2002-2020 Nunca Máis Prestige

13 de noviembre de 2002, el petrolero monocasco Prestige se accidenta en una tormenta mientras transita cargado con 77.000 toneladas de petróleo frente a la Costa da Morte, Galiza. Tras varios días de una incomprensible y torpe maniobra para alejarlo de la costa gallega, se acaba hundiendo a unos 250 km de la misma. El vertido de la carga causó una de las catástrofes medioambientales más grandes de la historia de la navegación, tanto por la cantidad de contaminantes liberados como por la extensión del área afectada, una zona comprendida desde el norte de Portugal hasta las Landas de Francia. El derrame de petróleo del Prestige ha sido considerado el tercer accidente más costoso de la historia,​ pues la limpieza del vertido y el sellado del buque tuvieron un coste de 12.000 millones de dólares según algunas fuentes,​ el doble que la explosión del Challenger, pero por detrás de la desintegración del Columbia y el accidente nuclear de Chernobyl. 

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Manifestación en Santiago de Compostela el 1-12-2002 convocada por Nunca Mais por la gestión de la catástrofe del Prestige. Foto: Mariano Grueiro.
2002-2020 Nunca Máis Prestige

Testimonios y recuerdos de Ecoloxistas en Acción Galiza - Fuente: Nueva Revolución

“El dolor por la catástrofe convivió con la alegría por la magnitud de una respuesta social que no esperaba,  después de unos cuantos años de activismo ecologista. A día de hoy, veo el Prestige como una oportunidad perdida  para cuestionar nuestra adicción al petróleo.” 

[Xosé Veiras García]

Un funesto 13 de noviembre de 2002 se produjo el mayor desastre ecológico de la historia de Galicia. Una terrible noche de temporal, el petrolero monocasco Prestige sufrió una vía de agua cuando navegaba a 28 millas (52 km) del cabo Fisterra. Las autoridades españolas comenzaron un rocambolesco periplo remolcando el barco hasta que se partió en dos el día 19 de noviembre. Como consecuencia de ello, llegaron a nuestras costas varias decenas de miles de toneladas de fuel oil (chapapote), que luego se extendieron por toda la costa cantábrica y el sur de Francia, produciendo una de las mayores mareas negras de la historia. Las olas de fuel y muerte batieron contra los acantilados de la Costa da Morte, contra las Islas Cíes y Ons, contra las enormes y solitarias playas desde A Lanzada hasta Nemiña. 

“La impotencia de saber que se podría haber evitado y de que, 18 años después, podría volver a pasar. El gran error es pensar que los ecosistemas se regeneran. Me da asco la ineptitud que muchos mostraron durante el desastre del Prestige  y lástima de sabernos responsables de que el ecosistema de la Costa da Morte no se recuperará.”

[Montse Valencia León]

Ante la incompetencia y la falta de medios de Xunta y Gobierno, cientos de marineros se lanzaron a defender las rías, pescando con sus redes y sus propias manos el chapapote. La sociedad civil autoorganizada, las cofradías de pescadores, las mariscadoras, las asociaciones, fueron las que dieron respuesta a la catástrofe ante la incomparecencia de las autoridades. Se generó también una ola de solidaridad en todo el Estado y en muchos países , acudiendo miles de voluntarios/as, una marea blanca frente a la marea negra, para limpiar de chapapote las costas gallegas, trabajando durante varios meses. Fueron días de lágrimas y dolor, de mentiras y rabia que despertaron en el pueblo gallego una oleada de indignación que anegó la plaza del Obradoiro 6 veces en la histórica manifestación del 1 de diciembre de 2002. 

“Me impresionó el olor a fuel en Aguiño, la autoorganización del pueblo cuando fui de voluntario al Grove, la Praza do Obradoiro llena de 200.000 paraguas bajo la lluvia. La Marea negra se convertió en una marea de dignidad.”

[Xaquín Pastoriza Cerviño]

200.000 paraguas que repetían como un eco la frase mágica «Nunca Máis». Orgullo y dignidad, vestidas de negro y azul, de un pueblo que gritaba basta a la burla negra de desastres ecológicos que periódicamente azotaban nuestras costas. Polycommander, Urquiola, Andros Patria, Casón, Mar Egeo, la lista de la infamia, nombres clavados en nuestra memoria colectiva como el chapapote en las rocas. 8 de los 13 mayores accidentes con vertidos de petróleo en las últimas 6 décadas se han producido en las costas de Galicia. 

La movilización de la sociedad gallega, articulada en la amplia plataforma Nunca Máis llegó hasta la Puerta del Sol, con una enorme marcha hacia Madrid para exigir justicia, respeto y reparación. Estábamos hartos de que nos tomaran el pelo con los «hilillos de plastilina» y las «playas espléndidas». El Gobierno y la Xunta intentaban minimizar el alcance de la tragedia para ocultar su pésima gestión. La realidad, que les azotaba en la cara, era la absoluta carencia de recursos y medios, su total incompetencia para acometer la protección y limpieza de las zonas contaminadas. Esa oleada movilizadora que abarcó mucho más allá del movimiento ecologista, inundando centros de enseñanza, centros de trabajo, cada puerto y cada balcón produciendo un auténtico seísmo que despertó nuestra conciencia como pueblo y nos devolvió la dignidad. 

“Recuerdo llegar a Oia con la marea blanca, sin convocatoria. El frío de la madrugada, el olor a combustible, el silencio de las personas que se organizaban y trabajaban sin mando, sin palabras, que iban ocupando directamente su puesto, como sí había estado asignado de antemano. Levantar la mirada hacia el mar y ver esa espesa alfombra de petróleo que parecía irreal o deseabas que lo hubiera ido. Angustia.”

[Ana Prado]

18 años después los efectos del vertido del Prestige todavía están presentes en la Costa da Morte, pudiéndose observar todavía a simple vista. Aún queda chapapote bajo la arena. Nos encontramos ante otra prueba más de cómo, cuando se produce un gran desastre ecológico, sus efectos perduran durante años o incluso décadas. Por ello, es necesario que se adopten por parte de las autoridades todas las medidas necesarias para evitar que se vuelvan a producir este tipo de accidentes. 

Conviene recordar que el 70 % del transporte marítimo europeo pasa frente a Galicia, unos 40.000 barcos al año, y aproximadamente uno de cada tres (38 al día) transporta mercancías peligrosas, además de su combustible. Recordemos el accidente del quimiquero Blue Star en la Ría de Ares el año pasado. 

“Recuerdo como si fuera ayer ver las gaviotas con manchas de chapapote en el río Miño en Ourense, una pequeña señal del desastre al que las aves se enfrentaban en la costa. Nunca  sabremos cuántas murieron, recuerdo que algunos apuntaban a que sería el fin de las últimas parejas de arao, y finalmente, seguramente fue así. El dolor, a día de hoy, sigue presente, pues el daño al medio ambiente sigue ahí.”  

[Alberto Rivero Saeta]

Ecologistas en Acción pide reclamar también una rápida y adecuada actuación, justo lo contrario de lo que se hizo con el Prestige, para evitar que el accidente pase a convertirse en una catástrofe ambiental. Es necesario mejorar la coordinación de medios operativos permanentes y unidades de vigilancia marítima, así como el aumento de la cantidad y calidad de las inspecciones de los buques que atracan en el litoral de Galicia. Hay pequeños Prestige diarios, en forma de sentinazos. Tenemos también que romper con este modelo dependiente del petróleo, cuyas desgraciadas consecuencias para el planeta conocemos. Tengamos siempre presentes estas imágenes, hagamos memoria de esta tragedia, pero también de esta lucha, para que un desastre así no vuelva a repetirse «Nunca Máis».