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Ana Rosa Quintana y la caverna de Platón

Platón describió​ en su alegoría de la caverna un espacio cavernoso en el que se encuentran un grupo de hombres prisioneros desde su nacimiento, con cadenas que les sujetan el cuello y las piernas de forma que únicamente pueden mirar hacia la pared del fondo de la caverna sin poder nunca girar la cabeza. Justo detrás de ellos se encuentra un muro con un pasillo y seguidamente, y por orden de cercanía respecto de los hombres, una hoguera y la entrada de la cueva que da al exterior. Por el pasillo del muro circulan hombres portando todo tipo de objetos cuyas sombras, gracias a la iluminación de la hoguera, se proyectan en la pared que los prisioneros pueden ver. Estos hombres encadenados consideran como verdad las sombras de los objetos. Debido a las circunstancias de su prisión se hallan condenados a tomar únicamente por ciertas todas y cada una de las sombras proyectadas ya que no pueden conocer nada de lo que acontece a sus espaldas.

Al igual que estos hombres encadenados, aquellas personas que confían en la realidad narrada por Ana Rosa Quintana (y muchos otros como ella) únicamente estarán conociendo sombras de la realidad, una especie de universo paralelo que tiene como finalidad mantener la posición de privilegio de una oligarquía bien instalada y evitar a toda costa cualquier cambio o progreso. Es decir, mantenernos sumisos en la caverna. 

Ana Rosa Quintana y la caverna de Platón