Un periodista descubre la atrocidad cometida por soldados norteamericanos en My Lai: 504 civiles asesinados en un día

El 16 de marzo de 1968, soldados norteamericanos atacaron un pequeño pueblo en el sur de Vietnam, en la búsqueda de combatientes del Viet Cong. Solo encontraron civiles, mujeres, ancianos y niños en su mayoría. 504 personas de más de 240 familias fueron asesinadas (y algunas violadas) ese día. Esta atrocidad fue ocultada al público, e incluso el Ejército de Estados Unidos lo calificó como una gran victoria. Hasta que el reportero Seymour Hersh publicó lo sucedido el 12 de noviembre de 1969. Desde entonces, la Matanza de My Lai se convirtió en el símbolo de las masacres de los estadounidenses en el extranjero.

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El soldado SP5 Capezza quema una choza vietnamita en My Lai. Foto: Ronald L. Haeberle - Report of Army review into My Lai incident
Un periodista descubre la atrocidad cometida por soldados norteamericanos en My Lai: 504 civiles asesinados en un día

Por Seymour Hersh (Fragmento de Basta de mentiras, recopilación de textos de John Pilger editado por RBA en 2007).

Nadie lo vio todo. Algunos, como Roy Wood, ni siquiera supieron el alcance de la matanza hasta el día siguiente. Otros, como Charles Sledge, que aquel día hizo de operador de radio de Calley, vieron más de lo que quieren recordar.

Pero todos recuerdan el temor de aquella mañana al subir a los helicópteros en la zona de aterrizaje de Dotti con vistas al ataque a Pinkville. Todos recuerdan la convicción de que iban a encontrarse por primera vez cara a cara con el enemigo.

Calley y su sección fueron los primeros en subir a los grandes helicópteros de ataque negros de las Fuerzas Armadas. Iban armados hasta los dientes, cada hombre con el doble del cargamento habitual de munición para fusil y metralleta. Abría el camino Calley, que se había puesto al hombro una canana extra de balas de fusil. Había nueve helicópteros en el primer despegue, suficientes para la primera sección – unos veinticinco hombres –, y el capitán Medina y su pequeña unidad del cuartel general de tres operadores de radio, algunos oficiales de enlace y un médico. Lucía el sol y ya hacía calor el primer helicóptero emprendió su ruidoso vuelo hacia My Lai 4. Eran las 7:22 de la mañana; lo registró un magnetófono en cuartel general de la brigada. Ya había empezado una breve descarga de artillería; la zona de My Lai 4 era “preparada” de antemano para la misión de búsqueda y destrucción de aquel día. Unos cuantos helicópteros profusamente armados disparaban miles de balas de pequeño calibre en la zona cuando Calley y sus hombres aterrizaron en un arrozal empapado a 150 metros al oeste de la aldea. Era la estación de la cosecha; los campos verdes estaban muy crecidos.

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La primera misión de la sección era asegurar la zona de aterrizaje y comprobar que no quedara ningún soldado enemigo que pudiera disparar a la segunda ola de helicópteros, que por entonces ya habían despegado de la zona de aterrizaje de Dotti. Cuando la escuadrilla de helicópteros planeó sobre la zona de aterrizaje, los artilleros de las puertas se pusieron a rociar con fuego protector para mantener ocupado el enemigo, si se encontraba allí. Uno de los pilotos de helicóptero había informado de que la zona de aterrizaje estaba “caliente”, es decir, que el Vietcong esperaba abajo. La primera sección salió disparando. Pero un momento después algunos hombres se dieron cuenta de que no les devolvían el fuego. “No oí que me pasara cerca ninguna bala – recordaba Charles Hall, que aquel día se ocupaba de la metralleta –. Para considerar caliente un área, tienen que dispararte”.

La sección se apresuró a formar un perímetro y asegurar la zona de aterrizaje. El sargento Cowen vio a un anciano. Sledge se encontraba a unos cuantos metros a la derecha de Cowen: “Llegamos a un pozo y había un vietco. Creímos que era una vietco. Estaba en pie y agitaba los brazos. Cowen se echó atrás y dijo: “Dispara al hdp”. Disparé una vez, y después el cargador [de fusil] se cayó. Paul Meadlo vio que el amarillo estaba en pie agitando los brazos, haciendo señas, y de repente le dispararon”. Allen Boyce lo vio un poco distinto: “Un tío estaba en un arrozal, haciendo alguna cosa a una planta. Levantó los ojos y recibió. Fue la operación más confusa en que he participado. Todo se jodió”.

A esas alturas los vietcongs de la zona ya se habían escabullido. Algunos partidarios locales de las guerrillas también habían huido, pero no fueron muy lejos. Observaron mientras la Compañía Charlie pasaba por My Lai 4.

Unos veinte minutos después aterrizó la segunda escuadrilla de helicópteros, y los cincuenta hombres de la segunda y la tercera sección saltaron al suelo. Gary Garfolo oyó que las aspas del helicóptero hacían unos chasquidos secos al cambiar de posición aterrizar. “Era un sonido de “pop, pop, pop” como un fusil. Muchos de nosotros no habíamos oído nunca una zona de aterrizaje activa. Sabíamos que estábamos a punto de entrar en un sitio activo. Esto les disparó la adrenalina”. Se reunió rápidamente con los hombres. La primera sección de Calley y la segunda sección del teniente Stephen Brooks habían de encabezar la incursión a la aldea: Calley por el sur y Brooks por el norte. La tercera sección, encabezada por el teniente Jeffrey La Crosse, permanecería en la retaguardia y avanzaría siguiendo a los demás hombres. El capitán Medina y su unidad de cuartel general avanzarían con la tercera sección y establecerían un puesto de mando (PM) en el interior para supervisar la operación y mantenerse en contacto con las otras unidades. La Compañía Charlie no estaba sola en el ataque; las otras dos compañías de la Fuerza Expedicionaria Barker hacían funciones de bloqueo en el norte y en el sur. Estaban allí para impedir la huida de los soldados de Vietcong que preveían encontrar.