65 años de la muerte de Alfonso de Borbón a manos de su hermano Juan Carlos

29 de marzo de 1956, un joven Juan Carlos juega junto a su hermano Alfonso en una habitación de  la residencia de la familia real en el exilio en Villa Giralda, Portugal. De pronto se oye un disparo, y Alfonso muere en el acto. Solo hubo un testigo. El resto es historia y especulación. 

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Juan Carlos II junto a su hermano Alfonso de Borbón.
65 años de la muerte de Alfonso de Borbón a manos de su hermano Juan Carlos

Aquel 29 de marzo de 1956, festividad de Jueves Santo, Alfonso comenzó el día acudiendo junto a toda su familia a la misa matutina. A primera hora de la tarde, Alfonso debía acudir al Club de Golf de Estoril, donde competía en la Taça Visconde Pereira de Machado.​ Alfonso era un apasionado de este deporte, al igual que su padre, algo que le había acercado mucho a este. Aquel día Alfonso disputó, y ganó, la semifinal de la competición. Tras ello, regresó a Villa Giralda, hogar de la Familia Real desde 1949, junto a su padre y su hermano, que le habían acompañado al torneo. La familia al completo volvería a salir una vez más, esta vez para asistir a la misa vespertina que se iba a celebrar a las seis de la tarde. Acabada la celebración eucarística, y debido al mal tiempo, todos regresaron a la casa para pasar el resto de la tarde.

Alfonso y Juan Carlos subieron a la planta de arriba. Hacia las ocho, jugueteando con un arma corta, Alfonso recibió un disparo. La bala provenía de un revólver de pequeño calibre, que, salvo que afectara a zonas vitales, era prácticamente inofensiva; pero a Alfonso le alcanzó la cabeza, por lo que murió de forma casi instantánea.

Cuando los condes de Barcelona subieron al cuarto de juegos, su hijo menor yacía sobre un charco de sangre. Pese a los esfuerzos del padre por reanimarle, el infante murió en sus brazos.​ Acto seguido, don Juan, según diversas fuentes, cubrió el cuerpo de su hijo con una bandera de España y, volviéndose hacia Juan Carlos, le espetó: «¡Júrame que no lo has hecho a propósito!». A las ocho y media, Joaquín Abreu, el médico de la familia acudió a Villa Giralda, pero no pudo salvarle.

Disparidad de versiones

Al día siguiente, la prensa portuguesa publicó el comunicado oficial que había emitido la embajada española: "Mientras su Alteza el Infante Alfonso limpiaba un revólver aquella noche con su hermano, se disparó un tiro que le alcanzó la frente y le mató en pocos minutos. El accidente se produjo a las 20:30, después de que el Infante volviera del servicio religioso del Jueves Santo, en el transcurso del cual había recibido la santa comunión".

La versión oficial del Gobierno español difería mucho de la realidad, pues Franco en persona había impuesto que se silenciaran los detalles sobre lo ocurrido. Sin embargo, en los días siguientes, se supo que era Juan Carlos quien sostenía el arma, así que fue la disparidad de versiones, más que el hecho en sí, lo que sembró las dudas entre parte de la opinión pública. Las circunstancias exactas no se conocen con seguridad y las versiones varían más o menos según la persona que las cuente. El propio Juan Carlos contó a su amigo Bernardo Arnoso que había apretado el gatillo desconociendo que el revólver estaba cargado y que, tras rebotar en una pared, impactó en el rostro de su hermano.

María de las Mercedes aseguró en su autobiografía que el conde de Barcelona había prohibido jugar a sus hijos con la pistola porque el día anterior habían estado disparando a las farolas. Pero que, aquella tarde, los infantes habían cogido igualmente el arma para disparar contra una diana. Poco después de las ocho el arma se disparó. Posteriormente, la misma María de las Mercedes sugirió la posibilidad de que su hijo Juan Carlos apuntara en broma a Alfonso y disparara sin percatarse de que el arma estaba cargada.​ Según un reportaje de la periodista Françoise Laot, basado en las entrevistas concedidas por María de las Mercedes, habría sido la propia condesa de Barcelona la que abrió el secreter donde se guardaba el arma, permitiendo a sus hijos que jugaran con ella.

Entierro

Alfonso fue enterrado el 31 de marzo en el cementerio de Cascaes. A su funeral, oficiado por el nuncio papal en Portugal, asistieron diversas personalidades de varios países, entre ellas, Francisco Craveiro, presidente de la República Portuguesa, que acudía en representación del Gobierno luso. Por su parte, España estaba representada únicamente por Ignacio de Muguiro, ministro plenipotenciario, debido a que el embajador, Nicolás Franco (hermano del General), estaba recuperándose de un accidente. Sin embargo, entre los muchos mensajes que llegaron para dar el pésame a la familia, se encontraban uno del general Franco y otro de Carmen Polo, su esposa.

Una vez acabados los actos, don Juan arrojó el revólver al mar. Sobre esta arma, el historiador Paul Preston, autor del libro Juan Carlos. El rey de un pueblo, comenta que se ha especulado mucho sobre su origen y que existen diversas versiones, tales como que se trataba de un regalo que Franco había hecho a Alfonso; que el regalo era del conde de los Andes; o que alguien se la había dado a Juan Carlos en la Academia Militar.15​ Sobre este tema, en la citada autobiografía de María de las Mercedes se puede leer: «[...] de Madrid habían traído los hermanos una pequeña pistola de seis milímetros, que nunca se ha contado quién les regaló».

Alfonso permaneció enterrado en Portugal durante treinta y seis años hasta que, a petición de su padre, fue trasladado a España, ya durante el reinado de Juan Carlos. En octubre de 1992, sus restos fueron exhumados en presencia del duque de Alburquerque, jefe de la Casa del Conde de Barcelona, y de José Joaquín Puig de la Bellacasa, embajador de España en Portugal.20​ El 15 de octubre fue trasladado a su morada definitiva, en el Panteón de Infantes del Monasterio de El Escorial.

Consecuencias de la tragedia

A resultas de la tragedia, Juan Carlos, que se volvió taciturno y retraído, fue enviado de vuelta a Zaragoza, mientras que su madre cayó en una profunda depresión por la que hubo de ser ingresada durante un tiempo en una clínica cercana a Fráncfort.

En los meses siguientes, Jaime de Borbón, tío de los infantes, enfrentado con el conde de Barcelona por cuestiones dinásticas,​ criticó la actuación de su hermano y exigió que se llevara a cabo una investigación judicial.​ Sobre ello, el historiador Paul Preston opinó que «la mezcla de insensibilidad y pura malevolencia demostradas por don Jaime era inaudita».

Años más tarde, Franco, ante el propio conde de Barcelona, justificó con las siguientes palabras su idea de que lo mejor era mantenerle lejos del trono:

"Mírese Vuestra Alteza a sí mismo: dos hermanos hemofílicos [Alfonso y Gonzalo], otro sordomudo [Jaime]; una hija ciega [Margarita]; un hijo muerto de un tiro [Alfonso]. A los españoles, tantas desgracias acumuladas sobre una sola familia no puede agradarles".

 

Fuentewikipedia.org