Daphne Oram, el más allá y la música electrónica

Con 23 años, Daphne Oram compuso la primera pieza de la historia que combinaba una orquesta acústica con la manipulación electrónica del sonido en directo.

El destino de Daphne Oram estaba escrito. Los espíritus del más allá lo sabían: cuando el famoso médium Leslie Flint visitó la casa de los padres de Daphne, una presencia tomó su cuerpo para anunciar que aquella adolescente que tenía ante sí estaba destinada a tener una gran carrera en la música. Imposible negarse al mandato del otro mundo: los padres de Daphne le permitieron abandonar los estudios de enfermería para continuar con los de piano y composición. Su talento era evidente, unos meses después ya había conseguido trabajo en el Royal Albert Hall.

Aquel trabajo acabaría marcando toda su vida. En medio de la Segunda Guerra Mundial y bajo los bombardeos de la aviación nazi, Daphne tenía que grabar las interpretaciones en directo de la orquesta con un magnetófono rudimentario. Además, debía tener las grabaciones preparadas para su emisión si los músicos tenían que evacuar el edificio. Aquello le permitió empezar a experimentar con música grabada, pero no sería lo único que marcaría el resto de su carrera. La enorme cúpula de cristal del edificio temblaba sobre su cabeza con cada detonación, amenazando con estallar en miles de pequeños fragmentos cortantes. La ansiedad que la devoraba por dentro acabaría impregnando su primera gran composición, que por entonces ya empezaba a obsesionarla.

Tras acabar su jornada laboral, cerraba la puerta y se dedicaba a cortar y pegar cintas, a reducir y aumentar la velocidad de reproducción, a superponer unas capas sobre otras para crear sonido nuevos

Sin embargo, sabía que para poder sacar aquella obsesión de su cabeza y convertirla en musical necesitaba experimentar con formas de hacer sonido muy diferentes a las del Albert Hall. Abandonó su puesto y empezó a trabajar como asistente de sonido para la BBC. Su labor allí consistía en crear efectos para la televisión y la radio y Daphne enseguida se dio cuenta del potencial de las máquinas que tenía ante sí. Su obsesión se apoderó de ella enseguida. Comenzó a pasar las noches en el estudio. Tras acabar su jornada laboral, cerraba la puerta y se dedicaba a cortar y pegar cintas, a reducir y aumentar la velocidad de reproducción, a superponer unas capas sobre otras para crear sonido nuevos. Sabía, como había sabido Flint cuando la vio, que tenía ante sí no solo una nueva manera de hacer música, sino una nueva forma de manipular el tiempo: “Si las cámaras y las películas cinematográficas hicieron saltar por los aires las ideas de tiempo y espacio al contar historias, el micrófono y cinta magnética podrían hacer lo mismo por la música”, escribió en su diario en 1952.

En su búsqueda de la ruptura del tiempo, Daphne conoció a George Trevelyan, un ocultista que la introdujo en el estudio de las líneas ley. Intuía que en aquella teoría sobre los flujos de energía que recorrían el subsuelo había algo que conectaba con la obsesión que la perseguía desde hacía ya varios años. Pero no se detuvo ahí: llenó las paredes del estudio con cientos de citas de La Nueva Atlántida, el mundo utópico que Francis Bacon imaginó en 1924. Las citas, escritas a mano y alteradas de distintas formas, hacían referencia sobre todo a las “casas de sonido” que aparecen en el texto, unos edificios donde los habitantes de Nueva Atlántida experimentan con aparatos extraños que amplificaban y reducían el sonido, lo envíaban a través del tiempo y el espacio y reproducían los cantos de los pájaros y los gruñidos de las bestias.

Aquella música de otro mundo acabó infectando la cultura popular como un virus que se colaba a través del anuncio de un juguete o del efecto de una nave extraterrestre en una serie de ciencia ficción

De todo aquello surgió “Still Point”, su primera gran composición. Daphne solo tenía 23 años, pero acababa de crear la primera pieza de la historia que combinaba una orquesta acústica con la manipulación electrónica del sonido en directo. Había inventado la música electrónica. La pieza sonaba extraña, como si procediera de otro tiempo o de otra dimensión, quizá de otro planeta. A los responsables de la BBC les horrorizó tanto que la composición quedó sepultada durante los siguientes 70 años. Pero Daphne no se rindió. Si no querían escuchar su composición tal y como había sido concebida, la utilizaría de otra forma. Durante los años siguientes, usó aquellos sonidos en bandas sonoras y efectos de sonido de decenas de series y anuncios de radio y televisión. Aquella música de otro mundo acabó infectando la cultura popular como un virus que se colaba a través del anuncio de un juguete o del efecto de una nave extraterrestre en una serie de ciencia ficción. De una forma u otra, Daphne había conseguido romper el tiempo.

 

Artículo de Layla Martínezelsaltodiario.com // Imagen de portada: LAURA WAECHTER.