Pulpos, MDMA y otras animaladas psicotrópicas
No, no se trata de una nueva receta de pulpo a la gallega, sino de un experimento en el que se le ha dado esta agradable sustancia (nos lo han contado) a un cefalópodo para estudiar su reacción y compararla con la de un ser humano. Aunque parezca mentira, lo de drogar animales no es nada nuevo. Muchos investigadores han inoculado sustancias psicotrópicas y psicoactivas a todo tipo de animales con el objetivo de saber mas, tanto sobre la droga en cuestión como sobre la psique de los animales y otras curiosidades fuera del alcance del humanoide medio. Por ejemplo, en 1948 un grupo de investigadores inoculó diferentes drogas a arañas con la intención de cambiar su hábito horario (no nos preguntéis la razón...). No lo consiguieron, pero a cambio se dieron cuenta de que la cafeína afecta mucho mas que el LSD a los arácnidos (dato super útil) y sobre todo, nos dejaron esta maravillosa imagen de las diferentes telas de araña que tejían bajo cada sustancia:
Pero volvamos a nuestro pulpo y el MDMA. Como bien sabéis, esta sustancia provoca euforia, sensación de intimidad con los demás y disminución de la ansiedad. Produce también una clara pérdida de timidez, además de una serie de manifestaciones fisiológicas: aumento de la tensión muscular, dilatación de las pupilas y una pérdida parcial del sentimiento de dolor físico. Pues bien, Eric Edsinger del Laboratorio de Biología Marina en Woods Hole, estaba investigando los mecanismos moleculares que gobiernan nuestra capacidad de ser sociables, y se le ocurrió probar el MDMA en un animal que sabemos muy inteligente y solitario. Los humanos y los pulpos nos separamos hace unos 500 millones de años. La evolución nos llevó por caminos diferentes. Ambos, eso sí, nos quedamos con sistemas nerviosos complejos pero con diferencias marcadas. Mientras el nuestro alberga unos 100 mil millones de neuronas, el de ellos se calcula en 500 millones. Eso para no hablar de los ocho tentáculos, el poder de ellos para “ver” con las “patas” por su alta sensibilidad táctil, el esófago que les atraviesa la mitad del cerebro o la sangre azul-verde que recorre sus vasos sanguíneos. Pequeñeces.