La corrupción en el mundo: un mal endémico

La actual pandemia provocada por la COVID-19 ha puesto de manifiesto que ni la mayor crisis sanitaria del siglo es capaz de reducir la corrupción en el mundo. Según la agencia de Naciones Unidas contra las drogas y el delito (Unodc)  este mueve cada año entre 3,6 y 4,8 billones de dólares, un 7% del PIB mundial.

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La corrupción en el mundo: un mal endémico

No solo la pandemia no ha frenado el avance de la corrupción, sino que incluso se ha intensificado en algunos países. Por todo el mundo, diversos cargos públicos han sido acusados de desfalcar fondos públicos dirigidos a luchar contra la COVID-19. La venta de equipos sanitarios defectuosos, medicinas adulteradas o licitaciones públicas amañadas son algo común en regiones del mundo muy dispares. 

Como dato anecdótico, en Foreign Affairs, Ronald Inglehart observa que los países menos corruptos tiene sociedades civiles muy secularizadas, como los nórdicos, mientras que los muy religiosos (Guatemala, México, Irak, Brasil, Tanzania, Pakistán…) suelen estar siempre en los puestos más bajos de las listas de Transparencia Internacional. En la mayor parte de ellos, los niveles de inseguridad ( tanto económica como física) son directamente proporcionales a la intensidad y frecuencia de sus prácticas religiosas públicas, que suelen canalizar sus frustraciones y alimentar un cierto fatalismo con respecto a la corrupción, que parece parte del paisaje mismo y no solo un mero decorado.

Fuente y más información: Política Exterior