Umberto Eco nos da las claves para identificar el fascismo

Parece que el fascismo vuelve con fuerza. Ya no por la deriva autoritaria de algunos gobiernos, partidos políticos o grupos de población (que también) sino porque es un término cada vez más utilizado para desprestigiar al oponente en cualquier debate político. Pero, ¿qué es el fascismo? ¿cómo lo identificamos? El escritor y filósofo Umberto Eco se hizo la misma pregunta y llegó a un listado de 14 síntomas para identificarlo en cualquiera de sus múltiples apariencias.

eco-fascismo
Umberto Eco nos da las claves para identificar el fascismo

"Fascismo Eterno" es un ensayo de Umberto Eco, y que no es mas que la transcripción de la conferencia titulada de la misma manera que el autor pronunció en un congreso organizado por los departamentos de filología italiana y francesa de la Universidad de Columbia, el 25 de abril de 1995, para conmemorar el aniversario de la insurrección general de la Italia del Norte contra el nazismo y la liberación de Europa.

Es preciso tener presente que el texto se pensó para un público de estudiantes norteamericanos y se pronunció en los días en que Estados Unidos estaba conmovido por el atentado de Oklahoma y por el descubrimiento de que en el país existían (lo que no era ningún secreto) organizaciones militares de extrema derecha. Así pues, el tema del antifascismo adquiría connotaciones particulares en aquella circunstancias y la reflexión histórica quería promover una reflexión sobre problemas de actualidad en diferentes países. La conferencia fue traducida con posterioridad por periódicos y revistas a numerosas lenguas más. El hecho de que el discurso se dirigiera a los jóvenes norteamericanos explica por qué se facilitan informaciones y aclaraciones casi escolásticas sobre acontecimientos que un lector europeo debería conocer y por qué hay citas de Roosevelt (un símbolo del antifascismo estadounidense) y por qué insiste sobre el encuentro entre soldados europeos y americanos en los días de la liberación de Europa. A continuación os dejamos con una parte del prólogo y un resumen de las 14 características del fascismo según Eco.   

eco fascismo

"El fascismo eterno"

“En 1942, con 10 años de edad gané el premio en los Ludi Juveniles (un concurso con libre participación obligatoria para jóvenes fascistas italianos — lo que vale decir, para todos los jóvenes italianos). Había trabajado con virtuosismo retórico sobre el tema: ¿Debemos morir por la gloria de Mussolini y por el destino inmortal de Italia? Mi respuesta fue afirmativa. Yo era un muchacho vivo. Después, en 1943, descubrí el significado de la palabra “libertade”. Voy a contar esta historia al final de mi discurso. En aquel momento “libertad” todavía no significaba “liberación”. Pasé dos de mis primeros años entre SS, fascistas y resistentes, que disparaban unos contra otros, y aprendí a esquivarme de las balas. No fue un mal ejercicio. En  abril de 1945, la Resistencia tomó Milán. Dos días después la resistencia llegó a la pequeña ciudad en que yo vivía. Fue un momento de alegría. La plaza principal estaba llena de gente que cantaba y enarbolaba banderitas, invocando a Mimo, el líder de la resistencia en el área, en altavoz. Mimo, ex-suboficial de los carabineros, se involucró con los partidarios del mariscal Badoglio y  perdió una perna en los primeros embates. Apareció en el balcón de la Municipalidad, apoyado en muletas, pálido; intentó calmar la multitud con una mano. Yo estaba allí, esperando su discurso, una vez que toda mi infancia había sido marcada por los grandes discursos históricos de Mussolini, cuyos pasos más significativos aprendíamos de memoria en la escuela. Silencio. Mimo habló con voz ronca, casi no se le oía. Dijo: “Ciudadanos, amigos. Después de tantos sacrificios dolorosos… aquí estamos. Gloria a los que cayeron por la liberta…” y fue todo. Volvió a entrar. La multitud gritaba, los miembros de la resistencia levantaron las armas y dieron tiros al aire, festivamente. Nosotros, muchachos, nos precipitamos para recoger los cartuchos, preciosos objetos de colección, pero yo había aprendido que libertad de palabra significa también libertad de la retórica.

Algunos días después vi los primeros soldados norteamericanos. Eran afroamericanos. El primer yanqui que encontré era un negro, Joseph, que me presentó a las maravillas de Dick Tracy e Li’l Abner. Sus historietas eran coloridas y tenían un buen olor. Uno de los oficiales (el mayor o capitán Muddy) era huésped en la casa de la familia de dos de mis compañeros de escuela. Yo me sentía en casa en aquel jardín en que algunos señores se amontonaban alrededor del capitán Muddy, hablando un francés aproximativo. El capitán Muddy tenía una buena educación y conocía un poco de francés. Así, mi primera imagen de los libertadores norteamericanos, después de tantos caras-pálidas de camisa negra, era la de un negro culto en uniforme caqui que decía: “Oui, merci beaucoup Madame, moi aussi j’aime le champagne…” Infelizmente, faltaba el champagne, pero gané del capitán Muddy mi primer chicle y empecé a masticar  por todo el día. Por la noche ponía el chicle en un vaso de agua para que estuviera fresco al día siguiente.

En mayo, oímos decir que la guerra había acabado. La paz me provocó una sensación curiosa. Me habían dicho que la guerra permanente era la condición normal de un joven italiano. En los meses siguientes descubrí que la Resistencia no era solamente un fenómeno local, sino Europeo. Aprendí nuevas y excitantes palabras como “reseau”, “maquis”, “armée secrète”, “Rote Kapelle”, “gueto de Varsóvia”. He visto las primeras fotos del Holocausto y así comprendí su significado aún antes de conocer la palabra. Percibí que habíamos sido liberados. Si pensamos aún en los gobiernos totalitarios que dominaron Europa antes de la Segunda Guerra Mundial, podemos decir con tranquilidad que sería muy difícil que retornasen bajo la misma forma, en circunstancias históricas diversas.

Sin embargo, aunque los regímenes políticos puedan ser derrocados y las ideologías criticadas y destituidas de su legitimidad, por detrás de un régimen y su ideología hay siempre un modo de pensar y de sentir, una serie de hábitos culturales, una nebulosa de instintos oscuros y de pulsiones insondables. El fascismo fue seguramente una dictadura, pero no era completamente totalitario, ni tanto por su blandura cuanto por la debilidad filosófica de su ideología. Al contrario de lo que se piensa comúnmente, el  fascismo italiano no tenía una filosofía propia. El artículo sobre el fascismo firmado  por Mussolini para la Enciclopedia Treccani fue escrito o se inspiró  fundamentalmente en Giovanni Gentile, pero reflejaba una noción hegeliana tardía del “Estado ético absoluto”, que Mussolini nunca realizó completamente. Mussolini no tenía cualquier  filosofía: tenía apenas una retórica.

El fascismo era un totalitarismo fuzzy. El fascismo no era una ideología monolítica, sino un colage de diversas ideas políticas y filosóficas, una colmena de contradicciones ¿Es posible concebir un movimiento totalitario que  logre juntar monarquía y revolución, ejército real y milicia personal de Mussolini, los privilegios concedidos a la Iglesia y una educación estatal que exaltaba la violencia y el libre mercado? Gramsci fue mantenido en prisión hasta su muerte, Matteotti y los hermanos Rosselli fueron asesinados, la libertad de prensa suspendida, los sindicatos desmantelados, los disidentes políticos confinados en islas remotas, el poder legislativo se volvió pura ficción y del ejecutivo (que controlaba al judicial, así como la media) emanaban directamente las nuevas leyes, entre las cuales la de defensa de la raza (apoyo formal italiano al Holocausto). La imagen incoherente que describí no era debida a la tolerancia; era  un ejemplo de descoyuntamiento político e ideológico. Pero era un “descoyuntamiento ordenado”, una confusión estructurada. El fascismo no tenía bases filosóficas, pero desde el punto de vista emocional era firmemente articulado a algunos arquetipos.

fascismo

14 características del fascismo 

El término “fascismo” se adapta a todo porque es posible eliminar de un régimen fascista uno o más aspectos, y continuará siempre siendo reconocido como fascista. Quiten al fascismo el imperialismo y tendremos a Franco o Salazar; quiten el colonialismo y tendremos el fascismo balcánico. Agreguen al fascismo italiano un anti-capitalismo radical (que nunca fascinó Mussolini) y tendremos Ezra Pound. Agreguen el culto de la mitología céltica y el misticismo del Graal (completamente ajeno al fascismo oficial) y tendremos uno de los más respetados gurús fascistas, Julios Evola. A pesar de esa confusión, considero posible indicar un rol de características típicas de aquello que me gustaría llamar de “Ur-Fascismo”, o “fascismo eterno”. Tales características no pueden reunirse en un sistema; muchas se contradicen entre sí y son típicas de otras formas de despotismo o fanatismo. Pero es suficiente que una de ellas se presente para hacer con que se forme una nebulosa fascista.
  1. Culto a la tradición. El tradicionalismo es más viejo que el fascismo. No sólo fue típico del pensamiento contra reformista católico después de la Revolución Francesa, sino que nació en el final de la edad helenística como una reacción al racionalismo griego clásico. Como consecuencia, no puede existir avance del saber. La verdad ya fue anunciada definitivamente y solamente podemos seguir interpretando su oscuro mensaje. Es suficiente observar el ideario de cualquier movimiento fascista para encontrar los principales pensadores tradicionalistas.
  2. El tradicionalismo implica el rechazo a la modernidad. Tanto los fascistas como los nazis adoraban la tecnología, mientras los tradicionalistas en general rechazan la tecnología como negación de los valores espirituales tradicionales. Con todo, aunque el nazismo sintiera orgullo de sus éxitos industriales, su elogio de la modernidad era tan sólo el aspecto superficial de una ideología basada en “la sangre” y “la tierra” (Blut und Boden). El rechazo del mundo moderno era camuflado como condenación del modo de vida capitalista, mas se refería principalmente al rechazo al espíritu de 1789 (o 1776, obviamente). El iluminismo, la edad de la Razón eran vistos como el inicio de la depravación moderna. En ese sentido, el Ur-Fascismo se puede definir como “irracionalismo”.
  3. El irracionalismo depende también del culto de la acción por la acción. La acción es bella en sí misma, por lo tanto, debe realizarse antes de y sin cualquier reflexión. Pensar es una forma de castración. Por eso, la cultura es sospechosa en la medida en que es identificada con actitudes críticas. De la declaración atribuida a Goebbels (“Cuando oigo hablar en cultura, agarro en seguida la pistola”) al uso frecuente de expresiones como “Cerdos intelectuales”, “Cabezas huecas”, “Esnobs radicales”, “Las universidades son un nido de comunistas”, la sospecha en relación al mundo intelectual siempre fue un síntoma de Ur-Fascismo. Los intelectuales fascistas oficiales estaban empeñados principalmente en acusar la cultura moderna y la inteligencia liberal de abandono de los valores tradicionales.
  4. Ninguna forma de sincretismo puede aceptar críticas. El espíritu crítico opera distinciones y distinguir es una señal de modernidad. En la cultura moderna, la comunidad científica percibe el desacuerdo como instrumento de avance de los conocimientos. Para el Ur-Fascismo, el desacuerdo es traición.
  5. El desacuerdo es, además, una señal de diversidad. El Ur-Fascismo crece y busca el consenso disfrutando y exacerbando el natural miedo de la diferencia. El Ur-Fascismo es, por lo tanto, racista por definición.
  6. El Ur-Fascismo proviene de la frustración individual o social. Lo que explica por qué una de las características de los fascismos históricos ha sido apelar a las clases medias frustradas, desvalorizadas por alguna crisis económica o humillación política, asustadas por la presión de los grupos sociales subalternos. En nuestro tiempo, en que los viejos “proletarios” se están transformando en pequeña burguesía (y el lumpen se auto excluye de la escena política), el fascismo encontrará en esa nueva mayoría su público.
  7. Para los que se ven privados de cualquier identidad social, el Ur-Fascismo dice que su único privilegio es el más común de todos: haber nacido en un mismo país. Este es el origen del “nacionalismo”. Además, los únicos que pueden proveer una identidad a las naciones son los enemigos. Así, en la raíz de la psicología Ur-Fascista está la obsesión del complot, posiblemente internacional. Los seguidores tienen que sentirse sitiados. El modo más fácil de hacer emerger un complot es hacer un apelo a la xenofobia. Pero el complot tiene que venir también del interior: los judíos son, en general, el mejor objetivo porque ofrecen la ventaja de estar, al mismo tiempo, adentro y afuera. En América, el último ejemplo de obsesión por el complot fue el libro The New World Order, de Pat Robertson.
  8. Los adeptos deben sentirse humillados por la riqueza ostensiva y por la fuerza del enemigo. Cuando yo era niño me enseñaban que los ingleses eran el “pueblo de las cinco comidas”: comían más frecuentemente que los italianos, pobres pero sobrios. Los judíos son ricos e se ayudan unos a los otros gracias a una red secreta de mutua asistencia. Con todo, los adeptos deben estar convencidos adeptos de que pueden derrotar al enemigo. Así, gracias a un continuo dislocamiento de registro histórico, los enemigos son, a la vez, demasiado fuertes y demasiado débiles. Los fascismos están condenados a perder sus guerras, pues son constitutivamente incapaces de evaluar con objetividad la fuerza del enemigo.
  9. Para el Ur-Fascismo no hay lucha por vida, sino “vida para la lucha”. Luego, el pacifismo es connivencia con el enemigo; el pacifismo es malo porque la vida es una guerra permanente. Sin embargo, eso trae con ello un complejo de Armagedón: a partir del momento en que  los enemigos pueden y deben ser derrotados, tiene que haber una batalla final y, seguidamente, el movimiento asumirá el control del mundo. Una solución final similar implica una sucesiva era de paz, una edad de Oro que contestaría el principio de la guerra permanente. Ningún líder fascista logró resolver esa contradicción.
  10. El elitismo es un aspecto típico de cualquiera ideología reaccionaria, en cuanto fundamentalmente aristocrática. En el decurso de la historia, todos los elitismos aristocráticos y militaristas implicaron el desprecio por los débiles. El Ur-Fascismo no puede dejar de predicar un “elitismo popular”. Todos los ciudadanos pertenecen al mejor pueblo del mundo, los miembros del partidos son los mejores ciudadanos, todo ciudadano puede (o debe) volverse miembro del partido.
  11. Desde esta perspectiva, cada uno es educado para volverse un héroe. En cualquier mitología, el “héroe” es un ser excepcional, pero en la ideología Ur-Fascista el heroísmo es la norma. Este culto del heroísmo está estrechamente ligado al culto de la muerte: no es acaso que el mote de los falangistas era: “Viva la muerte!” A la gente normal se dice que la muerte es desagradable, pero es preciso enfrentarla con dignidad; a los creyentes, se dice que es un modo doloroso de alcanzar la felicidad sobrenatural. El héroe Ur-Fascista, por el contrario, aspira a la muerte, anunciada como recompensa para una vida heroica. El héroe Ur-Fascista espera impacientemente por la muerte. Y su impaciencia, hay que resaltar, logra en la mayor parte de las veces llevar los otros a la muerte.
  12. Como tanto la guerra permanente como el heroísmo son juegos difíciles de jugar, el Ur-Fascista transfiere su voluntad de poder para cuestiones sexuales. Este es el origen del machismo (que implica desdén por las mujeres y una condenación intolerante de hábitos sexuales no-conformistas, de la castidad a la homosexualidad). Como el sexo también es un juego difícil de jugar, el héroe Ur-Fascista juega con las armas, que son su Ersatz fálico: sus juegos de guerra son debidos a una envidia del pene permanente.
  13. El Ur-Fascismo se basa en un “populismo cualitativo”. En una democracia, los ciudadanos tienen derechos individuales, pero el conjunto de los ciudadanos solamente es dotado de impacto político desde el punto de vista cuantitativo (las decisiones de la mayoría son acatadas). Para el Ur-Fascismo los individuos en cuanto individuos no tienen derechos y “el pueblo” es concebido como una calidad, una entidad monolítica que expresa “la voluntad común”. Como cualquier cantidad de seres humanos puede tener una voluntad común, el líder se presenta como su intérprete. Habiendo perdido su poder de delegar, los ciudadanos no actúan, son llamados apenas pars pro toto, para asumir el papel de pueblo. El pueblo es, así, solamente una ficción teatral. Para tener un buen ejemplo de populismo cualitativo, no necesitamos más de la Piazza Venezia o del estadio de Nuremberg. En nuestro futuro se dibuja un populismo cualitativo TV o internet, en el cual la respuesta emocional de un grupo seleccionado de ciudadanos puede ser presentada y aceptada como la “voz del pueblo”. En virtud de su populismo cualitativo, el Ur-fascismo debe oponerse a los “pútridos” gobiernos parlamentarios. Una de las primeras frases pronunciadas por Mussolini en el Parlamento italiano fue: “Yo podría haber transformado esta asamblea  sorda y gris en un campamento para mis regimientos”. De hecho, luego encontró alojamiento mejor para sus regimientos y poco  después liquidó el Parlamento. Cada vez que un político pone en duda la legitimidad del  Parlamento por ya no representar la “voz del pueblo”, se puede sentir el olor de Ur-Fascismo.
  14. El Ur-Fascismo habla la “neolengua”. La “neolengua” fue inventada por Orwell en 1984, como lengua oficial del Ingsoc, el Socialismo Inglés, pero ciertos elementos de Ur-Fascismo son comunes a diversas formas de dictadura. Todos los textos escolares nazistas o fascistas eran en un léxico pobre y una sintaxis elemental, con el fin de limitar los instrumentos para un razonamiento complejo y crítico. Debemos, sin embargo, estar prontos a identificar otras formas de neolengua, aún cuando toman la forma inocente de un talk-show popular.