El dinero no da la felicidad

El dinero no da la felicidad

¿Se puede medir la felicidad de un país en cuestión de cuanto dinero tiene en sus arcas? El concepto de felicidad es complejo y subjetivo. En una economía doméstica podemos encontrar a familias totalmente acomodadas y adineradas que sin embargo se consideran infelices; y otras que son felices con tan solo una economía que les da para techo, comida y cierto bienestar.

A la hora de valorar el bienestar de un país tenemos como indicador el Producto Interior Bruto (PIB). Sin embargo, David Pilling, periodista del Financial Times, cuestiona este indicador como termómetro eficaz para medir la salud económica de un país en su libro El delirio del crecimiento.

"Desde tiempos modernos, el PIB se ha convertido en un indicador del bienestar de un país. Si la economía crece, entonces todo debe estar bien. Si se contrae, será que no tanto. Pero el espejo en el que nos hemos estado mirando se parece más al de un parque de atracciones que al de un baño. La imagen reflejada en el él está burdamente distorsionada y cada vez se contradice más con la realidad. Nuestro espejo económico está roto." Dice Pilling en su libro.

El autor sostiene que el PIB es una herramienta útil pero limitada. "Sin duda, existe una relación entre el PIB y la felicidad, porque parece bastante claro que los ciudadanos de los países más pobres lo tienen más difícil para ser felices, pero no es una correlación exacta y directa. Si lo fuera, no tendría sentido medir la felicidad. Las personas necesitan lo básico: comida y un techo bajo el que resguardarse pero, sobre todo, la posibilidad de desarrollar su vida como quieran", ha indicado Pilling al diario Expansión.

David Pilling periodista del Financial Times y autor de El delirio del crecimiento

Según estudios citados en el libro, a partir de un cierto nivel de ingresos (entre los 15.000 y 20.000 dólares anuales), las valoraciones sobre la felicidad empiezan a ser muy dispares. "Algunos que tienen mucho dinero se declaran infelices, y algunos que son más pobres se dicen felices. Por ejemplo, esto último sucede en bastantes lugares de América Latina, mientras que en Europa ocurre lo primero", señala Pilling.

El periodista piensa que se está demasiado obsesionado con el PIB, utilizándolo para comparar distintas sociedades y lo bien o mal que lo están haciendo, tendiendo a ser muy simplistas. "Decimos: esta economía está creciendo rápido por lo tanto va bien, y ésta está creciendo más despacio y por lo tanto va mal." ha comentado a Capital Radio. Añade además que
no nos deberíamos tomar este indicador tan en serio, "pensemos en términos más generales sobre cómo definimos lo bien que lo está haciendo una economía. Incluso, más que una economía, una sociedad. Porque la economía no lo es todo."

En su libro también comenta que el PIB no muestra sentimientos intangibles "no dice nada acerca de la salud de las personas o de cuántos años viven. Tampoco revela nada acerca del reparto de la riqueza o de cómo se crea ésta" dice Pilling a Expansión. Tampoco el PIB señala el crecimiento en la era tecnológica, para ello pone como ejemplo la música;
"Antes comprábamos discos y cintas, y ahora podemos escuchar música de forma ilimitada sin un soporte físico. Para mí eso es crecimiento, y sin embargo no lo recogen las estadísticas".