ÁNGELA RUIZ ROBLES: la inventora del libro electrónico

En 1949 patentó un rudimentario soporte de lectura para facilitar el aprendizaje a sus estudiantes, muy parecido a los libros digitales que conocemos hoy en día

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Angela Ruiz Robles con su prototipo de "Enciclopedia Mecánica"
ÁNGELA RUIZ ROBLES: la inventora del libro electrónico

En plena era de las pantallas digitales podemos echar un poco la vista atrás para ver cuáles eran los antepasados de los dispositivos que nos acompañan en nuestro día a día. El origen del teléfono móvil hay que buscarlo en el primer aparato que permitió hacer trasmisiones telegráficas sin hilos. Se puede considerar a las máquinas de escribir como las antecesoras de los actuales ordenadores. Y también podemos decir que los orígenes del libro electrónico están en la “Enciclopedia Mecánica” ideada por la profesora Ángela Ruiz Robles en 1949.

Aunque se considera al escritor Michael Hart el creador del e-book, tal y como hoy lo conocemos, lo cierto es que la propuesta que hizo en 1971 para reunir varios libros en un mismo soporte no fue nada novedosa. Más de 20 años antes de que Hart iniciara su denominado “Proyecto Gutenberg”, una mujer leonesa inquieta y apasionada por la educación y la innovación, ya había apostado por una especie de libro mecánico para reducir el espacio que ocupaban los tradicionales. Su artilugio no fue tan exitoso como el del estadounidense, porque no tuvo la suerte de llevar a cabo su idea en nuestra era digital que facilita mucho las cosas, pero también porque la situación y la época en la que lo desarrolló no eran las más adecuadas; una mujer con pocos recursos económicos en plena dictadura franquista. Poco se conoce a cerca de este personaje y de su invento, pero aquí hemos recopilado algunos datos para contar su historia olvidada, como la de muchas otras mujeres pioneras

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Una vida dedicada a la enseñanza

Ángela Ruiz Robles nació en la localidad leonesa de Villamanín en 1895, en el seno de una familia acomodada. Su padre Feliciano era farmacéutico, su madre Elena ama de casa y ella cursó estudios superiores en la Escuela Normal de Maestros de León. Desde siempre destacó por su empeño en prestar servicio de manera desinteresada y comprometida y esa vocación la llevo a ejercer de maestra y pedagoga durante toda su vida. Entre 1915 y 1916 impartió clases en la escuela leonesa en la que había estudiado y en 1917 pasó a ser profesora y más tarde directora de la escuela de La Pola de Gordón en León. Tras opositar para maestra, en el año 1918 obtuvo una plaza en la aldea coruñesa de Santa Uxia de Mandiá y hasta allí se trasladó para seguir ejerciendo como docente. En el año 1925 los vecinos de la localidad le hicieron un pequeño homenaje ya que la maestra dedicaba sus horas no lectivas a enseñar a escribir y a leer a todos aquellos que estuvieran interesados. Tres años más tarde se trasladó a Ferrol y en 1934 fue nombrada gerenta de la Escuela Nacional de Niñas en el Hospicio de la ciudad. Allí impartió clases hasta que en 1945 fue destinada al Instituto Ibáñez Martín, del que más tarde fue también directora.

a815-1024x783Ángela Ruiz en el Instituto Ibáñez Martín con algunas de sus alumnas

Innovadora y comprometida

A lo largo de su vida, Ángela se caracterizó por ser una mujer innovadora, entusiasta e inconformista, hasta el punto de que el alcalde de la aldea de Santa Uxia llegó a amonestarla en una ocasión por montar a caballo como todo el mundo lo hace hoy en día. Y es que en aquella época esa postura “poco decorosa” era solo para hombres y las mujeres tenían que ir sentadas encima del animal con las dos piernas hacia un lado. De manera paralela a su vida de docente, también se dedicó a escribir varios libros sobre, historia, ortografía, taquigrafía y geografía entre otras muchas materias. En su afán por innovar, Ángela también publicó un Átlas Científico Gramatical en el que se daba importancia a la imagen y al autoaprendizaje por parte del alumno. Era un libro muy visual en el que los conceptos teóricos eran representados como objetos a través de láminas. Además ideó un método taquimecanográfico nuevo "que pretendía ayudar a escribir de forma más rápida y fácil de aprender y recordar, proponiendo una nueva agrupación de las teclas en la máquina e incluso nuevas abreviaturas".

Pero si por algo destacó Ángela Ruiz de manera profesional y personal, fue por ser una persona muy comprometida. Mientras era la directora del Instituto Ibáñez Martín, también se dedicaba a dar clases gratuitas nocturnas en su casa después de dormir a sus hijas. Además, decidió fundar la academia Elmaca (iniciales de los nombres de sus tres hijas) para formar a chicos y chicas que se habían quedado sin trabajo después de la Guerra Civil. El centro se llegó a convertir en todo un local social en el que se hacían tertulias, se prestaba servicio a las personas analfabetas para que pudieran escribir y traducir cartas de sus familiares exiliados e incluso se distribuían alimentos para los más necesitados. Por todo este trabajo, en 1947 se le concedió la Cruz de Alfonso X el Sabio y otros galardones.

El primer libro electrónico

Aparte de ser una mujer comprometida e innovadora, Ángela fue también una maestra inusual para su época. Siempre preocupada por la evolución del sistema educativo, quiso hacer la vida de sus alumnos más fácil y en este afán por mostrar la educación como algo simple y atractivo, en 1949 registró su primera patente bajo el nombre de  “Procedimiento mecánico, eléctrico y a presión de aire para lectura de libros” (nº 190,968), cuyo objetivo era innovar en la enseñanza y proporcionarle a los alumnos una herramienta para que el estudio fuese más intuitivo y ameno.

a324-747x1024Prototipo de lámina que aparecería en su artilugio para simplificar la enseñanza

El invento se basaba en adaptar los libros tradicionales a los avances tecnológicos para conseguir el máximo de conocimientos con el mínimo esfuerzo. Así, separaba las lecciones de las asignaturas en placas, que mediante unos pulsadores, se reproducirían de manera aumentada en una lámina de plexiglás transparente. Además, el invento incluía un pulsador eléctrico que activaría una pequeña bombilla para iluminar la pantalla. Vamos, el mecanismo primitivo de lo que hoy conocemos como libro electrónico. Al ser un utensilio pensado para los más pequeños, la profesora dejó claro en su patente que debía ser un aparato que no fuera muy grande y hecho con materiales ligeros para evitar que fuera muy pesado. Todo esto lo ideó para intentar progresar en el mundo de la enseñanza, que a su parecer estaba atascada en otra época.

"Si los muertos resucitaran, verían los avances en teléfonos, en que ya no tardamos 24 horas en llegar hasta Madrid, en los televisores… Se darían cuenta del paso del tiempo. Pero si miraran la enseñanza, pensarían que no había pasado el tiempo, o que se equivocaron de siglo y que continuábamos como en la Edad Media", Ángela Ruiz Robles.

En el año 1952, Ángela se puso a trabajar en un proyecto más ambicioso que tenía como base el primer invento que había patentado años antes. La profesora quería resolver los problemas que presentaban las enciclopedias que se utilizaban en las escuelas, que contaban con contenidos muy extensos, poco prácticos y que resultaban muy costosas para las clases bajas. Así patentó su “Enciclopedia Mecánica”, un aparato muy similar a su artilugio anterior con mejoras como la introducción de superficies para realizar anotaciones, elementos sustituibles en carretes para ir actualizando la enciclopedia y un estuche para guardar todo y transportarlo cómodamente.

a421-768x729La “Enciclopedia Mecánica” era un aparato muy similar a su invento anterior pero con mejoras

Su nuevo invento se abría como un libro tradicional y estaba dividido en dos partes. En la izquierda había espacio para que el alumno realizara las anotaciones o pusiera sus láminas. En el derecho unos cilindros en los que se introducían las bobinas despegables que contenían las asignaturas y las lecciones divididas en temas. También tenía una pantalla trasparente con propiedades de aumento para facilitar la lectura a las personas con problemas de visión y tenía previsto incorporar luz eléctrica para poder ser utilizada por la noche.

Problemas y más problemas

Ángela registró su invento con la patente número 276.346, y aunque intentó construirla en varias ocasiones, suponía un gran gasto económico que no podía permitirse. Aún con todo, en el año 1962 en los talleres del Parque de Artillería se Ferrol, se construyó un prototipo de su "Enciclopedia Mecánica", pero los altos costes de producción no hicieron posible que se comercializara. En el año 1970 recibió una propuesta económica para explotar su invento en los Estados Unidos, pero la inventora rechazó la oferta porque quería que sus beneficiarios fueran los alumnos de su país.

Aunque la invención estuvo autorizada por el Ministerio de Educación y Ciencia, la profesora no pudo hacer frente al coste que suponía poner en marcha su idea y tampoco encontró inversores que la apoyaran.El problema no fue solo el dinero, sino que Doña Ángelita, como también la llamaban, vivió en lo que se conocía como El Ferrol del Caudillo. Una mujer en una época en la que a lo máximo a lo que podía aspirar el género femenino en el ámbito laboral era a ser maestra. El mundo de la investigación y la innovación no estaba hecho para ellas como así lo demuestran textos de la época escritos en 1942 por la Sección Femenina de la Falange Española.

"Las mujeres nunca descubren nada; les falta, desde luego, el talento creador, reservado por Dios para inteligencias varoniles; nosotras no podemos hacer más que interpretar, mejor o peor, lo que los hombres nos dan hecho", Pilar Primo de Rivera, fundadora de la sección femenina del partido único.

Poco reconocimiento

Por cosas como esta, en la historia de los inicios del libro electrónico no aparece el nombre de Ángela Ruiz Robles, a pesar de que patentó un primer prototipo y de que por ello consiguió la Medalla de Oro y un diploma en la Exposición Nacional de Inventores. Obtuvo también las medallas de bronce y plata por su invento en diferentes ferias y exposiciones, pero nunca se le ha reconocido como la precursora del e-book. El merito se lo llevó el empresario Michael Hurt, que utilizó el tirón de las nuevas tecnologías para hacer realidad el sueño mejorado de la profesora. En 1971 Hurt fundó el "Proyecto Gutenberg" para volcar los libros físicos en una biblioteca virtual y que casualmente se basaba en el concepto que había planteado Ángela más de 20 años antes; un soporte ligero y pequeño en el que poder concentrar muchos contenidos para facilitar la lectura.

En una entrevista en 1958, en el diario Pueblo le preguntaron a la maestra si una mujer inventora podría ser buena ama de casa y esta fue su respuesta:

"Sí. Sí. Pero es necesario que los sirvientes o personas que le rodean no la obliguen a conversaciones amplias de cosas de tipo corriente. El silencio es imprescindible, pues facilita la gestación de esas ideas, que luego favorecen el progreso del mundo", Ángela Ruiz Robles.

Parece que lo que reclamaba para que la dejaran investigar e innovar se le puso en su contra y aquellos a los que le pedía silencio también la silenciaron a ella y a su invento. Tras su muerte en octubre de 1975 su hazaña quedó sumida en el olvido, aunque la "Enciclopedia Mecánica" que utilizaba se conserva todavía en el Museo Pedagógico de Galicia. Pero ella y su historia son aún unas grandes desconocidas. Hace unos 10 años, la investigadora de La Casa de la Mujer en Ferrol, Rosa Millán, empezó a investigar sobre algunas mujeres de la ciudad para escribir un libro y se encontró casi por casualidad con la historia de Ángela. Según cuenta la autora, “en 2008 Doña Angelita no aparecía en Internet” y ella, junto a las hijas de la profesora decidieron sacarla del olvido. En 2011 consiguieron que se la reconociera como la precursora del libro electrónico y en 2012 su nombre aparecía ya en la Wikipedia dentro de la historia de este soporte. Pero todavía queda mucho para que no sea una desconocida, sobre todo en el ámbito que tanto quiso defender e innovar, el de la educación.

Hasta el día de su muerte la maestra estuvo pagando las cuotas de su patente, con la ilusión de que su idea se pudiera hacer realidad en algún momento y los escolares españoles dejaran de llevar mochilas cargadas de libros. En pleno 2019 todavía vemos en los colegios carteras pesadísimas a espaldas de los más pequeños, lo que nos da por pensar que Ángela no se equivocó con el invento ni con la época, sino con el país adecuado en el que poder desarrollar su idea.