El dirigible salió de Fráncfort del Meno, Alemania, el 3 de mayo para el que sería su último viaje. Llegó 3 días más tarde, lo que se tardaba en cruzar el Atlántico por aire en aquel entonces, a Nueva York, EE.UU. Debía repostar y volver a Alemania cargado de pasajeros, tenía vendidos todos los billetes para esa travesía.

El accidente se produjo por una combinación de factores. Por un lado se habla de que la electricidad estática producida por el dirigible al acercarse a la torre produjo la chispa que encendió el gas del que estaba lleno el Hindenburg, y la cubierta junto a la pintura hicieron que el fuego se propagara aun más rápido. También hay teorías, no demostradas, que hablan de un posible sabotaje contra el dirigible de la Alemania nazi. 

El accidente fue un duro golpe a los viajes en dirigible, y la Segunda Guerra Mundial, que empezó dos años más tarde, pusieron casi un punto final en los viajes de larga distancia en dirigibles. A pesar de que la tecnología ha evolucionado y la posibilidad de una explosión similar está descartada, el mundo sigue prefiriendo los aviones debido a la gran diferencia de velocidad. Periódicamente aparecen planes para relanzar los dirigibles como cruceros aéreos, pero de momento no se han concretado en nada tangible. 

El accidente dejó además una importante huella en la cultura popular. Quizás una de las muestras más conocidas, o al menos la más rockera, es la utilización de la imagen del accidente estilizada, como portada del primer disco del grupo Led Zeppelin.