En 1936 estalló en España una Guerra Civil que marcó el inicio de tres años de conflicto y sentó las bases para que el país se metiera de cabeza en una gran crisis económica y en una dictadura que duraría hasta el año 1975. En los primeros años de lucha, la República española no fue apoyada por ninguna democracia occidental, ya que se acogieron al Pacto de No Intervención, pero México se negó a unirse a ese convenio y decidió apoyar a los republicanos enviándoles armamento y acogiendo a todos aquellos que quisieron dejar el país por miedo a la guerra.

Muchos republicanos decidieron enviar a sus hijos a otros países para que pudieran tener mejor vida y México fue uno de los que mayor número de niños recibió. En el año 1937, unos 500 menores de edades diferentes subieron al barco de vapor Mexique y el 22 de julio de ese año llegaron a las costas mexicanas y después fueron dirigidos a Morelia, la capital del estado de Michoacán. Por eso, al medio millar de chiquillos que llegaron desde el otro lado del charco huyendo de la guerra, se los conoce como “los niños de Morelia”. Allí fueron acogidos por diferentes familias y aunque sus verdaderos padres tenían la esperanza de volverse a reencontrar con ellos cuando terminara el conflicto, lo cierto es que muy pocos se volvieron a ver de nuevo.

Se calcula que a México llegaron entre 22.000 y 25.000 refugiados españoles de todas las edades y el país los acogió a todos con los brazos abiertos, ya que estaba en un periodo de crecimiento y la llegada de los extranjeros suponía un impulso en diferentes campos, sobre todo en el de la educación y el de la ciencia.