Rescatan a un ciclista español medio helado en Siberia

Rescatan a un ciclista español medio helado en Siberia
Andrés Abián Andrés Abian es un aragonés de 48 años que compagina su trabajo de conserje en un colegio con sus aventuras recorriendo el mundo en bicicleta. El 2 de diciembre el zaragozano partió hacia Rusia con la intención de emprender su enésima 'locura' en bicicleta, probablemente una de las más duras y complejas. Son palabras mayores, aunque ya había completado rutas de máxima exigencia en Pakistán, Irán, Jordania, Kirguistán y Marruecos, por ejemplo. Recorrer casi 5000 kilómetros, los que van desde Magadán hasta el lago de Baikal (en la montañosa región rusa de Siberia) con una media de -35ºC en una bici de 400 euros que tuvo que pagar a plazos. “Está un poco modificada pero es una bici hecha para rodar”, contaba Andrés Abian en SER Aventureros. "La tengo forrada con PVC porque el plástico no resiste esas temperaturas", explicaba. "Y le pongo una grasa especial para reducir los efectos del frío. A las ruedas, les coloco unos remaches especiales para aumentar su resistencia", detallaba en la entrevista siendo consciente del reto que suponía rodas con "mucho frío". La ruta ideada por el viajero aragonés, que recorre casi 5000 en la Siberia oriental El ciclista no conocía más que un puñado de palabras en ruso y tenía claro que cada día iba “a ser una aventura distinta”. Para las noches, iba a llevar "un saco de dormir de expedición de alta montaña y una tienda de campaña preparada para las condiciones más extremas", de Altus, una de las empresas que colaboran en su expedición junto a Recicleta y Colchones Aznar. La idea que tenía el aventurero era repetir la ruta que había recorrido en verano hace cinco años y que se denomina “la ruta de huesos”. Este recorrido pasa por la infame carretera abandonada que lleva de Magadán a Yakutsk. Una vía que comenzó a construirse en 1932, en el contexto del programa de desarrollo de la industria minera en la década de 1920, en Yakutia y Kolyma, el estado soviético comenzó a crear una red de carreteras locales utilizando el trabajo de presos. Durante los años de represalias por la carretera de Kolymá pasaron unos 800 mil prisioneros soviéticos, y la mitad se quedó allí. Los veteranos locales recuerdan cómo había cadáveres helados en la carretera. Del excesivo trabajo, el frío y el hambre, los presos morían de manera masiva. Y, por su puesto, no fueron enterrados: nadie tenía suficientes fuerzas para ello. Los cuerpos se colocaban directamente debajo de la calzada sirviendo como un sello natural para la cobertura del suelo. Es la razón por la que la vía se ha quedado con el nombre “la ruta de huesos”. Esta carretera, por poco, no llegó a ser la última morada de los huesos de Andrés Abián. Al llegar en avión de Moscú a Magadán el viajero se montó a la bicicleta y partió hacia Baikal. Tras una semana de viaje y al llegar al Paso Burjalinsky, Andrés se dio cuenta de que las fuerzas le abandonaban. Las temperaturas extremadamente bajas obligaron al viajero a salir de la ruta. No había ningún lugar para esperar ayuda, por lo que el ciclista literalmente se paró en un lado de la carretera y levantó la tienda de campaña, donde pensaba esperar a que templara y que cesara la tormenta de nieve. Fue allí donde unos hombres de la etnia ingusetia (un pueblo originario del Cáucaso), residentes de la ciudad de Susumán, lo notaron. "Vimos una tienda de campaña a un lado de la carretera, pensamos que ya no había nadie vivo allí, porque hacía 50 grados bajo cero. Pero, afortunadamente, el chaval estaba vivo", recuerda Aslán Tátriev. Según los residentes de Susuman, que encontraron al español, Andrés estaba al borde de la muerte. Cuando lo metieron en su coche, apenas entendía qué estaba pasando y dónde se encontraba. Los médicos le diagnosticaron al zaragozano congelación de los brazos y piernas. Andrés con Vaja y Musa, sus rescatistas “Por primera vez lo vimos cerca de la aldea de Laryukóvaya, tratamos de disuadirlo de ir adelante, pero él rehusó la ayuda. Cuando regresamos, preguntamos a los lugareños si habían visto al ciclista, y ellos nos indicaron su posible ubicación ", recuerda Vaja, uno de los hombres que rescataron al aragonés. Andrés volvió a Magadán preparándose para volar de regreso a su España, lejos del frío extremo de Siberia.