EGERIA: la primera gran viajera
Esta gallega viajó por tres continentes y escribió el relato de viajes más antiguo que existe en la península ibérica
Si pensamos en un gran viajero de la historia, rápidamente nos vienen a la cabeza nombres como el de Marco Polo o Cristóbal Colón. Pero si nos paramos a pensar en el de las primeras mujeres que recorrieron el mundo en busca de aventuras, puede que nos cueste un poco más. La razón de que el nombre de la primera mujer aventurera nos sea desconocido nos la da Cristina Morató en su libro “Viajeras intrépidas y aventureras”
“Mujeres intrépidas y aventureras han existido desde los tiempos más remotos, aunque la inmensa mayoría han sido silenciadas y olvidadas por la historia, escrita por los hombres” - Cristina Morató.
Pero aunque la historia y quienes la escribieron se empeñen en borrar el nombre de las pioneras en muchos campos, nosotros nos hemos empeñado también en sacarlas del olvido y contaros que sus hazañas superaron en muchas ocasiones a las de los hombres con los que compartían época.
Para quienes todavía estén pensando en el nombre de la primera mujer viajera de la historia, os diremos que hay que adelantarse unos mil años a los relatos de Marco Polo para encontrarlo. Exactamente hay que ir hasta finales del siglo IV, justo cuando el Imperio Romano estaba a punto de derrumbarse. En esa época, una mujer gallega de nombre Egeria decidió emprender una peregrinación desde lo que entonces era Gallaecia (Galicia) hasta Tierra Santa, convirtiéndose así en la primera gran viajera de la que se tiene constancia.
Su viaje
En el año 381 esta mujer profundamente religiosa (pero no monja) y perteneciente a la clase alta de la época, decidió emprender una peregrinación desde la localidad leonesa de El Bierzo (antiguamente perteneciente a Gallaecia) hasta Jerusalén. Al parecer su intención era conocer todos los lugares que había “recuperado” Santa Helena medio siglo antes. Quería visitar los lugares donde vivió y predicó Jesús de Nazaret y para ello debería atravesar desiertos y montañas y enfrentarse a los peligros del camino.
Aunque no se sabe con exactitud su edad, los que han investigado su vida y sus cartas, coinciden en asegurar que debería ser una mujer de mediana edad, ya que si hubiera sido muy jóven habría tenido que hacer el viaje acompañada. Tampoco debería ser muy mayor porque sino, le hubiera costado mucho recorrer tantos kilómetros. Además, apuntan a que debería pertenecer a la clase noble porque, de no ser así, no hubiera podido atravesar muchas de las fronteras que en aquella época estaban cerradas a los ciudadanos comunes.
Egeria utilizó las vías construidas por el Imperio Romano para moverse a lomos de un burro o en carros. Culta, experta en geografía y con gran dominio de la lengua griega, no tuvo problema para realizar sola su viaje, aunque en algunos tramos fue acompañada por soldados, monjes o personajes de la clase noble como así cuenta en una de sus cartas:
"A partir de este punto despachamos a los soldados que nos habían brindado protección en nombre de la autoridad romana mientras nos estuvimos moviendo por parajes peligrosos. Pero ahora se trataba de la vía pública de Egipto, que atravesaba la ciudad de Arabia, y que va desde la Tebaida hasta Pelusio, por lo que no era necesario ya incomodar a los soldados”, Egeria.
Todo esto apunta a que la viajera pertenecía a una clase alta ya que durante su aventura gozó de algunos privilegios que otra persona de clase inferior no se hubiera podido permitir. Como por ejemplo tener unos pasaportes llamados diplomas, que deberían estar firmados por altos cargos y que se necesitaban en aquella época para pasar de un territorio a otro. Se hospedaba además en monasterios, ventas, mansiones o posadas y allí por donde iba era bien recibida como si fuera una celebridad.
Tras atravesar el sur de Gallaecia (hoy Francia) y el norte de Italia, cruzó en barco el mar Adriático para llegar a Constantinopla en el año 381. De ahí partió a Jerusalén y en el año 382 puso rumbo a Egipto. Visitó Alejandría, atravesó el Nilo y llegó hasta el Mar Rojo. En su viaje de regreso pasó por Mesopotamia y por territorio sirio, incluso quiso entrar en Persia pero se le impidió la entrada. Su última carta la escribió en 384, cuando regresó a Constantinopla (actual Estambul) y en la que dejó patente su intención de ir a visitar la iglesia de Martyrium de San Juan en Éfeso. Pero no se sabe si llegó allí o regresó a Gallaecia, ya que en su último escrito también dejó registrado un “si tengo fuerzas”, que ha sido interpretado por los investigadores como que la viajera no se encontraba del todo bien y porque sus últimas palabras sonaban a despedida.
"Tenedme en vuestra memoria, tanto si continúo dentro de mi cuerpo como si, por fin, lo hubiere abandonado", Egeria.
Escritora sin pretenderlo
Durante los tres años que duró su viaje, Egeria escribió una serie de cartas a sus “lejanas señoras y hermanas” para contar su aventura, que denominó “Itinerarium Egeriae”. Las cartas eran una especie de diario de viajes en las que iba contando todo lo que hacía en los diferentes lugares que visitaba. A pesar de su origen noble, escribía las cartas en un latín muy sencillo, coloquial, directo y cercano. Su narración está dividida en dos partes, la primera empieza cuando ya estaba en su viaje de regreso, a punto de subir el Monte Sinaí, y en ella cuenta sus vivencias en lugares como Siria, Mesopotamia y Constantinopla. La segunda parte se centra en contar como eran los rituales religiosos que se llevaban a cabo en Tierra Santa a lo largo del año.
En las cartas se pude ver también, cómo Egeria era una persona con un pensamiento crítico muy marcado, ya que intentaba siempre comprobar que lo que se decía en los textos sagrados era cierto y si no conseguía encontrar su veracidad lo reconocía abiertamente.
Aunque el género de literatura de viajes ya existía de alguna manera entre los griegos, gracias a las descripciones itinerantes de Hecateo de Mileto, se considera que el conjunto de cartas de esta religiosa fue uno de los primeros cuadernos de viajes.
Su reconocimiento público
Parte de sus cartas fueron encontradas en la biblioteca de la localidad italiana de Arezzo en 1884 por el erudito Gian Franceso Gamurrin. Estaban mezcladas con con otros textos de Hilario de Poitiers en un códice medieval que aún se conserva bajo el nombre de “Itinerarium ad Loca Sancta”. Aunque al principio se puso en duda su autoría, en el año 1903 el benedictino Don Mario Ferotín encontró el nombre de Egeria en otro documento escrito por el abad de El Bierzo, en el que muestra su respeto a la mujer que había viajado de Gallaecia a Tierra Santa. El hecho de que las cartas fueran dirigidas a las “lejanas señoras y hermanas” que vivían en El Bierzo también fue una pista importante para atribuir su autoría a la mujer gallega. En 2017, el periodista Carlos Pascual revisó todos estos documentos detalladamente, hizo una traducción del códice y lo publicó bajo el nombre “Viaje de Egeria: el primer relato de una viajera hispana”. El autor también deja claro en el libro que sus investigaciones le han llevado a confirmar que Egeria no era una monja, como se había creído siempre. Entre otras cosas "porque en esa época no existía esa figura dentro de la Iglesia". Tal ha sido el malentendido durante años que hasta en 1984 se editó una tirada de cuatro millones de sellos de su viaje, en los que se le añadía el calificativo de “monja”.
“Era imposible que una monja se moviera con un séquito imperial de soldados, sacerdotes e incluso obispos y, además, por aquellas fechas no existían las monjas”, Carlos Pascual.
Además, Pascual cuenta que en Alemania una congregación de monjas emprendió el “Proyecto Egeria”, describiéndolo como una peregrinación por los lugares que visitó “la hermana” viajera, algo que para él es totalmente erróneo.
Sello conmemorativo del XVI centenario del viaje de Egeria
Sobre la hazaña de Eregia hay también otras obras, como la novela publicada en 2012 y reeditada este mismo año, por la también periodista Ana Muncharaz, reconstruyendo la historia de la viajera en “El viaje de Egeria. La peregrina hispana del siglo IV”. En el año 2016, Ediciones Rialp también publicó “El itinerario de Egeria”, donde se recoge la crónica de su viaje y sus cartas han sido traducidas también a varios idiomas. En la obra “Viajeras intrépidas y aventureras” escrita por Cristina Morató también se hace referencia a la vida de la viajera.
“El viaje de Egeria. La peregrina hispana del siglo IV” Ana Muncharaz
En Ponferrada y en León hay una calle que lleva su nombre, en El Bierzo hay una empresa de cerveza que se llama como la viajera y en el municipio leonés de Villaquilambre está la Escuela de Formación de mujeres Egeria.
Cerveza ecológica Egeria
La falta de algunas hojas iniciales, finales e intermedias de su diario hace que no podamos saber con certeza qué ocurrió con ella. Pero sí que podemos contar su historia con los restos que se conservan para que no caiga en el olvido, como ha ocurrido con otras figuras femeninas del Estado español. La primera mujer viajera y una de las primeras escritoras de libros de viajes tiene un bonito nombre para ser recordado; Egeria.