La Inteligencia Extranjera rusa vuelve a la acción

Según el experto en Inteligencia Andrei Soldátov, existen indicios de que la influencia política del Servicio de Inteligencia Extranjera de Rusia (SVR), encabezado por Serguei Naryshkin, está aumentando. Siguiendo los pasos de Iósif Stalin y Yuri Andrópov, Putin es el tercer líder ruso que utiliza con fines políticos los servicios de Inteligencia, donde hizo su carrera profesional.

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Putin se reúne con el ministro de Relaciones Exteriores Lavrov, el director del FSB Bórtnikov y el jefe del SVR Serguei Naryshkin (derecha). Imagen: Kremlin.ru
La Inteligencia Extranjera rusa vuelve a la acción

Este mes ha sido muy intenso para el jefe del Servicio de Inteligencia Extranjera de Rusia, Serguei Naryshkin. Puesto que el Servicio Federal de Seguridad (FSB) se vio en un compromiso por la injerencia en las elecciones estadounidenses, y el Servicio de Inteligencia militar (GRU) lo hizo en el fallido intento de asesinato de Skripal, el Kremlin ahora recurre al SVR para mantener abiertos los canales con Occidente.

Serguei Naryshkin en una reunión del Consejo de Seguridad ruso

Todo comenzó el 25 de abril en el ostentoso hotel Ucrania, uno de los siete rascacielos famosos de Stalin (ahora convertido en el lujoso hotel Radisson Collection), donde Naryshkin dio un discurso en el VIII Congreso de Moscú sobre Seguridad Internacional ensañándose contra la OTAN y Occidente.

El 7 de mayo, el oficial estuvo en el museo de la Gran Guerra Patriótica en la colina Poklonnaya en Moscú. Como jefe de la Sociedad histórica rusa criticó a Occidente una vez más, instando a defender la memoria de la victoria de los rusos en la Segunda Guerra Mundial de "sinvergüenzas de diversa índole ". 

Al día siguiente, el 15 de mayo, Naryshkin estuvo en Sochi. Dado sus recientes declaraciones antioccidentales, fue bastante raro verle estrecharse la mano con Mike Pompeo, el Secretario de Estado de EEUU. No esquivó a la prensa, sino más bien se presentó ante los medios presidenciales y les dijo a los periodistas que, en su opinión, el restablecimiento de los contactos con la Inteligencia estadounidense era algo bueno y que él no descartaba una posible reunión con el jefe de la CIA.

Naryshkin, en el cargo desde octubre de 2016, parecía confiado, seguro de la reputación de su agencia. ¿Y por qué no debería estarlo? Hace poco recibió del propio Putin señales que confirmaron la importancia de su agencia: el presidente ruso aumentó de uno a cinco el número de coches con girofaros para el Servicio de Inteligencia Extranjera, algo que es un sello de prestigio en la burocracia rusa. Los girofaros encima del techo que llevan puestos los coches de los dignatarios de Putin muestran que es mejor alejarse lo antes posible, ya que se acerca una persona muy importante.

El aumento de la actividad pública de Naryshkin ha sido bastante poco ortodoxo para un director de una agencia de espionaje, y aún más inusual para la Inteligencia rusa. La aparición pública de Naryshkin definitivamente contrasta con los hábitos de sus predecesores ¿Será un augurio de los cambios en la posición de la Inteligencia Extranjera y su jefe?

  • Hábitos soviéticos

Si bien la politización de los servicios de Inteligencia ha sido un tema para debates durante décadas en Occidente (con el uso cuestionable de la Inteligencia para justificar la invasión de Irak por la administración estadounidense, como el ejemplo más obvio), en la Unión Soviética nunca fue un problema.

Desde el inicio del gobierno comunista, la policía secreta soviética fue llamada el Directorio Político del Estado, y uno de sus departamentos fue la Inteligencia Extranjera. Durante el comunismo esta rama siempre fue politizada. Hasta el colapso de la Unión Soviética, la rama de Inteligencia Extranjera del KGB, entonces conocida como el Primer Alto Directorio (Pervoye Glavnoye Upravlenie, o  PGU), realizó operaciones conjuntas con el infame Quinto Alto Directorio, responsable de los emigrantes rusos en el extranjero (el Quinto Directorio controlaba a los disidentes). Al fin y al cabo, el KGB era considerado la vanguardia de las tropas del Partido Comunista, y la hegemonía del Partido estaba recogida en la Constitución soviética.

Las cosas fueron de mal en peor cuando la ya politizada Inteligencia extranjera tuvo que cooperar con un líder del país que no dudaba en participar personalmente en las operaciones de Inteligencia. En la historia de la Unión Soviética eso sucedió dos veces. A Iósif Stalin le encantaba supervisar personalmente las operaciones de Inteligencia abarcando desde los asesinatos de enemigos políticos como Trotsky hasta el reclutamiento de los agentes de Inteligencia. En octubre de 1941, mientras los tanques alemanes avanzaban hacia Moscú asediada, en el Kremlin, Stalin encontró un tiempo muy valioso para instruir personalmente al nuevo jefe de operaciones de Inteligencia soviética en  Estados Unidos que estaba a punto de partir hacia Nueva York.

El segundo líder soviético feliz de jugar a juegos de espías fue Yuri Andrópov, quien había dirigido el KGB durante 15 años antes de asumir el cargo de Jefe del Gobierno soviético en 1982, después de la muerte de Leonid Brézhnev.

Ambos ejemplos muestran que cuando el país totalitario se encontraba a merced de un líder espía y una agencia de Inteligencia politizada, eso siempre conllevaba mayor temeridad política en el extranjero, algo que se manifestaba en operaciones arriesgadas y brutales como e incluso en invasiones.

Yuri Andrópov, jefe del KGB, fue responsable de la decisión de enviar tropas a Afganistán

La historia de Stalin en este ámbito es bien conocida; Andrópov fue el principal responsable de la decisión de enviar tropas a Afganistán, ya que estuvo cada vez más a cargo de la política exterior soviética durante los últimos años de la enfermedad de Brézhnev. Fue algo previsible en el caso cuando el líder conocía todos los trucos de espionaje, incluyendo engaños y sorpresas a sus enemigos, aliados y su propia población, y confiaba en el aparato de Inteligencia sin otro principio ético que  la lealtad al régimen político.

  • Cambiando roles

Tras el colapso de la Unión Soviética, Vladimir Putin se convirtió en el tercer líder nacional que se unió con mucho gusto al juego de espías. En el interregno de Yeltsin de los años 1990, la Inteligencia extranjera rusa no perdió su carácter politizado, sino que lo utilizó para sobrevivir. Sus unidades de desinformación consiguieron el objetivo de posicionar a la Inteligencia Extranjera como la parte más liberal del KGB, lo que demostraba que no había necesidad de reformarla.

Una vez que Putin se instaló en el Kremlin, este período de atrincheramiento terminó y el SVR volvió a la acción. En las dos décadas de su reinado, Putin intensificó el rendimiento de sus agencias de Inteligencia. Desde principios de los años 2000, la presencia de la Inteligencia rusa en Occidente aumentó de forma considerable, pero durante muchos años, el SVR, como la mayoría de sus contrapartes occidentales, se centró principalmente en las áreas tradicionales de recopilación de información. Hubo algunas fluctuaciones menores, como mayor énfasis en la Inteligencia económica durante la presidencia de Medvédev. No obstante, cuando Putin regresó al Kremlin en 2012, se abrieron nuevas oportunidades políticas a las agencias de Inteligencia.

Emblema del SVR

Putin, quien al principio estaba sumamente interesado en obtener reconocimiento en Occidente y especialmente en Estados Unidos, después de la anexión de Crimea terminó más aislado que ningún líder ruso desde los años ochenta. Entre otras cosas, eso significaba que mantener abiertos los canales habituales de comunicación con los estadounidenses, es decir, la diplomacia tradicional a través del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, se estaba volviendo cada vez menos efectivo.

Por lo tanto Putin se dirigió a sus servicios secretos y, en primer lugar, a su servicio favorito, el FSB, la principal agencia rusa responsable de las medidas  antiterroristas. El FSB intervino e involucró a sus homólogos estadounidenses en la cooperación contra el terrorismo, explotando exitosamente el problema de Siria.

 Incluso después de la anexión de Crimea, ese enfoque funcionó bastante bien. El jefe del FSB fue invitado a Washington en 2015 a pesar del papel que la agencia de seguridad rusa había desempeñado en Ucrania. Mientras tanto, el SVR estaba trabajando en el control de daños después de que en enero de 2015 un oficial del Servicio sin cobertura diplomática, Evgueni Buriakov, había sido detenido en Nueva York: el espía había estado trabajando como empleado del Vneshekonombank (El Banco de Economía Exterior), propiedad del estado ruso.

Un año más tarde, se desató el escándalo sobre la injerencia rusa en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Los piratas informáticos rusos sospechosos de cooperar con el FSB en todo el mundo fueron perseguidos por el FBI. Por primera vez en la historia los oficiales del FSB fueron incluidos en la lista de las personas más buscadas por el FBI.

  • Retomar el contacto

Así que para la diplomacia, el Kremlin necesitaba otra agencia de Inteligencia, principalmente, con el fin de retomar los contactos con los estadounidenses. A principios de 2018 se cimentaron ciertas bases cuando los jefes de las tres agencias rusas (FSB, la Inteligencia militar GRU y la Inteligencia Extranjera SVR) fueron a Washington para hablar. A pesar del hecho de que los tres oficiales están actualmente bajo las sanciones de la UE y Estados Unidos (Naryshkin no fue sancionado por ser el jefe de Inteligencia Extranjera, sino como el presidente de la Duma Estatal en ese momento), obtuvieron sin problemas el permiso para entrar en EEUU.

Para entonces, la Inteligencia militar estaba comprometida debido al envenenamiento de Skripal y la operación de espionaje abortada en las oficinas de la OCPW en La Haya. El FSB después de los escándalos de piratería informática tampoco estaba particularmente bien visto.

Por lo tanto, el 15 de mayo en Sochi, Naryshkin se juntó con Mike Pompeo, el Secretario de Estado de Estados Unidos y ex jefe de la CIA, además de Vladimir Putin, su ministro de Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov, y el asesor de política exterior de Putin, Ushakov. De esta forma, Moscú mostró qué jugador se tenía que comprometer con Washington.

¿Están los estadounidenses listos para volver a jugar? A primera vista hay signos de si. El escándalo en torno a la interferencia rusa en las elecciones de EEUU comenzó por la revelación de las operaciones de piratería realizadas por dos grupos: Fancy Bear y Cozy Bear. Mientras que Fancy Bear fue identificado como una tapadera de la Inteligencia militar rusa GRU, la atribución de Cozy Bear resultaba un poco más complicada. Primero, los investigadores insinuaron que era el FSB, pero luego apuntaron al SVR.

Sin embargo, el informe Mueller, que fue publicado en abril y pretendía ser el relato exhaustivo de lo ocurrido en 2015-2016, dedicó varias secciones a las actividades cibernéticas del GRU, mientras que el SVR no fue mencionado en absoluto. Parece que la puerta está abierta.

Naryshkin estará feliz de que su agencia desempeñe un papel más activo en la política exterior del Kremlin. La pregunta es, ¿serán sus movimientos políticos siempre más allá de las fronteras de Rusia? A diferencia de sus predecesores en el SVR, Naryshkin no solo es un espía experimentado; durante el mandato de Putin él ha tenido una larga y exitosa carrera en la política interior, como jefe de la Administración Presidencial y portavoz de la Duma Estatal. Una agencia de Inteligencia politizada de por sí  es un desafío. El desafío planteado por los politizados oficiales de Inteligencia de alto rango es absolutamente otra cosa.

Los riesgos van creciendo, ya que Putin se encuentra trabado en su búsqueda desesperada de una solución del problema de sucesión en 2024, cuando termine su último mandato presidencial. ¿Cómo podrá mantenerse en el poder y quiénes serán las personas que puedan asegurar su posición y salvaguardar su legado en el papel de sus sucesores o co-conspiradores en sus planes?

Artículo publicado originalmente en RaamopRusland, traducción de Eulixe.