El 24 de junio de 1960, se celebraba en Venezuela el Día del Ejercito y su, por aquel entonces, presidente Rómulo Betancourt, se disponía a presidir los actos militares conmemorativos que tendrían lugar en el Paseo de Los Próceres. Fue entonces cuando se produjo un intento de atentado contra el alto mando del Gobierno venezolano mediante explosivos colocados en un coche. El hecho de que el vehículo se encontraba en una zona por la que pasaría la comitiva de Betancourt (algo prohibido por las autoridades), dejó claro que la autoría provenía de miembros de las Fuerzas Armadas que estaban en el gobierno y que todavía apoyaban a la dictadura que había dejado atrás el pueblo venezolano de forma reciente. El presidente logró salvar su vida, pero terminó con heridas en el ojo derecho que le afectaron la vista y se quedó parcialmente sordo. Además, sufrió varias quemaduras en las manos y en el rostro. El día después del atentado, Rómulo Betancourt apareció ante su pueblo para denunciar a los posibles responsables de su intento de asesinato.

“No me cabe la menor duda de que en el atentado de ayer tiene metida su mano ensangrentada la dictadura dominicana. Existe una conjunción de esfuerzos entre los desplazados del 23 de enero y esa satrapía, para impedir que Venezuela marche hacia el logro de su destino final; pero esa dictadura vive su hora preagónica. Son los postreros coletazos de un animal prehistórico, incompatible con el siglo XX”, Rómulo Betancourt.

Las sospechas sobre la conspiración no eran infundadas, ya que con anterioridad se habían producido otros intentos de atentado contra el líder venezolano, como por ejemplo el que sufrió en La Habana en 1950 cuando un sicario le atacó para inyectarle un veneno. Afortunadamente Betancourt pudo salir ileso pero las conspiraciones para acabar con su vida siguieron latentes.

En el año 1963 se llevaron a cabo nuevas elecciones presidenciales en Venezuela y tras perder los comicios, Betancourt decidió retirarse de la política.