Chile, la lucha continúa // Parte I: razones para el cambio

Chile vive un estallido social sin precedentes, el más importante desde que el dictador Augusto Pinochet abandonara el poder en la década de los 90. Han sido numerosas las crónicas y las imágenes que han circulado durante las últimas semanas que atestiguan que el fantasma de Pinochet todavía sigue presente en el país. La durísima represión ejercida por el gobierno, que hasta hoy ha dejado más de una veintena de muertos, más dos mil heridos (muchos de ellos de gravedad) y más de cinco mil detenidos, ha conmocionado a la opinión pública mundial. En el siguiente articulo analizamos cuales son las razones principales que han provocado las protestas.

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Chile, la lucha continúa // Parte I: razones para el cambio

¿Por qué se iniciaron las protestas?

La crisis comenzó cuando, siguiendo las recomendaciones del Panel de Expertos del Transporte público, el gobierno de Sebastián Piñera (presidente desde el 2018) decidió elevar el precio del billete del Metro en 30 pesos, llegando a 830 pesos. El lunes 14 de octubre, los estudiantes comenzaron a realizar evasiones masivas en el Metro. La combinación de bajos salarios, el impacto de los 30 pesos en el pasaje diario y la baja calidad del servició actuaron como detonante de las protestas que pronto empezaron a extenderse y a adquirir una extensión mayor. Los hechos iniciales pusieron de relieve, en poco tiempo, que las verdaderas razones del estallido social se enmarcaban en la situación socioeconómica que vive el país. Cristóbal Bellolio, doctor en Filosofía Política del University College de Londres, afirma lo siguiente en una entrevista concedida a la cadena Deutsche Welle el 20 de octubre: «lo que partió contra el alza del pasaje llegó a tener su mayor articulación discursiva cuando se planteó como un hastío general contra el alza sistemática del costo de vida».

Lo que empezó como una protesta contra el aumento del precio del transporte público se convirtió en una revuelta popular contras las políticas de derecha - Francisca Márquez, antropóloga chilena.

Chile, país que ha sido definido como “el oasis de América Latina”, arrastra una de las mayores desigualdades en materia de ingresos del planeta. Gonzalo Martner, exembajador y expresidente del Partido Socialista afirma lo siguiente en un artículo publicado por El País: «Ha habido, sobre todo en el exterior, una sobrevaloración del modelo chileno: si el proceso liberalizador hubiese ido acompañado por una mayor competencia económica, el bienestar resultante habría sido mucho mayor. Aquí, en cambio, se ha producido una alta concentración, con lo que la riqueza se ha quedado en unas pocas manos». A este hecho se le suma una clase media descontenta. Según afirma en el mismo artículo Andras Uthoff, consultor independiente de administraciones públicas, «con el del modelo liberal y el Estado únicamente subsidiario, que solo interviene cuando no tienes prácticamente nada, hay un grupo que no es ni pobre ni rico que apenas no tiene acceso a servicios públicos». Según la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadounidense, aunque en las últimas dos décadas Chile ha dado pasos importantes para reducir su tasa de pobreza, su grave desigualdad de ingresos se ubica como la peor entre los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). El acceso desigual a una educación de calidad perpetúa esta distribución desigual del ingreso, afirma la CIA.

Desde el retorno a la democracia hace casi tres décadas, Chile ha logrado grandes avances en los planos institucional, económico y social, que le han permitido alcanzar mejoras notables en los niveles de bienestar de su población. […] Los buenos indicadores socioeconómicos esconden sin embargo una realidad menos auspiciosa: en Chile los frutos y las oportunidades del progreso no alcanzan a todos por igual. En efecto, cuando el IDH [el mayor en la región] se ajusta por la desigualdad, Chile retrocede doce puestos en el ranking mundial. […] La desigualdad socioeconómica en Chile no se limita a aspectos como el ingreso, el acceso al capital o el empleo, sino que abarca además los campos de la educación, el poder político y el respeto y dignidad con que son tratadas las personas. Esto afecta en mayor grado a las mujeres, la población rural y de las regiones retrasadas, los pueblos originarios, y a personas de diversas minorías. La desigualdad perjudica al desarrollo, dificulta el progreso económico, debilita la vida democrática, afecta la convivencia y amenaza la cohesión social - Programa de las Naciones Unidas Para el Desarrollo (PNUD), junio de 2017.

Según datos proporcionados por la OCDE, Chile dispone de un coeficiente GINI de 0.46, el peor entre los miembros de la OCDE.

ssSegún la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), «en 2017, de acuerdo con la Encuesta Financiera de Hogares de Chile, los hogares tenían una riqueza neta media cercana a los 115.000 dólares (activos físicos más activos financieros de renta fija y variable, menos pasivos financieros de corto y largo plazo). Ese promedio se distribuía de manera muy heterogénea: mientras que el 50% de los hogares más pobres tenían una riqueza neta media de 5.000 dólares, el 10% más rico poseía un promedio de 760.000 dólares y el 1% más rico uno de 3 millones de dólares». 

El Gobierno, en vez de empatizar, basa su respuesta en ‘mano dura', lo que niega el sufrimiento y la justa demanda de las personas. Las declaraciones de ministros menospreciando a la gente y su sufrimiento, por ejemplo, al decirle que esperar por largas horas en la salud pública es una oportunidad de hacer vida social, son una muestra de desdén de un Gobierno que no tiene las competencias comunicacionales para empatizar con quien lo está pasando mal. Si se rasca la imagen de Chile queda en evidencia una enorme injusticia social, cultural, económica y política. La buena imagen se sostenía sobre pilares débiles que se apoyaban, en gran medida, en la paciencia de un pueblo abusado que se cansó - Jorge Saavedra, académico del Departamento de Sociología de la Universidad de Cambridge, en una entrevista concedida a la cadena Deutsche Welle el 20 de octubre. 

Imposible decir cómo terminará esto, cuánto durará ni hasta dónde llegará el descontrol, pero parece claro que más allá de las fuerzas de orden y seguridad, para restablecer la calma se requerirá de un nuevo gran acuerdo nacional, un nuevo pacto social. Un ciclo de la historia chilena parece terminar de cerrarse: sirvió para generar dinero, pero no justicia; para tener más bienes, pero no seguridades; para eliminar el hambre, pero no la fragilidad. Las nuevas generaciones no parecen sentirse parte ni festejar el país que hasta recién sus constructores y dirigentes consideraban motivo de orgullo - Patricio Fernández, escritor y periodista chileno. 

En el próximo capítulo analizaremos las protestas, la dura represión ejercida por el Gobierno y la situación actual.