Plantar un billón de árboles no va a frenar el cambio climático
Los defensores de este plan argumentan también que se trata de una solución natural al problema del cambio climático. Es como decir que los problemas de salud de una persona de vida sedentaria, que bebe y fuma sin parar y que se alimenta exclusivamente de comida rápida, se solucionarán si empieza a comer varias manzanas al día: no es suficiente, ni de lejos.
Los aficionados a El rey león recordarán la escena en la que Mufasa está sentado con su hijo Simba, todavía un cachorro. Juntos contemplan las sabanas y los pastos africanos desde lo alto de un acantilado. Ahora imaginen esa misma escena, pero con bosques sustituyendo a la sabana. Evidentemente, no sería posible.
Sin pastos y sin sabanas nos quedaríamos sin Mufasas, sin Simbas y sin los grandes mamíferos que hoy pueblan estos ecosistemas tropicales y subtropicales.
Esto es precisamente lo que quiere el Foro de Davos en el proyecto que ha aprobado recientemente para plantar un billón de árboles. Una iniciativa a la que también se suma Donald Trump.
Y eso no es todo. Organizaciones supuestamente ecologistas como WWF o Birdlife International llevan años apoyando este tipo de medidas y otras parecidas, como el Bonn Challenge, que buscan plantar árboles en pastos tropicales y subtropicales. Sitios en los que no deberían estar.
Los problemas de plantar un billón de árboles
Plantar un billón de árboles es una barbaridad. Equivale a un tercio del total que hay actualmente en la Tierra. La idea que hay detrás es tan simple como errónea: asume que la Tierra debería estar poblada por bosques y que los pastos y sabanas son el resultado de la degradación y de la deforestación inducida por los humanos.
Esta teoría olvida, por ejemplo, que estos ecosistemas se originaron hace 8 millones de años, mucho antes de nuestra llegada. Nuestra especie pudo evolucionar precisamente gracias a la existencia de sabanas.
Los defensores de este plan argumentan también que se trata de una solución natural al problema del cambio climático. Es como decir que los problemas de salud de una persona de vida sedentaria, que bebe y fuma sin parar y que se alimenta exclusivamente de comida rápida, se solucionarán si empieza a comer varias manzanas al día: no es suficiente, ni de lejos.
Recordemos que el cambio climático es el resultado de liberar a la atmósfera en forma de CO₂ el carbono que se almacenó durante millones de años por los restos fósiles de trillones de organismos. Por más árboles que plantemos, no seremos capaces de contrarrestar semejantes emisiones de CO₂.
Efectos potenciadores del cambio climático
Plantar un billón de árboles es contraproducente en la lucha contra el cambio climático por varias razones:
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Porque pasan lustros, cuando no décadas desde que un bosque se planta hasta que este actúa como sumidero de CO₂. Durante la plantación se libera dióxido de carbono y las tasas de fotosíntesis son bajas en los árboles jóvenes. El cambio climático requiere actuaciones inmediatas.
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Porque los árboles se queman y las plantaciones son particularmente vulnerables a sufrir incendios. La experiencia nos ha enseñado que las plantaciones se abandonan al poco de ser establecidas.
Los costes de mantenimiento de un plantación son elevados: es necesario emplear claras y otras técnicas de ingeniería forestal para lograr un buen estado de salud en la masa forestal. Pero no se suele hacer porque es caro. Esto conlleva grandes acumulaciones de combustible y puede desembocar en incendios particularmente peligrosos como vimos en los megaincendios de Chile en el año 2017.
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Porque, en algunas ocasiones, los pastos almacenan más CO₂ que los bosques que se pretenden generar. Además, al cambiar el tipo de vegetación se altera el balance energético. Esto, en algunos casos, puede conllevar un mayor calentamiento.
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Porque la creencia de que plantando árboles se arregla el cambio climático no es solo falsa, sino que también es peligrosa. Crea la ilusión de que podemos seguir emitiendo como siempre y los árboles lo absorberán. Quizá por esta razón las potencias mundiales apoyan esta medida. Pero en realidad no es más que una operación de maquillaje. De maquillaje tóxico.
Es curioso ver cómo, en ocasiones, el ser humano retrocede en lugar de avanzar. Realicé mi tesis doctoral hace unos 15 años en el desierto de Sonora, motivado precisamente por los efectos negativos de los árboles en los pastos subtropicales.
En aquel momento había consenso a nivel científico, o eso me parecía a mí, sobre los beneficios de mantener esos ecosistemas sin árboles. El debate actual del billón de árboles parece ignorar gran parte de la ciencia ecológica y forestal de los últimos 50 años.
Mejor reducir la deforestación y las emisiones
Es evidente que, en muchos ecosistemas, resultará necesario y deseable plantar. Recordemos que la reforestación no es sino una técnica de ingeniería empleada para la restauración de ecosistemas degradados.
La reforestación está indicada, por ejemplo, para aquellos ecosistemas que han sufrido pérdidas importantes de biodiversidad, erosión y otros perjuicios causados por la acción reciente del hombre.
Pero con la reforestación se crea un ecosistema “Frankenstein”: es como una operación de cirugía que combina una pieza de aquí y otra de allá y que, además, tiene un postoperatorio de décadas.
Los estudios indican que la biodiversidad en las repoblaciones no llega a niveles comparables a la de los bosques naturales hasta pasados varias décadas o varios siglos.
Sería más sensato destinar los fondos de los programas de creación de nuevos bosques a conservar los ya existentes, a frenar la deforestación tropical y a desarrollar medidas que fomenten el cese de emisiones.
Autor: Víctor Resco de Dios - Investigador en Agrotecnio, Universitat de Lleida - the Conversation