WIFI y electromagnetismo: ¿nos afecta?

Estudios carentes de buena base científica crean alarma social sobre este tema

Stock Snap
Las ondas WiFi son radiaciones no-ionizantes que generan muy poca energía (STOCK SNAP)
WIFI y electromagnetismo: ¿nos afecta?

“No duermas con el móvil que es muy malo para la salud”. “No te lo pongas en el bolsillo del pantalón que te puedes quedar estéril”. “Apaga el WiFi por la noche que las ondas no son buenas”. Todas ellas suenan a frases de abuelas o madres apocalípticas que piensan que las nuevas tecnologías son lo peor de lo peor y que todas las enfermedades que tenemos vienen producidas porque vivimos rodeados de aparatos. Ojo, que no queremos echarle la culpa a las pobres señoras de crear alarma social, sino más bien todo lo contrario. Ellas que cada vez son más expertas y felices enviando y recibiendo “guasás”, de pronto leen en alguna revista o ven en la televisión que un estudio ha confirmado que “Llevar el móvil en el bolsillo perjudica la fertilidad de los hombres” o que “Dormir con el móvil no es bueno para la salud” y se ponen a sermonearnos para que dejemos de usarlos tanto (aunque ellas no dejen de hacerlo, porque dicen que solo lo cogen de vez en cuando). ¿Realmente tienen razón? ¿Las ondas electromagnéticas afectan a nuestra salud? Buscando y buscando sobre el tema, nos hemos encontrado con una respuesta bastante clara: NO, o por lo menos no hay evidencia científica de ello. Pero para que no nos tachéis de escépticos, vamos a intentar argumentarlo con informaciones, estudios e investigaciones sobre la materia. Empezando por los dos asuntos que más preocupan a las madres.

  • Dormir con el móvil o llevarlo en el bolsillo

En el año 2014 investigadores de la Universidad de Exeter en Reino Unido, realizaron un examen exhaustivo sobre casi 1.500 muestras de esperma para esclarecer los efectos de las radiaciones que emiten los móviles. Tras el estudio descubrieron que los sujetos que al comienzo tenían espermatozoides con movilidad normal, vieron como esta se reducía una media de un 8% tras exponerse a los teléfonos móviles. Pero este es uno de los pocos estudios que hemos encontrado sobre la materia y es de hace unos cinco años. Además, debido a que la muestra elegida fue tan solo de 1.492 individuos, los resultados provocaron gran controversia, pero aún así levantaron bastante alarma social. En una investigación más reciente, la llevada a cabo por la Dra. Ashley Tiegs, de la clínica de reproducción asistida IVI en New Jersey y el Doctor Nicolás Garrido, director de la Fundación IVI en España, se examinó el recuento total de espermatozoides móviles en hombres tratados en sus clínicas y se dedujo que la calidad del esperma ha empeorado en los últimos años, pero la falta de estudios sobre la materia hace casi imposible apuntar a cuales son las causas exactas.

“Existen muchas investigaciones acerca de los efectos adversos del estilo de vida tóxico y la exposición constante a influencias ambientales negativas sobre la calidad de los espermatozoides, pero aún no se sabe con exactitud cómo de nocivos resultan estos factores", Dr. Nicolás Garrido, director Fundación IVI.

Otro de los mitos más populares en torno a los efectos dañinos de los móviles, es el de que dormir junto al celular es perjudicial. Es cierto que dejarlo en la mesilla de noche puede afectar a nuestra salud emocional y física, varios estudios lo confirman, pero aquí el problema no lo produce las ondas que salen de él, sino más bien el efecto invasivo que su uso provoca en nuestros hábitos. Irnos a la cama con el móvil puede provocar retrasos a la hora de dormir o interrupciones del sueño para consultar si tenemos notificaciones nuevas, lo que puede causar alteraciones en nuestro reloj biológico mientras dormimos y por lo tanto, derivar en enfermedades cardíacas, diabetes, depresión e incluso cáncer. Pero estas enfermedades vendrían causadas por unos hábitos de sueño poco saludables por utilizar el móvil a las noches de manera prolongada en el tiempo, no porque las ondas que emiten las causen directamente.

  • Las ondas WiFi son inofensivas

Una de las afirmaciones que más preocupa a la sociedad es la de que el WiFi provoca cáncer, pero no hay evidencias científicas de que los campos electromagnéticos y este tipo de enfermedades estén relacionadas. Para intentar esclarecer por qué este tipo de ondas son inofensivas, primero tenemos que hablar de la naturaleza de las mismas. Son radiaciones no-ionizantes, lo que quiere decir que la energía que generan es tan baja que no es capaz de producir mutaciones en el ADN, como si lo hacen otras fuentes de radiación como pueden ser los rayos X (cuando se expone a ellas de manera prolongada). Para que os hagáis una idea, la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluye a este tipo de ondas dentro de la misma categoría de “posible cancerígeno” (Grupo 2B) que otros elementos como el café, la naftalina o el aloe vera. Pero no confirma directamente que produzcan esta enfermedad, sobre todo por la falta de evidencias y estudios que lo reafirmen.Ondas

  • Estudios confrontados sobre los teléfonos móviles

Algo parecido ocurre con las ondas que emiten los teléfonos móviles, ya que también son radiaciones no-ionizantes y tampoco hay una evidencia clara de que sean dañinas para nuestra salud. En este aspecto si que hay más estudios sobre la materia, pero por cada investigación que asegura que las ondas electromagnéticas pueden producir ciertas enfermedades, hay también algún estudio que desmiente estas informaciones. Son muchos los que argumentan que la mayoría de estos trabajos están incompletos o están hechos sobre muestras muy escasas o sobre animales. En este sentido, la experta en biomedicina Esther Samper, que es una defensora de la idea de que las ondas electromagnéticas no tienen efectos nocivos sobre la salud humana, ha publicado hace poco un artículo en eldiario.es argumentando por qué algunos de los estudios realizados sobre el tema muestran informaciones poco fiables. La licenciada en Medicina apunta que es cierta la existencia de muchos estudios que concluyen qué las radiaciones de los móviles tienen efectos perjudiciales para la salud, pero también deja claro qué quienes los defienden ocultan qué en ellos hay muchos detalles de baja calidad. Habla del caso particular de Ecologistas en Acción que para defender su postura de lo peligrosa que es la telefonía móvil, muestra un compendio de artículos que apoyan lo que ellos defienden, pero omiten que hay otra gran cantidad de investigaciones en las que no se encuentran dichos efectos perjudiciales y cuyas metodologías son mucho más rigurosas.

“Tampoco analizan con detalle la baja calidad metodológica de los estudios, ni sus características. Además, se hace caso omiso a grandes estudios con grandes poblaciones y realizados durante multitud de años que no encuentran una relación entre el uso del móvil y el riesgo de padecer cáncer”, Esther Samper.

Otro ejemplo es el del físico Alberto Nájera López, que en su artículo "El wifi es una amenaza importante para la salud humana, ¿o no?" habla de un estudio de Martin L. Pall que recopilaba referencias de diferentes investigaciones a través de las cuales se concluía que el WiFi produce numerosos daños. Pero Nájera muestra las carencias que hay en él a través de un análisis pormenorizado, exponiendo muchos fallos metodológicos, como por ejemplo que tan solo dos de los 23 estudios recopilados fueron hechos en humanos.

Además, algunos organismos se han centrado también en buscar la veracidad de los datos que se exponen en los trabajos que demonizan a las nuevas tecnologías y han presentado contrainvestigaciones para negar que las radiaciones de los móviles produzcan cáncer. Así lo asegura por ejemplo, una Comisión de Expertos del Instituto de Salud Pública de Noruega, que tras evaluar gran cantidad de material sobre el tema y llevar a cabo estudios de población, concluyó que sí es cierto que en algunas ocasiones se produce calentamiento perjudicial del tejido por este tipo de ondas, pero no se observaban efectos dañinos para la salud.

En Europa un órgano tan importante como la Comisión Europea ha emitido también un dictamen para examinar los datos más recientes sobre los efectos para la salud de las últimas tecnologías:

“Tras un análisis detallado de todos los datos recientes relevantes, no se han encontrado pruebas concluyentes que demuestren que los CEM (Campos Electromagnéticos) son peligrosos, lo que resulta alentador. Sin embargo, se debe seguir investigando, especialmente en lo que se refiere a la exposición a muy largo plazo y los posibles riesgos de la exposición a múltiples fuentes.”, Comisión Europea.

  • Alergia al WiFi

Aún con todos estos estudios que confirman que no hay evidencias claras de que las ondas electromagnéticas produzcan daños a nuestra salud, muchas organizaciones siguen apoyando la postura opuesta, incluso se ha establecido el 24 de junio como Día Internacional contra la Contaminación Electromagnética. Algunos grupos medioambientales como Ecologistas en Acción aprovechan esta fecha para “denunciar el crecimiento insostenible de la contaminación electromagnética, asociada a a la proliferación descontrolada de infraestructuras eléctricas y redes de telecomunicación, que se ha convertido en un problema medioambiental y de salud pública”.

A esta preocupación que plantean algunas entidades, se le suma el hecho de que en la última década está creciendo en la sociedad el número de personas que aseguran sufrir hipersensibilidad electromagnética o lo que es lo mismo, alergia al WiFi. Aquí vuelve a pasar lo mismo que ocurre con las afirmaciones de que los móviles provocan cáncer, que la ausencia de evidencias claras es mucho mayor que los casos que aseguran sufrir esta patología. Quienes dicen padecerlo coinciden en señalar a las pantallas de televisión, ordenadores, a los teléfonos móviles y sus estaciones de base (redes WiFi), de ser las causantes de sus dolores de cabeza, sensación de ahogo, confusión mental, dificultad de concentrarse, fatiga o incluso erupciones en la piel.

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La primera sentencia europea que reconoció a una mujer una pensión por padecer electrosensibilidad fue en el año 2015 en Francia. En el Estado español una de las últimas ha sido la que reconoció el Tribunal Superior de Justicia de Aragón a principios de este año a un trabajador del área de telecomunicaciones de Endesa, al que se le aceptó como accidente de trabajo la electrohipersensibilidad que se le había diagnosticado en 2014. Son muchos más los casos que han llegado a los tribunales por asegurar que sufren problemas de salud causados por la exposición a campos electromagnéticos. Pero la mayoría de las sentencias han sido rechazadas sobre todo por la falta de evidencias que demuestran que los síntomas que tienen son realmente producidos por las ondas de los aparatos.

La OMS la reconoce como una patología, pero no como una enfermedad y asegura que los síntomas que sufren, son en numerosas ocasiones reacciones provocadas por el estrés resultante de pensar que la exposición prolongada a los aparatos les está afectando.

“Tampoco se ha conseguido probar que exista una relación causal entre la exposición a campos electromagnéticos y ciertos síntomas notificados por los propios pacientes, fenómeno conocido como hipersensibilidad electromagnética” OMS

La Agencia Nacional de Seguridad de Francia (Anses), también examinó varias publicaciones escritas sobre el tema en los últimos 20 años. Lo hizo desde 2014 a 2017 y concluyó que “que no existen evidencias experimentales que permitan establecer una relación causal entre la exposición a los campos electromagnéticos y los síntomas descritos por las personas afectadas”. Además, recomendaron que lo mejor es formar a especialistas para que se estudie la sintomatología y sobre todo seguir investigando los posibles efectos que puede tener sobre la salud.

Visto lo visto, esto es lo que hace falta, más formación e investigación sobre este tema para evitar estudios carentes de base científica y que creen alarma social. Por el momento nos quedamos con la idea de que hay numerosos estudios que aseguran que las ondas electromagnéticas son muy dañinas, pero también que existen muchos más, con una buena base científica, que aseguran todo lo contrario. Hasta que no haya investigaciones más serias e independientes que muestren de manera evidente los riesgos, no se podrá concluir nada claro.