Campo de concentración para diez millones de uigures: China ha construido un estado policial del futuro en la provincia de Xinjiang (parte 2)

Campo de concentración para diez millones de uigures: China ha construido un estado policial del futuro en la provincia de Xinjiang (parte 2)
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Mutismo

Todos esos años la información de Kasgar iba llegando bastante escasa; tras los acontecimientos en Urumchi las autoridades desactivaron Internet en toda Xinjiang para un año entero consiguiendo bloquear cualquier mensaje relacionado con el atentado en Aksu en todo el territorio de China. Los turistas prácticamente no visitaban Xinjiang, salvo unos pocos aventureros que intentaban entrar al Tibet, cerrado para los turistas, por el norte, o deportistas que atravesaban el desierto en bicicleta o navegaban por los ríos inaccesibles de Xinjiang. Tratando de obtener información sobre lo que estaba sucediendo yo mantenía contacto con muchos de ellos. Los soldados cercan la mezquita central de Kasgar tras el asesinato del imán, el 30 de julio de 2014   En 2003 uno de estos deportistas me contó acerca de un kirguís al que había conocido en Inín. El hombre relató haber presenciado una ejecución masiva en Kasgar. El Kirguís describió en detalle los vehículos militares que transportaban los cadáveres, "la sangre de que iba goteando por la carretera", e incluso indicó el lugar donde los había visto. Unos años más tarde un residente de Kasgar le contó a otro grupo el mismo episodio. Más tarde los integrantes de ese grupo en uno de los pueblos de la zona se conocieron con unos policías uigures y un año después se enteraron, pasando por allí de nuevo, de que los yihadistas habían masacrado a todos sus conocidos sin excepción y acabaron fusilados por las autoridades.    

En 2007 Xinjiang apareció en la televisión rusa por primera y última vez en este siglo: cuatro de los seis participantes de la expedición fluvial liderada por Sergei Chérnik perecieron en el río Yurunkash. El caso fue ampliamente difundido, obviamente, también hubo una investigación policial, pero el guía que había ayudado al grupo de Chérnik en la ruta, al igual que otros guías uigures, siguió respondiendo a las cartas hasta 2015. Fue cuando la comunicación con ellos se cortó.

 

Aproximadamente al mismo tiempo la ONG de derechos humanos, el Congreso Mundial Uigur, con sede en Múnich, comenzó a publicar noticias aterradoras sobre la desaparición de personas en Xinjiang. Según su información, a los uigures ahora se les prohibía contactar incluso con los parientes que vivían fuera de la provincia. Uno por uno, los teléfonos dejaron de responder; los uigures chinos eliminaron a amigos extranjeros de las listas de contactos en WeChat, el mensajero chino más popular. WhatsApp y Facebook habían sido bloqueados antes, pero ahora los que los instalaban corrían riesgo de recibir una pena carcelaria.

 

En ese entonces únicamente se controlaban la comunicación por voz y los chats. Algunos padres se comunicaban con los hijos en el extranjero por vídeo aunque las palabras que decían diferían de forma más sorprendente de los mensajes que mostraban simultáneamente en las hojas de papel. Alguien logró establecer comunicación a través de chats en videojuegos. Luego llegó el silencio. Mi amigo, un ciclista alemán que viajó a Xinjiang en otoño de 2016, dijo que la ciudad de Jotán le había parecido "completamente enredada con alambre de púas". La retórica oficial también cambió; en Pekín ya no afirmaban que la oposición eran unos cuantos extremistas. "Es imposible eliminar la maleza uno por uno", anunció un oficial del partido en Kasgar. "Necesitamos productos químicos para acabar con ella de inmediato".

 

Unos años antes en el Tíbet habían aparecido cámaras de videovigilancia chinas que eran capaces de enviar una señal al centro sobre grupos sospechosos. Parecían bolas giratorias del tamaño de una cabeza humana equipadas con dos "ojos"; mis amigos tibetanos creían que los rasgos antropomórficos servían específicamente para la intimidación. Aun así, cuando en 2016 el "supresor del Tíbet" Chen Quanggao fue asignado el secretario de la rama local del Partido Comunista, las medidas policiales en Xinjiang adquirieron rasgos terribles incluso a escala de los estándares tibetanos.

 

En uno de los primeros manifiestos el nuevo jefe prometió "enterrar los cuerpos de los terroristas en el mar sin límites de la guerra popular". Tres meses después comenzaron los arrestos y a partir de abril de 2017 la excesiva religiosidad, el uso de burka, barba, ropa excesivamente tradicional, la interpretación pública del Corán e incluso los nombres en árabe que se le daban a los niños podían ser una excusa para la represión. Los policías recibían solicitudes con el número de personas a arrestadar; en algunos poblaciones esta cifra alcanzaba el 40% de la población. Los disidentes eran mandados a "campamentos correccionales", territorios que habían creciedo en el desierto con puertas blindadas, paredes gruesas, alambres de púas y numerosos guardias. Cuando las fuentes uigures comenzaron a hablar sobre el hecho de que cientos de miles de personas estaban presas en esos campos, finalmente decidí regresar a Xinjiang.

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Fuente: Meduza.io Traducción: Eulixe.com