Campo de concentración para diez millones de uigures: China ha construido un estado policial del futuro en la provincia de Xinjiang (parte 1)

Campo de concentración para diez millones de uigures: China ha construido un estado policial del futuro en la provincia de Xinjiang (parte 1)

El pasado 9 de septiembre Human Rights Watch publicó un informe sobre la persecución de la población musulmana en la región china de Xinjiang. Según la organización, en los últimos años los uigures han sufrido detenciones masivas y a menudo sin fundamento. Las autoridades los encarcelan o meten en campos correccionales; millones de personas son videovigilados de forma permanente y su estado social y destino dependen de la puntuación calculada dentro del sistema de "crédito social". Como concluyó Human Rights Watch, la represión de esta magnitud en China no había sucedido desde la Revolución Cultural.

The New York Times afirma que el Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, está pensando en sanciones contra China, pero en general la situación en Xinjiang apenas se discute, tal vez porque los turistas y los periodistas rara vez lleguen allí. Publicamos el material de un periodista y viajero de habla rusa que ha logrado visitar Xinjiang este verano y ha visto cómo las nuevas tecnologías hacen posibles la vigilancia total, la segregación y la discriminación. Por la seguridad del autor y sus interlocutores el material se publica sin firma; por los mismos motivos algunos nombres y detalles menores del texto han sido cambiados.

Capítulo 1 Frontera

Hace quince años llegué por primera vez al paso Erkeshtam que separa Kirguistán de China. Hice autostop y fui el único turista en el puesto de control, una larga barraca con una valla de alambre de púas medio rota. En el medio del cuartel se alzaba un mostrador detrás del cual vi a un soñoliento soldado kirguís. Me costaba respirar debido a la altura; hablar, también. El viento aullaba más allá de la frontera y ahogaba las palabras. Era un lugar muy inhóspito en una carretera quebrada de dos vías que descendía de las montañas hasta Xinjiang, una montañosa y vasta zona repleta de zarzas espinosas que rodea Takla-Makán, uno de los desiertos de arena más grandes de Asia. Inmediatamente detrás del mostrador yacía otro país.

Colas de camiones esperaban en ambos lados de la barrera de paso. Los vehículos que iban de China a Asia Central y de allí a Rusia llevaban bienes de consumo baratos, y los que venían de Tayikistán y Kirguistán a China, metal, instalaciones de fábricas soviéticas paradas que habían sido cortados en trozos. Estaba claro quién se desarrollaba más rápido, pero los vestigios del progreso también eran casi invisibles en el territorio chino, salvo que el alambre de púas estaba menos oxidado y los soldados gozaban de un nuevo puesto de control hecho de vidrio y baldosas.

En 1935 el corresponsal político de la redacción británica de Times Peter Fleming (el hermano mayor de Ian Fleming quien, según creen, parcialmente sirvió de prototipo para James Bond) publicó un libro maravilloso sobre el viaje a esta región, Noticias de Tartaria. Habría sido imposible elegir un título más sarcástico: la comunidad autónoma más grande de China, que ocupa la sexta parte de su superficie, seguía siendo en los tiempos de Fleming nada más que Tartaria (antes del siglo XIX se llamaba así sobre todo el territorio desde el Mar Caspio a la India, unas tierras remotas, misteriosas e inaccesibles). Pocas personas habían lograron llegar hasta aquí, y desde esta morada las noticias viajaban al mundo durante meses. si es que llegaban.

Xinjang significa en chino «frontera nueva» o «dominio nuevo». La región que China conquistó en el siglo  XVIII, de los tiempos antiguos había sido habitada por los uigures: una etnia túrquica cuyos idioma y traje se asemejaban mucho más a los pueblos de Asia Central que a los chinos. La Ruta de la Seda se extendía por el desierto conectando unas cuantas poblaciones-oasis separadas una de la otra por unos días de camino. Las distancias permitían convivir a las etnias que poblaban la zona: los uigures, kiguises, kazajos, tibetanos y rusos. Además, la proximidad de grandes corredores comerciales creaban vínculos culturales con el Occidente, la India, China y Persia. Las regiones que llevan el nombre común Turquestán Oriental durante siglos chocaron con Pekín, que trataba de someterles bajo su poder (geográficamente se encuentra una vez y media más lejos que, por ejemplo, Bagdad), y, a veces con otros vecinos. Un mercado de ganado en la provincia Xinjang

De vez en cuando estallaban aquí rebeliones y guerras intestinas convirtiendo la región en un baño de sangre; a veces colisionaban los intereses de grandes potencias. Era solo entonces cuando Turquestán Oriental aparecía en los periódicos: este fue el caso durante el Gran Juego, cuando las fronteras de China, Rusia e Inglaterra se aproximaron estrechamente en el Pamir, o en la década de 1980 cuando China apoyó la lucha de los muyahidines afganos contra la URSS. Sin embargo, la mayor parte del tiempo después de la ocupación final de China en 1949 el este de Turkestán ha estado caído en el olvido.

Kasgar, la ciudad más cercana a la frontera con Kirguistán, en 2003 parecía un rincón perdido. Los infrecuentes turistas se alojaban en dos hoteles, dentro de los edificios de las embajadas rusa e británica cerradas en 1949. La ciudad estaba compuesta de nuevos edificios chinos, todos iguales entre ellos, y unos pomposos edificios oficiales. La plaza central, construida en 1968 durante el auge de unos disturbios de los uigures, albergaba la estatua de Mao, una de las más grandes de China en sus tiempos. A sus espaldas las excavadoras estaban rompiendo en pedazos un enorme muro de tierra.

Kevin Frayer / Getty Images El casco viejo de Kasgar, el 31 de julio de 2014

Necesité dos días para darme cuenta de que no era un muro de tierra sino la antigua muralla de la ciudad, detrás de la que Kasgar custodiaba otro casco urbano. Vivía no solo con sus propias tradiciones, sino también en su propio tiempo: cuando los chinos que trabajaban con el horario oficial de Pekín se iban a la cama, en el antiguo centro de Uigur apenas empezaban a cenar.

Tráfico en una avenida de Kasgar

La multitud lentamente salía de la mezquita central desperdigándose por calles estrechas alrededor de la plaza; la gente se sentaba sin prisa en las mesas que estaban puestas a lo largo de las calles o iba al mercado de comida nocturna que emanaba el humo del mangal (asador local) y el olor rico de tortillas frescas. Vestían túnicas, llevaban barbas largas, botas hasta la rodilla y sombreros altos con ribetes de piel. Las mujeres teñían cejas de negro, los hombres llevaban navajas, las famosos pchaks hechos en la vecina Yangigisara, la población que durante siglos había vendido cuchillas a las caravanas en la Ruta de la Seda.

Mohr / ullstein bild / Getty Images Una tienda de herrería en el centro de Kasgar, el 9 de abril de 2009

En el mercado gigante se compraban alfombras, ovejas, lagartijas secas y serpientes; en las calles los barberos afeitaban a sus clientes y los mozos calzaban caballos con clavos hechos inmediatamente en la herrería vecina. La vida bullía aquí, tal y como la había descrito Fleming, y antes de él, los grandes viajeros de fines del siglo XIX y principios del siglo XX.

A principios de la década de 2000 ir a Kasgar era como encontrarse de repente dentro del libro Mil y una noches, pero la nueva vida llegaba de todos lados y el barrio chino, que antaño había estado en las afueras, inexorablemente apretaba el anillo alrededor de los edificios antiguos.

Un barrio tradicional del casco viejo de Kasgar

Paseando por las noches sin luna bajo cientos de crecientes que adornaban las mezquitas me di cuenta de que lo veía todo por última vez, y me sorprendió la paciencia con que trataban a los uigures. En aquel momento en el vecino Tíbet las autoridades chinas estaban cambiando la vida de la población local bajo la guardia policial reforzada.

Sin embargo, la resistencia no tardó en surgir.

En 2009 en Urumchi, la capital de Xinjiang, la policía intentó dispersar a la muchedumbre agitada por los asesinatos de trabajadores uigures en el sur de China. Los disturbios se convirtieron en la devastación; fallecieron 197 personas, en su mayoría chinos,. Las autoridades arrestaron a un millar de manifestantes, al menos 30 de ellos fueron condenados al fusilamiento. En respuesta los uigures pasaron a los atentados: primitivos, mal organizados, pero regulares.

Guang Niu / Getty Images Protestas masivas en Urumchi, el 7 de julio de 2009

En 2010 un hombre y una mujer arrojaron artefactos explosivos a la multitud en Aksu. De siete víctimas mortales cinco eran policías. Un año y medio más tarde una docena de hombres armados con cuchillos tomaron por fuerza la comisaría de policía en Jotán protestando contra la prohibición de llevar la burka; todos los atacantes y dos empleados fueron asesinados. En julio de 2011 una serie de explosiones en Kasgar llevó las vidas de diez personas; otras 33 fallecieron acuchilladas en una agresión en la estación ferroviaria de Kunmíng en 2014. Ese mismo año se produjeron un ataque a la embajada de China en Kurguistán y la explosión de un templo en Bangkok, popular entre los turistas chinos.

Para ese momento las represiones en Xinjiang se habían vuelto tan duras que los uigures empezaron a unirse masivamente a las organizaciones terroristas internacionales. En una de las entrevistas infrecuentes los militantes uigures residentes en Turquía tras participar en la guerra de Siria, afirmaban que lo que les interesaba no era el yijad sino la experiencia en la guerra para la posterior lucha en su tierra natal. Escondiéndose de sus compañeros de combate del Estado islámico ellos estudiaban obras de los sionistas aspirando a poner en práctica la estrategia de la construcción del estado propio empleada por los judíos. Fuera como fuera, el Movimiento Islámico de Turquestán Oriental que había reclutado y mandado a Siria al menos mil combatientes y es condiserado en la mayoría de los países occidentales una organización terrorista. Es algo que favorece a Pekín, que a partir de 2014 se unió a la “lucha contra el terrorismo” internacional. Siguiente capítulo

Fuente: Meduza Project

Traducción: Eulixe.com