Baltic Pipe: el gaseoducto con el que la UE quiere debilitar a Rusia

El proyecto Baltic Pipe se construirá para conectar los campos de gas de la plataforma noruega en el Mar del Norte con la costa norte de Polonia vía Dinamarca. Se calcula que el nuevo gaseoducto tendrá una longitud aproximada de 900km y una capacidad de 10 mil millones de metros cúbicos cada año, lo que excede, según algunas fuentes, la demanda interna polaca. Se prevé que transportará gas durante 15 años. La Unión Europea ha proporcionado 215 millones de euros en financiación para el proyecto, que también permitirá en teoría a Polonia suministrar gas a Ucrania. Se espera que entre en funcionamiento el 1 de octubre de 2022. Criticado por los ambientalistas, este proyecto es un claro ejemplo del conflicto energético que se está desarrollando en Europa y que tiene como objetivo debilitar la influencia energética rusa.

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Mapa preliminar. Fuente: Wikipedia
Baltic Pipe: el gaseoducto con el que la UE quiere debilitar a Rusia

A Polonia no le gusta la Federación Rusa, es más, la concibe como una amenaza. Tal es el grado de peligro que perciben los polacos que son uno de los Estados europeos que más intensamente abrazan a la OTAN, y más concretamente a los Estados Unidos, como garantes de su integridad territorial y seguridad. Las disputas históricas han minado notablemente la confianza mutua y las relaciones entre los dos países no son buenas ni de lejos, ni antes ni después de la fundación de la Federación Rusa.

Sin embargo, a los polacos les sucede los mismo que a los ucranianos, es decir, que en su país hace frio, y mucho. Y como bien se sabe, el frio une hasta los enemigos. Siendo un país que apenas posee recursos energéticos, exceptuando el carbón que es la piedra angular del sistema energético nacional, Polonia tiene que importar gas natural de Rusia (unos 10.000 millones de metros cúbicos al año, es decir, dos tercios del total de gas que se con sume en el país). Sin embargo, con la ayuda de la Unión Europea, Polonia pretende desprenderse de esta dependencia. El proyecto que le permitirá dar este salto teóricamente al país se llama Baltic Pipe, y se ha convertido en la nueva esperanza del poder en Polonia.

El proyecto

Al principio, el gaseoducto atravesará la península de Jutlandia desde la costa occidental de Dinamarca. En la región de Kolding, parte de la tubería se conectará bajo el agua hasta la isla de Funen; a partir de ahí, el gaseoducto atravesará la isla y volverá a emerger del agua en la región del municipio de Nyborg. Después, la tubería atravesará Selandia y volverá a ingresar en el agua. Para que el gas fluya libremente hacía Polonia, según ciertas fuentes, será necesario construir una estación de compresión en la región de Everdrup.

Para que empiece a suministrar gas a Polonia, sin embargo, es necesario hacer más: según el portal Energy Brief, “la longitud del ramal submarino entre Dinamarca y Polonia es de alrededor de 275 kilómetros y para que el combustible se transporte con éxito, Polonia necesitará expandir sustancialmente su propio sistema de transporte de gas y colocar alrededor de 280 kilómetros de nuevas tuberías, incluido el nuevo gasoducto”.

Las voces contra el proyecto

Según el investigador de la organización ambiental NOAH Jacob Sørensen, “su construcción hará que sea casi imposible cumplir con los objetivos climáticos”. El Baltic Pipe fue aprobado en 2019, el mismo año que mediante el Acuerdo de París la UE determinó reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en al menos un 40% para 2020 y se comprometió con la neutralidad climática para el 2050.

El gaseoducto entra en contradicción directa con la transición energética. Aunque la UE acordó un camino hacía una producción de energía más respetuosa con el clima, con la construcción del gaseoducto van en la dirección opuesta. Las instituciones públicas, al invertir dinero en combustibles fósiles, dan a entender que la energía renovable no es necesaria. Los inversores privados y las empresas internacionales no creen en el éxito de la UE para cumplir con los objetivos climáticos - Jacob Sørensen

Los activistas han empezado a organizarse y a concienciar sobre la contradicción existente entre el proyecto y el compromiso de frenar el cambio climático. Al respecto, según Katherine Andersen, una activista que forma parte de la campaña Baltic Pipe Nej Tak (Baltic Pipe, no gracias), una plataforma independiente que reúne a diferentes voces en contra del proyecto, este proyecto "no beneficiará a nadie". “El gas no es una industria en crecimiento. La construcción de un nuevo gaseoducto significa que seguiremos usando combustibles fósiles. Y estamos ante una emergencia climática”, subraya.

Bruselas designó al Baltic Pipe como un Proyecto de Interés Común (PIC). El lobby gasístico consiguió que los proyectos de gas sigan siendo posibles a partir de 2021 si su producción se basa en las “nuevas tecnologías como la captura y almacenamiento de CO2, la combinación de generación de calor y energía, o la mezcla de gases renovables con el gas natural fósil”. Algo que, según Katherine, no cambia nada en absoluto.

Por otro lado, se defiende que mediante la construcción del Baltic Pipe, Polonia podría "reducir" sus emisiones de dióxido de carbono. Las empresas constructoras, la danesa Energinet y la polaca GAZ-SYSTEM S.A., defienden que el nuevo gaseoducto “permitirá cerrar las plantas nacionales de carbón y sustituirlas por gas natural, una energía fósil con una emisión menor”.

Sin embargo, Sørensen se muestra escéptico al respecto: “a largo plazo, esto causará mucha más contaminación”, afirma. Según el investigador, en lugar de transitar hacía las tecnologías verdes, el Baltic Pipe puede crear una dependencia de los recursos fósiles en las próximas décadas. “Este gaseoducto cierra las puertas a la verdadera transición ecológica, de la misma manera que sienta el precedente de que los acuerdos no se cumplirán tal como están estipulados”, sentencia.

Para Baltic Pipe Nej Tak, igual que para NOAH y para el resto de organizaciones medioambientales, la construcción del gasoducto es una señal de que la sociedad va en la dirección opuesta, y que se aleja de los objetivos climáticos marcados por la UE – Climática La Marea

Por otro lado, según el portal Energy Brief, se están registrando conflictos en Dinamarca relacionados con el impacto que generará este nuevo proyecto:

La finalización de la construcción del Baltic Pipe está programada para octubre de 2022, pero en la propia Dinamarca las cosas no son tan simples: en septiembre, los agricultores daneses llevaron a Energinet a los tribunales por la toma de sus tierras a cambio de una compensación financiera. Un grupo de 40 terratenientes entabló una acción colectiva, ya que creen que, aunque sean compensados ​​económicamente, tomar sus tierras es ilegal. El proyecto afecta a 13 municipios de Dinamarca; los agricultores no están contentos con los pagos de compensación previstos en el presupuesto del desarrollador, de alrededor de 20.000 dólares por kilómetro de tubería tendida.

Aparte de esto, la parte terrestre del nuevo gasoducto del Báltico debería pasar por la isla de Funen, donde se encuentra una importante estación de energía solar que consta de 1200 paneles recargables. Según una evaluación de la compañía de suministro de calefacción del distrito de la ciudad de Tommerup, el gasoducto arruinará los planes de los inversores e impedirá que la infraestructura de la central eléctrica se amplíe en otros 600-700 paneles. Y esto no está en consonancia con la prioridad declarada por las autoridades danesas de que el desarrollo de fuentes de energía renovables es primordial

La geopolítica manda

“Algunos políticos ya lo dijeron, no es un secreto que el Baltic Pipe es un juego geopolítico. La UE quiere abastecerse de energía en lugar de obtenerla de Rusia”, afirma Katherina Andersen. Y es que, según los activistas, la geopolítica es una de las principales razones por las que se está construyendo el gaseoducto. Actualmente, Polonia importa la mayor parte de su gas natural de la Federación Rusa, pero ha tomado medidas para reducir esa dependencia y evitar extender el acuerdo firmado con la compañía rusa Gazprom que expirará en 2022.

El nuevo gaseoducto es aclamado en Varsovia como una forma de reducir la dependencia hacia Moscú. “Esta es de hecho una muy buena noticia para Polonia, y no solo en el futuro cercano, sino que creo profundamente en décadas”, subrayó Andrzej Duda, el Presidente de Polonia. “Si hablamos de una diversificación total del suministro de gas a Polonia, si hablamos de la independencia total de Polonia respecto a Rusia, este es el hito en el camino hacia esta no dependencia”, añadió.

Varsovia ha estado promoviendo la construcción del Baltic Pipe, un gasoducto submarino para llevar gas desde Noruega a Polonia, a través de Dinamarca. Este proyecto, junto con la ampliación de las importaciones de gas natural licuado (GNL) en la terminal de Świnoujście (conocida colectivamente en Polonia como el corredor energético “Northern Gate”), elimina la necesidad de que Varsovia amplíe su acuerdo de gas con Moscú. Quizás aún más importante, permitirá a Polonia liberarse de la dependencia del gas ruso y ayudar a sus vecinos, sobre todo Ucrania, a hacer lo mismo.

Una vez construido, el Baltic Pipe, junto con las crecientes importaciones de gas natural licuado de EE. UU. y Qatar, satisfará con creces las necesidades internas de Polonia, lo que le permitirá exportar el excedente a países de la región, sobre todo a Ucrania – Paul Globe, The Jamestown Foundation.

Según Duda, el proyecto polaco-danés-noruego, que tiene un coste total de 1.600 millones de euros, también suministrará gas a otros países de Europa central y oriental, como Ucrania, aliviando así su dependencia del gas ruso. Sin embargo, los analistas rusos no son tan optimistas. Afirman que los ucranianos están “contando los pollos antes de que nazcan”, y que la capacidad de los gaseoductos existentes entre Polonia y Ucrania es “simplemente demasiado pequeña” para marcar la gran diferencia que esperan Varsovia y Kiev. "Es probable que los dos países intenten expandir los gaseoductos de interconexión, no obstante, eso puede llevar más tiempo de lo que piensan, a menos que obtengan un apoyo externo significativo de los países occidentales", subrayan. 

El Baltic Pipe se está desarrollando en un momento donde Estados Unidos está haciendo todo lo que puede para entorpecer la construcción del estratégico gaseoducto Nord Stream 2. Al respecto, esta semana el Departamento de Estado estadounidenses amenazó a las compañías participantes en la construcción con sanciones a menos que “abandonen el trabajo inmediatamente”.

El Departamento reitera su advertencia de que cualquier actividad involucrada en Nord Stream 2 corre el riesgo de der objeto de sanciones por EE.UU. y debe abandonar el trabajo en el gaseoducto inmediatamente – Anthony Bliken, secretario de Estado de EE.UU.

Según Bliken, el Nord Stream 2 es un mal negocio para Alemania, Ucrania y los aliados y socios de Estados Unidos en Europa Central y Oriental por ser un “proyecto geopolítico de Rusia que apunta a dividir a Europa y debilitar la seguridad energética europea”. Sin embargo, mediante las sanciones y la presión política, Estados Unidos quiere entorpecer la consecución de un proyecto que automáticamente debilitará su posición en el centro y este de Europa, ya que limitará la venta de su gas natural licuado y fortalecerá a Moscú.

Con una longitud de 1.230 kilómetros, el Nord Stream 2 es uno de los gaseoductos marinos más extensos del mundo. Su trazado cruzará el mar Báltico a través de aguas territoriales y/o zonas económicas exclusivas de cinco países: la Federación Rusa, Finlandia, Suecia, Dinamarca y la República Federal de Alemania. La construcción está completada en más de un 90% y permitirá expandir las capacidades de entrega de gas del Nord Stream 1, duplicando el suministro desde Rusia hacia Alemania a través del mar Báltico. Se calcula que los volúmenes de gas suministrados a través del gaseoducto serán suficientes para abastecer a 26 millones de hogares.