¿Y si el verdadero virus es el neoliberalismo?

Todas las crisis implican cambio. Y la del coronavirus no será la excepción. La clave está en adivinar hacia donde nos dirigirá esa transformación y su magnitud. Esta pandemia mundial nos sitúa así en un escenario complejo que marcará la senda a seguir durante los próximos años. Puede que el neoliberalismo aproveche la situación para justificar la próxima recesión económica que está a la vuelta de la esquina, y se enroque en su posición suicida con un aumento del autoritarismo y la imposición de su sistema utilizando toda la artillería a su alcance. O puede que esta crisis sirva para que los ciudadanos sean conscientes de una vez de los problemas crónicos del sistema capitalista, y vean que existen alternativas válidas y reales para construir un modelo económico y social más justo, respetuoso y sostenible. 
Juan Teixeira
Foto: Juan Teixeira.
¿Y si el verdadero virus es el neoliberalismo?

Resulta curioso ver a los gurús del liberalismo exigir estos días medidas a los Gobiernos para frenar el avance del coronavirus, así como más recursos para la sanidad pública. Esa misma sanidad que llevan décadas intentando privatizar para beneficio económico de unos pocos, y calamidad física del resto. Porque para la sanidad privada, los pacientes no son pacientes, sino clientes. Y cuando no son rentables, se busca el modo de derivarlos a la pública o ignorarlos. Lo que está claro es que la banca nunca pierde en este juego. Porque eso es la sanidad para el neoliberalismo: un juego donde ganar más dinero, como todo. Y las crisis como la actual lo demuestran (por si a alguien le quedaban dudas). Un ejemplo que aclara este argumento, de los muchos que estamos viendo estos días:

Es decir, en plena crisis por una pandemia global, los gestores de recursos sanitarios privados buscan aumentar la rentabilidad del centro en lugar de facilitar la contención de la pandemia o el bienestar de sus pacientes-clientes. Algo totalmente intolerable y que debería provocar la nacionalización inmediata del sector. Y ojo, no me acusen ya de bolivariano, que es una medida contemplada en nuestra Constitución: el artículo 128 de la carta magna señala que "mediante la ley" se podrá "acordar la intervención de empresas cuando así lo exija el interés general". No se me ocurre una situación de mayor interés general que una pandemia global.

El Gobierno español acaba de decretar el Estado de Alarma por segunda vez en la historia de la democracia. La primera vez la vivimos en 2010, cuando el gobierno tomó la misma medida por la huelga de controladores aéreos y designó a militares en los aeropuertos para realizar sus funciones. Parece que la situación actual es bastante más grave que una huelga de controladores aéreos, pero sin embargo no vemos el menor atisbo por parte del Gobierno de meter mano en el inmoral y astronómico negocio de la sanidad privada. La pela es la pela. Y ese es el problema principal del neoliberalismo, anteponer el beneficio económico de las élites dominantes al bienestar general de la población.  

El truco de privatizar los beneficios y nacionalizar las pérdidas ha funcionado durante mucho tiempo. El último gran atraco neoliberal en el Estado español se produjo debido a la crisis financiera. Tras décadas de beneficios privados ingentes en el sector bancario, las pérdidas comenzaron a llegar debido única y exclusivamente a su propia gula ¿Quién se hizo cargo entonces de las pérdidas? Exacto, el estado. Hace unos meses, el Banco de España elevó a 65.725 millones de euros el coste de las ayudas al sector financiero durante la crisis, asegurando que el 78% (50.940 millones) no se recuperaría jamás, lo que implica que cada ciudadano del estado pagará 1085€ de su bolsillo. Lo mismo sucede con la crisis sanitaria: los seguros privados no cubren los gastos por coronavirus, transfiriendo a sus clientes a la pública. Privatizar los beneficios y nacionalizar las pérdidas. 

Precisamente uno de los valores que más identifica al neoliberalismo es el egoísmo, la individualidad siempre por encima del colectivo. Y en un momento de crisis sanitaria como el actual, el egoísmo es un arma muy peligrosa. Para ejemplo, todos esos miles de madrileños que decidieron viajar a sus segundas residencias diseminadas por todo el estado, cuando las autoridades aconsejaron la reclusión al ser la capital el principal foco vírico, con en torno al 50% de todos los casos. Pues bien, para estos iluminados resultó mucho más importante tomarse unos días de vacaciones en la playa, aún a riesgo de expandir el virus por toda la geografía peninsular. Irresponsabilidad, egoísmo y falta absoluta de solidaridad. 

Este egoísmo crónico del sistema se puede ver aflorar por muchos frentes en estos días de crisis. Por ejemplo, la patronal catalana ha aprovechado la situación de crisis para reclamar sin rubor alguno una bajada generalizada de impuestos y que el Gobierno flexibilice las condiciones para que las empresas afectadas por el coronavirus despidan a sus empleados, como medidas principales para combatir la afectación de la enfermedad en la economía. Un ejemplo claro de que para el neoliberalismo las personas no son personas, sino generadores sustituibles de riqueza expropiable. Lo mismo podemos ver con una campaña publicitaria de la multinacional Uber Eats, que no se cortó en ofrecer un cupón de descuento combinando marketing, cuarentena por coronavirus y una terrible falta de ética.

uberEats

Otro de los aspectos negativos del neoliberalismo es la mediocracia imperante en los representantes políticos. Tal y como asegura el filósofo canadiense Alain Deneault, "la mediocracia no es solo un desarme intelectual, también constituye la una herramienta para desmantelar la soberanía del Estado a favor de las corporaciones multinacionales”. Es decir, el poder económico que domina el neoliberalismo tiende a colocar en las posiciones de poder a personas que les resulten fácilmente manejables en pro de sus propios intereses. Y estas personas normalmente no son las más aptas ni adecuadas para ejercer estos importantes puestos de responsabilidad, algo que se hace más evidente en momentos de gestión de crisis. El ejemplo en este caso lo tenemos en Díaz Ayuso, la Presidenta de la Comunidad de Madrid, que gestiona 20.000 millones de euros de presupuesto, y que fue votada por apenas 720.000 madrileños. Inició su meteórica carrera política gestionando las redes sociales del perro de Esperanza Aguirre, y cada vez que habla se convierte en un ejemplo viviente de la mediocracia política. En plena crisis sanitaria, esta es una de sus declaraciones:

 

Ayuso es un caso especialmente evidente, pero hay muchos más. El líder del segundo partido político más importante del estado, Pablo Casado, es otro claro ejemplo de lo que no debería ser un representante político. Haciendo gala de una gigantesca irresponsabilidad, se dedica en plena crisis a atacar al Gobierno con los argumentos más absurdos. Uno de ellos es por ejemplo criticar que "el Gobierno se está parapetando en la ciencia". No sabemos en qué se parapetaría un gobierno presidido por él, quizás en la Virgen del Pilar o en el afamado y misterioso epidemólogo M. Rajoy. 

Ante esta mediocracia política manejada por los poderes económicos, la única salida a corto plazo parece la de un estado fuerte, eficaz y con mayor participación popular. El neoliberalismo ya ha engullido casi todo, y es evidente que no funciona adecuadamente para todos. En pleno proceso de fagocitación de la sanidad pública, se presenta una pandemia que pone de manifiesto la importancia de una sanidad pública fuerte y universal que garantice la salud de todos los ciudadanos. Quizás el coronavirus nos haga darnos cuenta de que no queremos ser clientes, sino pacientes. 

Otro claro ejemplo de que el neoliberalismo es un sistema fallido lo tenemos en el periodismo. Una profesión esencial para una sociedad sana, puesto que garantiza el flujo adecuado de información veraz. Este flujo se vuelve imprescindible durante crisis como la actual para que no surja el alarmismo y la población actúe de manera adecuada, minimizando los posibles daños. Sin embargo, para las grandes corporaciones que poseen la práctica totalidad de los medios de comunicación, la información no es un bien social, sino una mercancía con la que obtener beneficios. Y de ahí las negligentes coberturas sobre la crisis del coronavirus que estamos viendo en prime time por parte de los grandes gurús del "periodismo" patrio, como son el trío Ferreras-Griso-Quintana. 

Pero sin duda el ejemplo más evidente de que el crecimiento indefinido propuesto por el neoliberalismo es algo totalmente inasumible se refiere al componente medioambiental. El planeta está diciendo BASTA de todas las formas posibles. No podemos seguir consumiendo y contaminando al ritmo que llevamos. Eso en el fondo lo sabemos todos, pero el bienestar artificial nos puede. Y ahí seguimos, acelerando a fondo hacia el abismo. En esto también ha ayudado mucho el coronavirus, dejando claro que con voluntad real, los cambios para evitar el colapso ecológico son posibles. En China se ha reducido considerablemente el consumo de petróleo, y las emisiones de gases han disminuido en un 25%, al igual que sucederá en muchos otros países. Una gran noticia a tener en cuenta. 

De este modo, esta pandemia mundial nos sitúa en un escenario complejo que marcará la senda a seguir durante los próximos años. Puede que el neoliberalismo aproveche la situación para justificar la próxima recesión económica que está a la vuelta de la esquina, y se enroque en su posición suicida con un aumento del autoritarismo y la imposición de su sistema utilizando toda la artillería a su alcance. O puede que esta crisis sirva para que los ciudadanos sean conscientes de una vez de los problemas crónicos del sistema neoliberal, y vean que existen alternativas válidas y reales para construir un modelo económico y social más justo, respetuoso y sostenible.