Ianandwendy, (CC BY-SA 3.0)

Omán, oficialmente Sultanato de Omán, es un país situado en la península arábiga en Asia Occidental, haciendo frontera con Emiratos Árabes Unidos, Yemen y Arabia Saudí. Su economía se basa principalmente en la exportación del petróleo y el gas natural, de forma análoga a muchos países de la misma zona geográfica. Tiene unos 4 millones y 300.000 habitantes.

Historia de Omán

Omán tiene sus orígenes en el siglo III con la fundación del Reino de Omán, en la antigua Mesopotamia. Desde entonces ha tenido una Historia muy particular, pues al estar alejada del centro de la mayoría de los conflictos políticos, sociales y económicos, ha podido mantener su independencia y cierta estabilidad, desarrollando su economía a base del comercio.

En el siglo VII aceptaron el Islam y, a raíz de los conflictos en la península, mantuvieron una corriente ideológica un tanto independiente y al margen de los sucesos que rodeaban al país hasta la llegada de los europeos. Así, entre 1507 y 1650 el país estuvo ocupado y controlado por Portugal para vigilar y asegurar las rutas comerciales debido a su posición estratégica. Esto hizo que Omán empezara a ser tenido en cuenta, por lo que, por ejemplo, fue objetivo del Imperio Otomano, con el que mantuvo conflictos armados.

Con el paso del tiempo, el poder de Portugal mermó y pronto Reino Unido, Países Bajos e Irán se se apuntaron a esto del colonialismo. En 1741 el imán Ahmed ben Said, fundador de la dinastía que gobierna Omán actualmente, expulsó a los iraníes, que habían ocupado buena parte de su costa.

Para finales del siglo XVIII, Omán supo aprovechar su posición y se había convertido en una gran potencia naval y comercial. Entre 1710 y 1855, la expansión llegó incluso a la costa africana, pero la intervención de británicos y alemanes (que empezaban a repartirse la tarta del lugar) terminó con sus ansias de gloria. Así, a finales del siglo XIX, Gran Bretaña instaló en Omán un protectorado, quedando la casa reinante en el trono, como había sucedido con tantos otros países.

A partir de aquí, a lo largo del siglo XX, se dieron varios conflictos entre el sultán, gobernador de Omán, y el imán, cabeza visible del Islam, debido a que se veía al sultán como aliado de los británicos que impedían la independencia del país, como de hecho pasó en Irán.

Finalmente, entre 1964 y 1976, estalló un movimiento rebelde (la Rebelión Dhofar) contra el sultán que se constituyó en el Frente Popular para la Liberación de Omán y el Golfo Arábigo, de ideología comunista y socialista. Su objetivo es establecer una “república popular democrática” y expulsar al ejército británico de Omán.

Buscaban, además, crear una Constitución, quitar la ley marcial, reestablecer libertades básicas y proteger a las minorías y población vulnerable, además de la nacionalización de la economía, especialmente las empresas petroleras. El Frente fue ayudado por la Unión Soviética, mientras que el sultanato fue ayudado por Reino Unido con ayuda de fuerzas iraníes.

A pesar de todo, el sultán fue finalmente depuesto en 1970 tras un golpe de estado, pasando a gobernar su hijo, Qabus ibn Said. Además, la ONU se había pronunciado contra la represión constante del sultán y el apoyo de esta represión por parte de las fuerzas británicas, exigiendo la independencia del país. El nuevo sultán, viéndolas venir, dio un giro a la política: abrió el país, emprendió reformas económicas y siguió una política de modernización marcada por un mayor gasto en salud, educación y bienestar. La esclavitud fue prohibida ese mismo año.

En 1975, la rebelión fue finalmente sofocada y se inició un proceso de estabilización de la zona.

En los 80 y los 90 se introdujeron reformas políticas que capacitaron a toda la población para votar a los miembros del parlamento, hasta que, finalmente, en el año 2002 este derecho se amplió a todos los mayores de 21 años. En 2004, el sultán nombró a la primera ministra con cartera de Omán, Sheikha Aisha bint Khalfan bin Jameel al-Sayabiyah.

Durante la llamada Primavera Árabe de 2011, las protestas sacudieron el país exigiendo mejoras y reformas en la política y en lo social, pero fueron contestadas mediante represión y detención de activistas, si bien se adaptaron algunos cambios.

Funcionamiento del sistema de gobierno

Omán es una monarquía absoluta donde todos los poderes están en manos del sultán, cuyo cargo es hereditario. El sultán escoge a los miembros de su gabinete de gobierno. En 1990 se creó la Majlis ash-Shura, una Cámara Baja, que consta de 83 miembros elegidos por la ciudadanía cada cinco años. En 1997 se creó la Majlis ad-Dawla, una Cámara Alta, de 41 miembros elegidos directamente por el sultán. El sultán también elige a los gobernadores locales ante la propuesta de los gabinetes locales. Ambas cámaras constituyen el Consejo de Omán.

Todas estas cámaras tienen funciones meramente consultivas, si bien se encargan de ciertas tareas, como preparar borradores de leyes o hacer de punto de encuentro de diferentes gobiernos locales. En 2011, debido a las protestas ciudadanas, se delegaron varias competencias al Consejo.

No existen partidos políticos, las libertades están bastante limitadas y no hay una Constitución. Sin embargo, debido a que la corriente del Islam que se desarrolló allí es bastante particular y moderada, apenas se dan casos de islamismo radical y/o de carácter yihadista, por lo que es el país más estable de toda la zona geográfica.

Tras la muerte de Qabus ibn Said en enero de 2020, el nuevo sultán es Haitham bin Tariq Al Said.

Suazilandia

Mapa de Suazilandia de "CIA World Factbook". Fuente: Wikimedia Commons
Mapa de Suazilandia de “CIA World Factbook”. Fuente: Wikimedia Commons

Suazilandia o Esuatini, oficialmente Reino de Suazilandia o Reino de Esuatini, es un pequeño estado soberano situado al sur de África, haciendo frontera con Sudáfrica (que prácticamente lo rodea) y con Mozambique. No llega al millón y medio de habitantes.

El territorio ha estado ocupado desde hace miles de años, descendiendo de la tribu de los swazi, aunque con influencia de otras tribus y culturas de la zona como los ndebele, los zulú o los xhosa.

Historia de Suazilandia

Sobhuza I o Ngwane IV fue el primer rey de los swazi que se estableció en la Sualizandia actual en 1815 y, aliándose con zulúes y otras tribus bastante desorganizadas y diezmadas a causa de múltiples conflictos armados, comenzó a expandirse, derrotando a enemigos ancestrales como los nguni, pueblos que llevaban allí centenares de años. Así, llegó a conquistar el territorio que hoy se conoce como Suazilandia.

Este rey murió a causa del enfrentamiento con los boeres y los afrikaners, colonos neerlandeses, británicos, belgas, portugueses… que residían en esos territorios como consecuencia del colonialismo de las potencias europeas.

Los colonos crearon la Colonia de Transvaal, que incluía Suazilandia, hasta que se sucedió la guerra de los boeres, en la que estos colonos buscaron gobernar los territorios africanos de forma independiente. En 1906, Gran Bretaña consiguió imponerse a los colonos en estos conflictos y Sualizandia quedó bajo el protectorado británico.

En los años 60, se desarrollaron multitud de movimientos políticos, tanto de izquierdas como de derechas, que buscaban la independencia del territorio. Uno de los más populares era el Congreso Nacional Libertario Ngwane, de naturaleza socialdemócrata. Debido a la presión popular, se prepararon elecciones para 1964. En ese momento, las elecciones se hacían para dos cámaras: una que defendía los intereses de los colonos blancos y otra que velaba por los de los swazis nativos.

El rey Shobuza II y los sectores más ultraconservadores crearon ese mismo año el Movimiento Nacional Imbokodvo, buscando así retener el poder, puesto que el resto de partidos abogaban por la transición hacia formas democráticas de gobierno. Ese mismo año, consiguió 8 escaños de 24, quedando primera fuerza y formando gobierno.

En los comicios de 1967, se hicieron con todos los escaños, especialmente debido a conflictos internos en el resto de partidos, nombrando a Makhosini Dlamini primer ministro. Un año después,  el rey declaró la independencia de Suazilandia. Desde entonces, todos los primeros ministros son del llamado Clan Dlamini, descendientes directos de la Familia Real.

En 1972, el Movimiento Nacional Imbokodvo arrasó, perdiendo solo tres diputados, en favor del izquierdista Movimiento Popular Democrático Unido (PUDEMO). Solo un año después, la Constitución y las instituciones democráticas fueron cambiadas por otras, instaurándose una monarquía absoluta. Todos los partidos políticos y sindicatos fueron prohibidos, excepto el Imbokodvo.

En 1986, tras la coronación del nuevo rey, Mswati III, se convocaron elecciones solo estando legalizado este partido y se eliminaron definitivamente los últimos vestigios democráticos. 

Ante las presiones populares, en 1992 volvieron a legalizarse los partidos (en forma de “asociaciones políticas”) y se celebraron elecciones en 1993. Sin embargo, solo podían presentarse candidatos independientes, una prohibición que se mantuvo en los comicios de 2003. Además, muchos partidos siguen ilegalizados a día de hoy y la actividad política está bastante limitada y perseguida.

Las presiones hicieron que se redactara una Constitución después de que fuera abolida la última en 1972. Finalmente, la nueva carta magna se aprobó y entró en vigor en 2006, pero ha recibido numerosas críticas por no respetar los derechos humanos y las libertades fundamentales.

Funcionamiento del sistema de gobierno

Así, hasta la fecha, Suazilandia, renombrada Esuatani en 2018, es gobernada mediante una monarquía absoluta. El cargo de rey, aunque es hereditario, es elegido por la Familia Real en lugar de ser por herencia directa puesto que en este país los hombres pueden tener a varias esposas.

Así, la familia decide qué esposa será nombrada Indovuzaki, traducido como Reina Madre, Gran Esposa o Gran Elefanta), que gobernará junto al rey y cuyo hijo será el heredero. Las dos primeras esposas no pueden ser elegidas para esto, ya que son seleccionadas por consejeros del rey y tienen funciones dentro de los rituales tradicionales. Además, la primera será escogida de la tribu Matsebula y la segunda de la tribu Motsa.

Existe un Parlamento, el Libandla, compuesto por la Cámara Alta o Senado y por la Cámara Baja o Asamblea. La Asamblea está compuesta por 65 miembros, de los cuales 55 son elegidos por las tinkhundlauna suerte de distritos territoriales basados en los territorios de cada tribu y que hacen la función de circunscripción electoral, a razón de un diputado por tinkhundla. Los otros 10 son designados directamente por el rey. El Senado consta de 30 miembros: 20 nombrados por el rey y 10 por la Asamblea.

Aunque se celebran elecciones cada cinco años, están seriamente limitadas y, al fin y al cabo, el Parlamento solo tiene funciones meramente consultivas. Los jueces son directamente nombrados por el rey.

Debido a todo lo expuesto, el país ha sido denunciado en numerosas ocasiones por vulneraciones de los derechos humanos, incluyendo ataques a las libertades fundamentales, detenciones arbitrarias, torturas e incluso asesinatos. Además, también se ha denunciado las condiciones de semiesclavitud de los trabajadores, que llegan a trabajar hasta 60 horas en condiciones deplorables.

Los derechos de las mujeres o del colectivo LGTB también están considerablemente vulnerados. Por ejemplo, el divorcio o el uso de minifaldas está prohibido.

Además, el actual, Mswati III, es frecuentemente criticado por vivir rodeado de lujos, incluyendo una colección de coches de lujo y mansiones en las que ubica a sus numerosas esposas. Todo ello en un país donde casi el 40% de la población está desempleada, un porcentaje similiar tiene el VIH y más del 70% vive con menos de un dólar al día.

Suazilandia es la última monarquía absoluta de África.

El fin de las monarquías absolutas

Felipe VI, rey de España, con  Salmán bin Abdulaziz, rey de Arabia Saudí. Autor: Itxaso Domínguez, 18/01/2017. Fuente: elDiario.es (CC BY-ND-NC 2.0.)

Lo primero que cabe preguntarse es cómo puede ser que estos países sigan manteniendo estos sistemas de gobierno. No se trata únicamente de que una familia (o alianza de familias) ostenten todo el poder absoluto y puedan prácticamente hacer lo que deseen, sino que, además, las libertades civiles y básicas están seriamente restringidas.

Con la excepción de Ciudad del Vaticano, en general, se trata de gobiernos ultraconservadores, tiránicos, con un fuerte culto a los líderes y contrarios a toda justicia social e igualdad, incluyendo la libertad de prensa, expresión, de culto y, por supuesto, contrarios a la igualdad, ya sea de género, del colectivo LGTB o de las minorías, con varias diferencias entre ellos.

En general, lo que se observa, es que todos o casi todos comparten nexos comunes: se basan en un fuerte fervor religioso (islámico o católico en el caso de Ciudad del Vaticano) que justifica el poder absoluto, fueron protectorados y/o aliados de potencias durante la época colonial y/o imperialista, se alinearon más tarde del lado de las potencias occidentales y poseen amplios recursos económicos que aseguran su estatus en el panorama internacional (por eso a Omán, Baréin o a Arabia Saudí se les ha llamado petromonarquías).

Por lo tanto, puede deducirse que si estos países siguen manteniendo estas formas tiránicas de gobierno, es porque buena parte de la comunidad internacional las está legitimando, por mucha denuncia que se haga. Al tiempo que se señala a ciertos países, como Libia o Venezuela, de ser dictaduras y de violar los derechos humanos, no salta tanto a los periódicos el respaldo que los países, supuestamente democráticos, están dando a dictaduras totalitarias anacrónicas para la época en la que vivimos.

Si se quiere poner fin a las monarquías absolutas, se les debe dar la espalda mediante una condena firme de la comunidad internacional. Por mucho menos, se han impuesto bloqueos económicos verdaderamente sangrientos. Aunque a menudo los intereses económicos y políticos pesen más, la dignidad de las personas debería ser lo primero. Y, mientras no sea así, el fin de las monarquías absolutas no será posible.

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