El 45º presidente de los EE.UU. se va de su cargo tras perder en las elecciones del año pasado contra el demócrata Joe Biden. Es el primer presidente en no ser re-elegido tras Bush padre en 1992, quién perdió con Bill Clinton. Además es el primer presidente de la historia contra el cual han abierto dos procesos de destitución, aunque el segundo no lo acabarán de procesar al abandonar ya el cargo. 

Su figura es altamente polémica, tanto en el contenido de lo que ha realizado, como, y seguramente sobre todo, en las formas, en su manera de actuar. Se va dejando unos EE.UU. con una visible brecha-cicatriz en la sociedad, y sin solucionar o mejorar ninguna de las campañas emprendidas en el exterior. El movimiento BLM y la lucha de las dos Américas es lo más destacable en política interior, quizás si no se hubiera producido la pandemia del coronavirus, su gestión hubiera tenido más luces en el panorama económico, pero ni eso va a quedar a su marcha.

En política exterior a grandes medidas ha sido continuista con lo que han hecho las administraciones anteriores. Lo más destacable es su gestión con Israel, el movimiento de la embajada a Jerusalem, reconocimiento de los Altos del Golán como territorio israelí a pesar de que sea territorio sirio ocupado y el inicio de la normalización de relaciones entre Israel y sus vecinos árabes. 

En lo demás no se pueda decir que sea un presidente mucho mejor o peor que sus antecesores. La diferencia es más en las formas que en los resultados reales. Ni Obama bombardeo menos o hizo la vida claramente mejor para sus ciudadanos, ni seguramente Biden ahora vaya a cambiar radicalmente el panorama político y social en los EE.UU. y el mundo en general.

Trump se va. No se le echará de menos. Bueno, quizás la prensa sí, nos daba muchos titulares de lo más variopinto.