El Tribunal Europeo de Derechos Humanos condena por décima vez a España por no investigar torturas

El Tribunal de Estrasburgo ha condenado una vez más a España por no investigar torturas de la policía a presos, considerando por unanimidad que se violó el art. 3 de la Convención Europea de Derechos Humanos que prohíbe la tortura. Se trata de la décima ocasión desde 2004 en que el TEDH condena a España por esta razón. En 7 de ellas el juez instructor era el actual Ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska. Sin duda en España sale barato torturar: esta vez el Estado deberá indemnizar a Íñigo González Etayo con 20.000 euros. A pesar de la gravedad de los hechos, no se esperan dimisiones. 
 

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El actual Ministro de Interior Grande-Marlaska en un acto en Madrid (foto: Ayuntamiento de Madrid - Wikimedia Commons) y Unai Romano, quien en 2001 denunció un brutal caso de torturas en su detención y puesta a disposición judicial en la Audiencia Nacional.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos condena por décima vez a España por no investigar torturas

Enero de 2011. El entonces juez de la Audiencia Nacional Grande-Marlaska (actualmente Ministro de Interior) ordena el arresto de Iñigo González, quien pasa cinco días incomunicado en manos de la Guardia Civil. Posteriormente, González denunció golpes, asfixia con una bolsa y hasta simulaciones de violación. A pesar de las denuncias, no se investigaron los hechos. Ahora Estrasburgo ha vuelto a condenar a España por no investigar esas denuncias de torturas, y es ya la décima ocasión desde 2004. En 7 de ellas se repite un mismo acusado, Grande-Marlaska. 

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) ha fallado en favor de Iñigo González, condenando al Estado español a indemnizar con 20.000 euros al barañaindarra por no haber investigado de forma «exhaustiva y eficaz» su denuncia de torturas.

González fue detenido por orden del entonces juez de la Audiencia Nacional y actual ministro de Interior Grande Marlaska que a pesar de escuchar su testimonio de torturas no hizo nada y lo envió a prisión.

La sentencia del TEDH considera vulnerado el artículo 3 de la Convención Europea de Derechos Humanos, que concluye que «nadie podrá ser sometido a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes», en su vertiente procesal.

González Etayo fue detenido en enero de 2011 por la Guardia Civil junto a otros jóvenes navarros, todos ellos acusados de pertenecer a Ekin. Todos ellos refirieron haber sufrido torturas durante su detención e incomunicación. Uno de ellos, Patxi Arratibel, firmó su declaración policial con la palabra «Aztnugal», ayuda en euskara, escrito al revés, por lo que el caso pasó a conocerse con ese nombre. Esta es la tercera vez que Estrasburgo condena al Estado español por aquella redada, los anteriores casos fueron el de Patxi Arratibel, en 2015, y el de Xabier Beortegi, en 2016.

El Tribunal afirma en su sentencia que González Etayo describió «de manera precisa y circunstancial los malos tratos de los que afirmó haber sido víctima durante su incomunicación cuando presentó una denuncia sobre los mismos ante el juez de guardia de Pamplona así como ante el juez central de instrucción a la Audiencia Nacional».

«La gravedad de los delitos objeto de la denuncia del demandante merecía, por tanto, una investigación exhaustiva por parte del Estado, capaz de conducir al esclarecimiento de los hechos, a la identificación y, en su caso, de ser así, al castigo de los responsables» Tribunal Europeo de Derechos Humanos. 

Sobre las investigaciones llevadas a cabo por las autoridades judiciales españolas ante las denuncias de maltrato, el Tribunal sostiene que «el juez de instrucción central número 3 no respondió a las solicitudes de los miembros de la familia del demandante relativas a las medidas de investigación y protección del solicitante mientras se encontraba bajo custodia policial», ni tampoco «ordenó ninguna medida de investigación a raíz de las declaraciones del demandante ni remitió el expediente a ningún otro juez competente».

El TEDH sostiene que «cuando existen motivos razonables para creer que se ha cometido un acto de tortura, corresponde a las autoridades estatales competentes realizar una investigación imparcial de oficio y sin demora». En este caso, afirma que «aunque el Tribunal tomó nota del interés de la Audiencia Provincial de Madrid por despejar cualquier duda sobre los malos tratos presuntamente sufridos por el demandante, advierte, sin embargo, que la nulidad en dos ocasiones en recurso de apelación de las órdenes de sobreseimiento dictadas por el juez de instrucción no fue suficiente en el presente caso para considerar la investigación suficientemente minuciosa y eficaz».

Por ello, insiste en que «una investigación efectiva es tanto más necesaria cuando, como en el presente caso, el demandante se encontró, durante el período durante el cual se cometieron los presuntos malos tratos, en una situación de total falta de comunicación con el exterior, tal contexto requirió de un mayor esfuerzo por parte de las autoridades para establecer los hechos denunciados».

Para el TEDH, «corresponde a los jueces con jurisdicción sobre la custodia en régimen de incomunicación adoptar un enfoque más proactivo de las facultades de vigilancia de que disponen».

En su sentencia, el Tribunal de Estrasburgo reitera «la importancia de adoptar las medidas recomendadas» por el Comité para la Prevención de la Tortura europeo «para mejorar la calidad de los exámenes forenses de las personas en detención incomunicada» e indica que las autoridades españolas «deben establecer un código de conducta claro sobre el procedimiento a seguir en la realización de interrogatorios por parte de las personas responsables de la vigilancia de los detenidos en régimen de incomunicación y garantizar su integridad física».

 

Testimonio completo de Iñigo González Etayo

"A mi casa llegaron sobre las 4:00 de la mañana, yo me encontraba dormido, me desperté y les abrí la puerta. Ellos, unos 5 Guardias Civiles, me esposaron y me pusieron de cara a la pared en el rellano del portal. Acto seguido registraron todas las habitaciones de la casa y sacaron a mis compañeros de piso, 4 en total. Una vez que estábamos todos los del piso en el rellano, me comunicaron que estaba detenido e incomunicado. Yo, que todavía me encontraba en calzoncillos fui dirigido a mi cuarto para que me vistiera y les diera mi DNI y mi tarjeta de la seguridad social. Una vez vestido, comenzó el registro de la casa. El registro comenzó en el hall de la casa, a mí me tenían en el rellano del portal mirando hacia adentro. Luego fue registrado un baño pequeño y acto seguido la cocina. En todos ellos el trato fue correcto y yo era capaz de ver todo lo que hacían. Cuando acabaron con la cocina empezaban los registros de las habitaciones. Mis compañeros que se encontraban en los sofás del salón fueron llamados uno a uno para registrar sus respectivas habitaciones, mientras tanto yo permanecía en el pasillo observando los registros. Para entonces ya me habían quitado las esposas y estaba tranquilo. Una vez finalizado el registro de mi habitación me pidieron que cogiese ropa ya que me iban a trasladar. Cogí ropa y me despedí de mis amigos dándoles un beso a cada uno. Volvieron a esposarme y me dijeron que no hiciera tonterías ya que debajo de casa se encontraban medios de comunicación. Me esposaron por delante y me pusieron la capucha del jersey, dos Guardias Civiles uniformados me escoltaron hasta el ascensor y después hasta el patrol. Dentro del patrol todo fue en silencio. Me condujeron hasta la Audiencia de Iruñea. Allí me tomaron las huellas dactilares y me preguntaron si quería realizar la prueba de ADN, a lo que contesté que no. Me introdujeron en un calabozo de espaldas contra la pared al rededor de una hora, para después entregarme a 4 Guardias Civiles encapuchados que conducían un Renault Megane. Me quitaron las esposas y me pusieron una cuerda en las manos a modo de esposa atadas a la espalda, también me colocaron un antifaz y me quitaron las gafas. A mí me sentaron en medio de la parte de atrás de coche con un Guardia Civil a cada lado. Estos dos Guardias Civiles serían con los que conviviera el resto de mi detención. Nada más echar a andar el coche empezó la agonía. Me preguntaban constantemente sobre cosas que no sabía contestar y mientras me daban golpes en la cabeza y golpes fuertes en el pecho con la mano abierta. Debido a la postura me dolían muchísimo la espalda y la muñecas. Las preguntas y los golpes fueron constantes hasta que el coche paró a mitad de camino más o menos. Cuando paramos salieron tres del coche y yo me quedé con uno dentro, “el poli bueno”, me dejó estirar la espalda un poco y también los pies, poco después él salió y entro el “poli malo” y otro, se sentaron uno a cada lado mío. Empezaron a darme collejas y golpes en el pecho mientras me hacían preguntas, en un momento se enfadaron y me bajaron a medias los pantalones mientras el “poli malo” hacía sonar unas canicas o dados de cristal, él los llamaba dados. Mientras me forcejeaban para intentar abrirme las piernas me gritaban fuerte al oído “¡lo estás haciendo muy difícil!”, yo me resistí todo lo que pude para que no me abrieran las piernas y para que no me dieran la vuelta. Entonces el “poli malo” dijo que estaba sacando una navaja, aunque yo veía por debajo del antifaz que se trataba de un boli. Me hurgaba con el boli por el muslo interior cerca del escroto mientras el otro me sujetaba con una mano y me intentaba abrir las piernas con la otra. Pararon y me dijeron que luego seguiríamos, que teníamos mucho tiempo, que se me acababa el tiempo. El de mi derecha salió de la parte de atrás y se puso de copiloto, el “poli bueno” entró y se puso a mi derecha otra vez, el conductor entró y arrancó el coche. El resto del viaje siguieron haciéndome preguntas y dándome golpes en el pecho de vez en cuando. Cuando, me imagino, llegamos a Madrid empezaron a sonar sirenas, ellos me decían que delante iba otro coche con otro detenido, entonces aceleraron muchísimo y fuimos muy rápido durante unos minutos con giros muy bruscos como para adelantar. Al poco tiempo llegamos a la comisaría de la Guardia Civil. Me bajaron del coche y me metieron en un edificio por una puerta doble, bajamos unas escaleras y tras pasar un pasillo me metieron en un calabozo y me quitaron el antifaz. Dentro del calabozo pasó mucho tiempo. Era un cuarto de unos 10m2 con un bloque de cemento con un colchón sin funda encima y una manta. Calculé que sería el mediodía ya que salimos de la Audiencia de Iruñea entre las 7h y las 8h. Conseguí dormir un poco hasta que se abrió una ventanilla metálica de la puerta, un Guardia Civil encapuchado detrás de ella me dijo que me levantara y que me pusiera de espaldas contra la pared. Cuando lo hice él abrió la puerta y me puso el antifaz, me cogió del brazo y pasamos el mismo pasillo de antes, subimos las mismas escaleras y cuando llegamos al último rellano de las escaleras paramos. Me quitó el antifaz y me condujo hasta la puerta doble por donde había entrado, a la izquierda había una puerta, también se encontraban unos 4 Guardias Civiles muy mayores con carpetas en la mano. El último de ellos me cogió y me metió en la puerta. En la habitación había una silla, una mesa con un aparato para medir la tensión y una persona que me dijo que era el médico forense, me enseñó su carnet. Me preguntó qué tal estaba, yo le dije que bien. Me tomó la tensión y me dijo que estaba un poco baja pero bien. Yo le dije que era hipoglucémico, él me dijo que si tomaba algún tipo de medicación para ellos, yo le dije que no, pero que tenía que controlar un poco la ingesta de azúcar. Le pregunté la hora y me dijo que eran las 19h40. Tocó la puerta, entró el último Guardia Civil que me había cogido, de unos 50-60 años, canoso y con barba. Éste me llevó hasta un Guardia Civil encapuchado en la entrada de las escaleras de antes, volvió a ponerme el antifaz y me llevó hasta el mismo calabozo de antes. Yo me tumbé e intenté dormir otro poco. Fui oyendo cómo abrían otras celdas y se llevaban a más detenidos que estaban en celdas contiguas. Llegué a contar 6 aperturas de celdas, a uno le escuché referirse al mía como la “2”. Antes de que consiguiera dormir volvió a abrirse la trampilla de la puerta y me ordenaron lo mismo, de espaldas contra la pared. Me cogió, me puso el antifaz y me llevó hasta que me cogió el “poli malo” justo al salir de donde los calabozos. Me condujo agarrado por el brazo hasta una habitación que creo que está en el pasillo que conducía a las escaleras, allí me metió en una sala de la parte izquierda. En la habitación había una mesa con unos papeles, el “poli bueno” otros dos. Me pusieron de cara a la pared, el “poli bueno” a la izquierda y el “malo” a la derecha. Entonces volvieron a hacerme preguntas que no sabía contestar. El “malo” me dijo “lo estás haciendo difícil, hay dos manera de hacerlo, por las buenas o por las malas”, entonces sacaron una bolsa y me la pusieron en la cabeza, me agarraron daca uno de un brazo y me empezaron a obligar a hacer “sentadillas”, me bajaban y me subían mientras yo hacía la fuerza en sentido contrario para resistirme. Mientras me gritaban muy fuerte al oído “¡se te acaba el tiempo gilipollas!”. La bolsa me empezaba a ahogar y cuando se me despegaba mucho de la cara el “poli malo” tiraba de ella para que se apretase un poco. Al poco rato me dolían mucho las piernas y empezaba a sentir una horrible sensación de asfixia. Volvieron a dejarme de pie y seguían haciéndome preguntas que no sabía contestar. Entonces apretaron mucho la bolsa, hasta el punto que sólo conseguía respirara un poco por la nariz mientras uno de ellos me daba golpes en la tripa con el dedo, muy punzantes, en dirección hacia el pecho, como intentando evitar la caja torácica. Estos golpes me hacían expulsar el poco aire que tenía me ahogaba más. Pararon y me siguieron haciendo preguntas, tampoco contesté, entonces empezaron a apretar más la bolsa hasta el punto que me ahogaba del todo y me daban arcadas. Cuando sucedía eso me decían “no vomites que te lo vas a comer”. Repitieron esos ahogamientos unas 5 veces y volvieron a parar. Más preguntas. Entonces el “poli malo” dijo que se estaba cabreando que “los estaba poniendo muy difícil”. Volvieron a hacerme la bolsa con el mismo método de los golpes punzantes en la tripa, conseguí romperla con los dientes, pero le dieron la vuelta y siguieron, repitieron unas 3 veces más hasta que conseguí soltarme un brazo y romper la bolsa con el dedo, le volvieron a dar la vuelta. Eso les cabreó y me pusieron las manos en la espalda inmovilizándome más, siguieron con la bolsa, me dijeron que seguirían hasta que yo quisiera hablar y para ello tenía que levantar la pierna izquierda 2 veces. Las siguientes 2 veces pararon cuando levantaba el pie pero yo no decía nada, entonces las 4-5 siguientes aunque levantara el pie me decían “venga txino, aguanta más que tú puedes” y seguía unos 30 segundos más hasta que me subía los calores a la cabeza y me entraban arcadas. En un momento me empecé a marear mucho, las piernas no me sujetaban y la cabeza se me iba, me sentaron en una silla pero uno me sujetaba porque me caía redondo. Tengo falta de azúcar y ellos lo sabían ya que uno me metió un azucarillo a la boca y un poco de agua y me lo hizo tragar. Yo me asusté mucho, pensaba que me desmayaba, ellos también parecían asustados al verme y decidieron parar y llevarme al calabozo. Al poco rato volvieron a sonar los golpes metálicos de las puertas “¡de pie y contra la pared!”, me volvieron a entregar al “poli malo”, “¿Estás bien?”, me preguntó, yo casi no podía andar por el dolor en las piernas por las sentadillas, estaba aterrorizado, aún y todo contesté que sí. Me llevó al mismo sitio de antes con las mismas personas, “¿vas a hablar?”. Yo contesté que no sabía nada y seguidamente me pusieron la bolsa. Esta vez me ahogaban hasta la extenuación directamente, el “poli malo” me tapaba la nariz y la boca con la mano mientras tenía la bolsa puesta, enseguida me ahogaba y me daban arcadas. Yo les pedía que parasen pero me decían que aguantaba muy bien. Entonces mientras me hacían la bolsa el “poli malo” me dio un enchufe y me lo izo agarrar, “se te acaba el tiempo gilipollas”, “esto no merece la pena”. Yo lo soltaba pero me lo volvía a poner y me ahogaban más fuertemente tirándome la cabeza hacia atrás. Entonces sacó los dados del viaje y los hacía sonar, me bajaron los pantalones hasta las rodillas, también los calzoncillos, “te va a gustar, ya lo verás”, pero no sufría ni calambres ni llegaron a meterme nada. Esto todo habría durado entre 1 y 2 horas. De vez en cuando paraban para que escuchase los gritos de otro detenido, “nos lo estamos pasando de puta madre”. Acabé destrozado y suplicando, al final pararon y me dijeron que pensase en actos de kale borroka para autoinculparme. Me condujeron de nuevo a la celda. Volvieron a abrir la celda a las horas. Me vuelven a poner el antifaz, yo estaba temblando de miedo. Esta vez me volvieron a subir al forense. El forense me preguntó que si me habían maltratado, contesté que no. Le dije que me tomara la tensión, me la tomó pero estaba bien, también me dijo que era miércoles por la mañana. La misma operación, me coge el viejo canoso, me entrega a un Guardia Civil encapuchado, éste me pone el antifaz, bajamos las escaleras, pasamos el pasillo y llegamos a la celda. Comí un poco del bocadillo que me habían dado el día anterior. Al poco tiempo volvieron a cogerme, me pusieron el antifaz y me entregaron al “poli malo”, “¿has pensado en lo que hemos hablado?”, “no lo sé” contesté, “ya verás cómo sí” dijo él. Otra vez a la misma habitación. Yo no hablé hasta que me hicieron coger la bolsa con la mano. Me cosieron a preguntas para inculparme y para culpar a otras personas. Cuando contestaba algo que no les gustaba “el jefe” decía que no y me ponían la bolsa hasta que decía lo que ellos querían. Yo física y psicológicamente estaba destrozado, no aguantaba más, entonces me hablaron de la declaración policial. Yo les dije que sólo iba a declara delante del juez. Entonces me agarraron muy violentamente y me volvieron a hacer la bolsa unas 3 o 4 veces hasta que accedí. Había traicionado a mi persona, me sentía como la basura, me habían anulado. Los siguientes interrogatorios siempre 2 después de ver al forense, fueron miércoles noche, jueves por la mañana y por la noche y viernes por la mañana. Me prepararon la declaración policial, unas 4 o 5 veces por interrogatorio, hasta que la aprendía de memoria. En el último interrogatorio del viernes a la mañana me dijeron que la declaración policial la haría en dos partes porque no se fiaban. Declararía en una primera sesión, bajaría con ellos y volvería a bajar con ellos para ver qué había dicho. Así fue. Subí y declaré todo lo que me dijeron. Pero mi abogado supongo que atónito por ver cómo me autoinculpaba e inculpaba a otras personas, dijo que quería hacer dos preguntas: a ver si yo estaba declarando libremente y a ver si me estaban tratando correctamente. Evidentemente rodeado de Guardias y sabiendo que tenía que bajar otra vez con mis torturadores contesté que sí. Me bajaron al calabozo y al rato me volvieron a entregar al “poli malo”, “lo has hecho muy bien txino”. Me llevaron a otra salita, me sentaron y repasaron la segunda parte de la declaración. Yo temblaba de miedo, volví a la celda y al poco rato me volvieron a subir a la declaración donde solté todo lo que me dijeron. Me bajaron al calabozo, yo ya pensaba que me dejarían en paz y conseguí dormir, bajé del todo la guardia. Entonces volvió a sonar el cerrojo, me volvían a entregar al “poli malo”, me sentaron en una silla y me dijeron que si contaba algo, me cogerían otra vez porque iba a salir libre bajo fianza. Me tenía que ratificar aten el juez y no denunciar torturas. Todo eso me hundió mucho aunque ya tenía decidido denunciar todo ante el juez. Psicológicamente fue la más dura, pensar que se había acabado y volver a empezar. Rápidamente me llevaron a la celda. A las horas me sacaron de la celda y me llevaron a un autobús de la Guardia Civil, nos llevaron a la Audiencia Nacional. Allí por fin pude hablar con alguien conocido, la abogada. Antes de eso solicité la visita del forense al cual conté toda esta horrible historia, él la apuntó. Delante del juez negué todo lo declarado en comisaría y denuncié graves torturas mientras Marlaska miraba al techo y yo lloraba sin parar. Mi abogada dudó del trato recibido en comisaría pero la sentencia ya viene marcada, cárcel. Justo al bajar vi a la abogada al levantarme la incomunicación. Nos gritamos de celada a celda para darnos ánimos el uno al otro, entonces supe a quién habían detenido".

 

Fuente: loquesomos.org // eldiario.es