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La mirada

La mirada crea la realidad, vínculos profundos que vamos conformando a cada paso en nuestras vidas para abanderar en nuestras mentes, de una manera significativa, aquello que nos parece emblemático. Sin embargo,  el ámbito de las miradas requiere no solo el mero acto de ver, sino el de avistar abisalmente y hacerlo, además, con el ceño fruncido por la curiosidad, para intentar, de ese modo, aprehender significativamente el universo visible y experimentar en nuestra mente una insaciable apetencia por desconchar desconocidos misterios, no evidentes a la simple ojeada.
LaMirada
Foto: Juan Teixeira.

Normalmente nuestros labios no se atreven a pronunciar las miradas. Esto es así porque esas luces difusas casi siempre lo dicen todo en el más desgarrador silencio. Sin pretenderlo, las miradas cuyo brillo los ojos no pueden disimular desnudarían aquello que el corazón ama y ansía con loca voluntad. Son miradas que traspasan muros infranqueables construidos como defensa ante la frágil vulnerabilidad  definida en el reconocimiento de lo que palpita, de lo que aun yace como alma enmascarada.

Llevamos el horizonte, nuestro personal horizonte, anclado en nuestra mirada, en su luz, en esa difuminada luz unas veces descarriada por intentar esconder ocultos sentimientos que la razón prohíbe o la voluntad encadena, y otras para inclinarse ante las flores cuando el prado canta al sol y descubrir la belleza que se nos presenta entre el sueño de la vida y el telón de los párpados que al cerrarse simulan un telón entreabierto.

Efectivamente somos galeotes de nuestras miradas, pero la estrecha relación que existe entre vista y mente exige que tengamos mucho cuidado, pues lo que vemos condiciona lo que pensamos, ya que la mirada y su significado es la herramienta más importante de la comunicación no verbal, el punto de partida de una buena escucha y la conexión con los demás.

Hoy por hoy, y agravada por la actual crisis de salud pública, en la urbe nos hemos acostumbrado a ver con sobreabundancia de elementos visuales del mismo modo que  respiramos. Y lo hacemos inconscientemente. Cada vez más, las miradas se recargan de evidencias que engañan con el insulso sabor de sus mentiras, encienden migrañas mentales con un infinito muestrario de rostros sonrientes y orgasmos diferidos para sacudir en las mente asimétricas, dudas y desdenes por el gregario gusto fisgón.

Casi todos podemos estar de acuerdo en que la tecnología digital y la comunicación se han filtrado de una forma casi omnipresente en la vida cotidiana actual a través de la visión. Mucho se ha abordado el cómo esta presencia invasiva de la tecnología puede incidir en gran medida en la forma en que nos relacionamos unos con otros y sobre los efectos sociales de la tecnología. Pero, sea como sea, debemos intentar explicar cómo las personas pueden convertirse en dependientes de las relaciones creadas gracias a la tecnología y descuidar lo que auténticamente sucede a su alrededor, cómo esta nueva forma de aproximarnos a la realidad social  modifica a pasos agigantados el tejido de la comunidad. Debemos intentar responder, entre otras muchas, a la cuestión de si estas nuevas maneras de relacionarnos y entender al mundo han afectado la construcción de motivaciones y valores que nos mueven como seres humanos; de qué modo modifican nuestras miradas.

 

Artículo de Mingos Teixeira, artista autodidacta de marcado carácter personal, obsesionado por el color y la composición que trata de aportar, desde planteamientos investigadores y existencialistas, nuevos caminos expresivos y comunicativos del arte.