Propagar odio, miedo y alarma social: la peligrosa nueva tendencia online

En los últimos años hemos sido testigos del trascendental papel de las redes sociales y el "big data" en procesos sociales de enorme calado, como han sido las elecciones estadounidenses de 2016, el Brexit o el “procés”. Ahora estamos siendo testigos de una situación similar en el mundo virtual, pero muy diferente en el real: una pandemia global. Durante esta crisis sanitaria provocada por el COVID-19 se han propagado perfiles que, al igual que en los caso anteriormente mencionados, intentan sembrar dudas, desestabilizar y condicionar la opinión pública ¿con qué finalidad? ¿quién está detrás? ¿debe la sociedad permitir estos comportamientos?

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Propagar odio, miedo y alarma social: la peligrosa nueva tendencia online

El coronavirus ha desatado dos pandemias paralelas que se retroalimentan entre sí. Una es biológica: el virus mismo, y la otra es social: desinformación. Cientos de cuentas se organizan en Twitter y otras redes sociales para inflar tendencias que recogen noticias falsas y ataques personales con el objetivo de marcar la agenda mediática y condicionar la opinión pública ¿Pueden las redes sociales marcar los temas, las conversaciones y la agenda pública? La impresión, confinados, es de que sí.

Las noticias falsas, las medias verdades y los bulos más burdos recorren a sus anchas por WhatsApp, Facebook, Instagram, TikTok o Twitter. Este fenómeno no responde a una plataforma en particular: están presentes en todas. Estas publicaciones no son tan inocentes o absurdas como puede parecer a primera vista, sino que hacen mucho daño a la convivencia social y la democracia. Crean odio y desconcierto, distancian a la sociedad y disminuyen la confianza en el gobierno en un momento en que es vital para nosotros escuchar las recomendaciones oficiales sobre cómo podemos reducir la propagación del coronavirus.

En las últimas semanas, Ruth Carrasco y otros usuarios han señalado cómo diferentes usuarios de Twitter compartían el mismo mensaje viral sobre la pandemia del coronavirus en España. El tuit fue replicado en cientos de perfiles, incluso repitiendo un error tipográfico como el doble espacio de comas y los mismos emoticonos al final de la oración. (Lo hemos leído en xornaldevigo.gol)

A finales de marzo, se hizo muy viral un usuario llamado Miguel Lacambra y sus análisis sobre el coronavirus. Sus mensajes siempre giraban en torno al análisis de datos relacionados con la evolución del virus en España, siempre tratando de una manera muy positiva la gestión del Gobierno. Entre ellos destaca un texto, escrito en La Marea, donde habla de la relación entre la manifestación del 8-M y la expansión de la pandemia. Tras varias investigaciones, varios fueron los internautas que apuntaron a que se trataba de una persona que no existía: "Una cuenta fake pro-Gobierno". En El País descubrieron que tras la cuenta se escondía un ingeniero asturiano que simplemente quería mantener el anonimato y creó esa cuenta. Muchos tacharon el artículo del medio de Prisa como una manera de blanquear las estrategias oscuras de Ivan Redondo, jefe del Gabinete de la Presidencia del Gobierno de Pedro Sánchez. Mariluz Congosto, investigadora de la Universidad Carlos III especializada en la propagación de mensajes a través de las redes sociales, analizó la cuenta de Miguel Lacambra:

Pero si “arde Twitter” por algo en estos días es por la manipulación. Las redes sociales privilegian el sensacionalismo, la exacerbación y la dramatización, y esto genera una mayor polarización política y emocional de la sociedad.

De este modo, la esfera política, que en la democracia necesita con suma urgencia volverse más racional, se vuelve hiperemocional. La agitación política se convierte en el estado natural; los medios tonos, las contextualizaciones y las relativizaciones pierden terreno o dejan de existir.

Por otro lado, este mundo de agitación mediática, este sensacionalismo de las redes sociales, les resulta mucho más funcional a la derecha y a la extrema derecha que al resto de las fuerzas políticas. En los últimos días, según hemos podido leer en Reddeperiodistas.com, Twitter ha reconocido que ha detectado 1,5 millones de cuentas creadas para manipular sobre el COVID-19 y que ha borrado 1.100 tuits engañosos o dañinos. Hacía tiempo que no veía algo así.

Aquí, Julián Macías, Responsable de redes de Podemos, destapaba una red de manipulación en Twitter por el fallo de un script:

¿Quién, cómo y porqué?

Al descubrir estos casos, surgen tres preguntas básicas: ¿Quién está controlando estos bots?, ¿cuál es el objetivo de una campaña de desinformación? y ¿cómo podemos cazar a estos robots y detener la propagación del miedo y la desinformación?

No es fácil atribuir el origen de estos bots. Tampoco el motivo. Puede ser pura travesura o buscar fines políticos. Sin embargo, una cosa es segura: necesitamos comprender y desarrollar una legislación y mecanismos para detectar y detener estos propagadores de bulos. Aunque las principales plataformas sociales anuncian nuevas medidas para vigilar y eliminar estas cuentas, parece que no es suficiente. En los últimos años hemos conocido algunos casos de políticos que han comprado seguidores para incrementar fraudulentamente su influencia social. El caso más sonado fue el de Mariano Rajoy, cuya cuenta de Twitter ganó 60.000 seguidores en un solo día en 2014. Al año siguiente, Pedro Sánchez fue acusado de recibir en Twitter el apoyo de 80 cuentas falsas que lanzaban spam político.

El asesor de comunicación política, Antoni Gutiérrez-Rubí, explica en este artículo la enorme cantidad de bots que existen y se ven, en diferentes plataformas y los usos que se le dan en el marco de la tecnopolítica.

Influencia de los bots de redes sociales: ¿por qué existen tantos?

Hay muchos ejemplos de uso de social bots con fines de manipulación. En 2016 y 2017 se registró el uso de estos programas en casi todas las elecciones públicas importantes: a este respecto surgieron debates pormenorizados sobre su influencia en las votaciones del brexit, en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, en las parlamentarias de Francia o en las generales alemanas. Para desarrollar un bot social simple no se necesitan muchos conocimientos técnicos, pues con las herramientas adecuadas pueden crearse social bots aún sin grandes conocimientos en programación. Asimismo, es igual de fácil acceder a cuentas de usuario falsas: estas pueden crearse de nuevo usando generadores online o mediante un iniciador humano que compre cuentas falsas ya existentes. La disponibilidad inmediata de la tecnología contribuye significativamente a la rápida difusión de los bots sociales. Las mismas plataformas sociales simplifican esta enorme difusión, puesto que tanto Facebook como Twitter mantienen a sus interfaces de programación relativamente accesibles con la pretensión de animar a los desarrolladores de aplicaciones a trabajar en nuevo software para sus plataformas. Pero esto es lo que permite a los bots acceder fácilmente a ellas, sobre todo Twitter. Es por esto por lo que la mayoría de bots se mueven a sus anchas por la plataforma. 

Cuando determinados conceptos aparecen entre los trending topics de Twitter, aumenta la probabilidad de que se publiquen artículos de prensa sobre ellos. No está claro si los social bots ejercen una influencia política directa sobre los usuarios. Lo que sí es factible es que puedan llegar a influir en las redacciones de los medios periodísticos. Y con la función que permite imponer agenda en forma automática, nace un punto de partida para la influencia política indirecta.

Diferentes hashtags, mismos perfiles

Los partidos aprovechan la capacidad de segmentación de las redes para llegar a los votantes más susceptibles de cambiar de opinión, y establecer campañas con diferente mensaje en cada provincia, para que quienes lo vean lo sientan más cercano. Es la adecuación de la propaganda que hemos visto siempre en las calles y medios de comunicación pero adaptada a las redes sociales. En tiempos de pandemia, la efectividad de esta estrategia se ha multiplicado. En la cadena de montaje de la campaña también juegan un papel relevante algunos medios minoritarios, que se encargan de hacer pasar la campaña en redes por una información noticiable. De ese modo, los hechos se hunden en la marea de opiniones, porque entre la «opinión» y la «interpretación de la realidad» existe una zona gris muy difícil de penetrar. Lo podemos comprobar en los Hashtags que más comentados en los últimos días.

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Internet: el campo de batalla de la nueva política

Como es posible publicar de forma anónima, con un pseudónimo, las redes sociales terminan siendo un paraíso político perfecto para los profesionales de la propaganda. "En los últimos 20 años se ha hablado y escrito mucho sobre Internet y democracia. De cómo esta tecnología iba a servir para conseguir más democracia y progreso social. Internet, en varios sentidos, se ha convertido en un nuevo campo de batalla. Provee una serie de herramientas cuyo uso es indispensable a día de hoy para los movimientos sociales. No puedes tener un movimiento social exitoso que no haga uso de ellas. Pero esos recursos pueden ser usados por grupos de extrema izquierda, de extrema derecha, y por todo lo de en medio. Quien los explote mejor siempre conseguirá ir un paso por delante de los demás", decía Gabriella Coleman, en una entrevista con eldiario.es. "El crecimiento de perfiles reales radicales también va en aumento y eso es lo preocupante", explica la investigadora Mariluz Congosto En la era de la hiperinformación es mucho más fácil estar mal informado. Desde el inicio de la pandemia los científicos están compartiendo estudios y datos que luego no se difunden masivamente. Parece más interesante la pelea política o el último vídeo de un famoso en su jardín. En este sentido, y centrándose solo en los perfiles de Twitter de políticos españoles, el consultor de Social Media, David Álvarez aporta un dato significativo: "73 responsables políticos, 13.407 publicaciones sobre #coronavirus en Twitter durante tres semanas.De estas 13.407 publicaciones, sólo 287 (2,14%) han sido sobre información oficial de servicio público publicada por los gobiernos de turno".