Frankline Ndifor era un hombre de fe. Haciendo caso omiso de las recomendaciones sanitarias, atendía diariamente a decenas de pacientes con síntomas de coronavirus sin ningún tipo de protección. Aunque no está confirmado cómo adquirió la enfermedad que finalmente acabó con su vida, todo apunta a que fue en una de estas sesiones donde se infectó, ya que como muchos testigos indican, Ndifor imponía las manos a los enfermos para obrar el milagro.
Las autoridades locales indicaron que el ‘profeta’ murió menos de una semana después de haber sido diagnosticado. Los médicos que le atendieron a domicilio por afecciones respiratorias dicen que murió a los escasos diez minutos de haber sido tratado. Cuando se anunció su muerte, sus seguidores no quisieron creer la noticia y se dedicaron a realizar oraciones con la esperanza de que pudiera resucitar. Bloquearon el acceso al complejo y aquellos que no pudieron entrar acamparon fuera. Algunos de sus seguidores aseguraban que estaba en un retiro con Dios y que volvería, por lo que suplicaron a las autoridades que se permitiera velar el cadáver durante 48 horas, después de lo cual, si no resucitaba, podría ser enterrado. Finalmente la policía tuvo que disparar gases lacrimógenos para dispersar a la multitud. La administración y otras autoridades de salud irrumpieron en la escena y ordenaron que lo enterraran de inmediato. El cadáver fue llevado a la fuerza y finalmente fue enterrado en el cementerio de Bonaberi.