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Emilio Prados Such, el poeta más desconocido de la generación del 27

«La poesía es lo único que nos salva» - Emilio Prados

El 24 de abril de 1962 fallecía Emilio Prados en el exilio mexicano. Era un excepcional poeta, el más desconocido de la célebre generación del 27 y sin duda alguien con quien no se ha hecho justicia. Era un hombre de profunda mirada oculta siempre tras las gruesas gafas. Un ser bueno de amplia sonrisa, cuyas lentas palabras se quedaban suspendidas como reposando los recuerdos. Se entregó incondicionalmente a la causa de la República y hasta el día de hoy yace en una tumba en estado semirruinoso en el Panteón Jardín de la Ciudad de México, próxima a la de Luis Cernuda.

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Emilio Prados Such, el poeta más desconocido de la generación del 27

Por María Torres - Nueva Revolución 

En febrero de 1939 pasé a Francia y desde este país al de México, en donde después de haber trabajado mucho en algunas empresas editoriales y después de trabajar infinidad de proyectos irrealizados, vivo en la actualidad solo con mi poesía y con mi responsabilidad de hombre en la tierra. ¡20 años casi! separado de mi España, pero viviéndola cada vez con más fuerza profunda. ¿He sufrido mucho? Recuerdo a Federico que me decía de broma siempre “Emilio Prados ¡un hombre que ha sufrido mucho! y recuerdo otra broma de Alberti -¿premonición también?- “Emilio te verás en el exilio” (Buscando el verso dio en lo cierto). Pero es el caso que aquí, hoy, a los 60 años, sigo siendo el niño que comenzó con su “cuerpo ¿aislado? perseguido” y en él estoy, como al nacer, nostálgico de “un no sé qué” que a veces tiene forma de España, a veces del mundo entero…”

Nace en Málaga el 4 de marzo de 1899 en el seno de una acomodada familia. Comparte parvulario con Vicente Aleixandre, quien decía de Emilio niño: «Tenía inmensamente vivo el sentido de la justicia, y más todavía: allí, en su figura infantil, en aquellos ojos humildes y con luz, vi yo por primera vez la vislumbre instantánea del rayo dulce y largo de la misericordia»

Con quince años se traslada a Madrid e ingresa en el Instituto Escuela. En 1918 se incorpora al grupo universitario de la Residencia de Estudiantes, que se convierte en el punto convergente de las ideas vanguardistas e intelectuales de Europa. Es en la Residencia donde se inicia en la poesía de la mano de Juan Ramón Jiménez. Cursa estudios superiores en la universidad de Friburgo (Suiza), al tiempo que se repone de una grave enfermedad  pulmonar que lo tiene recluido varios meses en el sanatorio suizo de Davosplatz. Viaja por Francia y Alemania y en el verano de 1924 regresa a la capital malagueña. Un año después su padre adquiere la Imprenta Sur donde comienza a trabajar y funda en 1926 junto a Manuel Altolaguirre la revista Litoral, uno de los principales órganos de difusión de la poesía española y promotora de las incipientes carreras literarias de casi todos los autores del 27. Los suplementos de Litoral publicaron los primeros libros Aleixandre, Altolaguirre, Cernuda y Prados, y muchos otros de  García Lorca y Alberti.

En la Imprenta Sur, que más tarde regalaría a los obreros, se componían las páginas de la revista Litoral. Allí trabajaba Emilio Prados como un obrero más, ataviado con un mono azul. Se encontraba en una calle cercana al puerto de Málaga y así la describía Manuel Altolaguirre: «Nuestra imprenta tenía forma de barco, con sus barandas, salvavidas, faroles, vigas de azul y blanco, cartas marinas, cajas de galletas y vino para los naufragios. Era una imprenta llena de aprendices, uno manco, aprendices como grumetes, que llenaban de alegría el pequeño taller, que tenía flores, cuadros de Picasso, música de Manuel de Falla y libros de Juan Ramón Jiménez en los estantes»

Pero a Emilio Prados no le encajaba el traje burgués. Tras un tiempo de retiro en 1929, regresa a su Málaga natal dispuesto a combatir a la clase conservadora. Los chavales de El Palo, barrio malagueño de pescadores le adoraban. A veces se los llevaba a comer a su acomodada casa de la Calle Larios, causando el espanto de su madre. Su compromiso social se va decantando por un progresivo interés hacia los sectores más pobres y desfavorecidos de la sociedad. Participa en la creación del Sindicato de Artes Gráficas de Málaga con los trabajadores de la imprenta, inicia una campaña de propaganda política entre los pescadores, campesinos y obreros malagueños y organiza grupos para leer a Marx y difundir su pensamiento. Así lo recordaba Manuel Altolaguirre: «Vivía en la playa, enseñando a leer a unos niños abandonados, a una generación de pescadores. Allí pasaba su tiempo, sin querer saber nada de la literatura. Medio desnudo para no sentir el peso de su traje mejor que el de sus camaradas, predicando con su conducta y su palabra un extraño evangelio». El cazador de nubes como lo llamaba Lorca, comienza a decantarse hacia posiciones de izquierda y a partir de 1932 su poesía se convierte en social y política y su lucha decidida en favor de los intereses republicanos. En los inicios de la República, Prados es ya un hombre comprometido con la sociedad de su tiempo, abrazando la causa de los más desfavorecidos. Colabora con la revista Octubre y en 1934 su posicionamiento en la izquierda es absolutamente firme.

Cuando estalla la contienda se encuentra en Málaga, ciudad que decide abandonar para trasladarse a Madrid. (“En plena inquietud y nueva desorientación  llegó el año de nuestra guerra, cogiéndome en el territorio de la República donde permanecí fiel a mí mismo y a mi discontinuo descontento”). Comparte Frente con las Brigadas Internacionales, colabora en tareas humanitarias, lleva a cabo una importante labor editora difundiendo hojas poéticas en los frentes de guerra, forma parte de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, trabaja en «Cultura Popular» con el Socorro Rojo. A partir de noviembre de 1936 colabora con la Junta de Defensa ocupándose de «Madrid en armas», apoya la actividad del grupo de jóvenes que elabora la revista Sur. En Valencia colabora con el SRI y con «Ayuda» entre enero y mayo y en verano de 1937 participa en la organización del II Congreso Internacional de Escritores y en la edición de varios libros (Homenaje al poeta Federico García Lorca y Romancero general de la guerra de España). También participa en la evacuación de los niños de Morelia. Ya en el exilio formó parte del Patronato Pro niños españoles que gestionó la creación de la Casa Hogar para estos niños. En 1942 adoptó a Francisco Salas, que se había quedado huérfano tras la Guerra. Emilio Prados, solidario por oficio, procuró durante toda su vida ayudar a los humildes, a los indefensos, especialmente a la infancia desamparada.

En noviembre de 1937 se instala en Barcelona para encargarse, junto con Altolaguirre, de las publicaciones del Ministerio de Instrucción Pública, y entra a formar parte de la redacción de «Hora de España» que dirige María Zambrano, quien le define como «Poeta de la muerte». Ambos quedaron ligados por un estrecho vínculo de amistad.

En 1938 recibe el Premio Nacional de Literatura por la recopilación de su poesía de guerra, Destino fiel, casi al mismo tiempo que de la imprenta del Monasterio de Montserrat, que dirige su amigo Altolaguirre, sale a la luz el «Cancionero menor para los combatientes».

Tras la derrota republicana, Emilio Prados se suma al medio millón de españoles que cruzan la frontera francesa a finales de febrero de 1939. Un doloroso camino que jamás desharía. Destrozado, sin memoria, preso de un estado de shock dicen que arrojó al mar el manuscrito del «Diario íntimo de un poeta en la guerra de España». Todo su equipaje se concentraba en una Biblia de bolsillo y una edición de la Antología de Gerardo Diego. En este penoso momento de la historia del poeta no se cumple lo que decía su amigo Darío Carmona, quien manifestaba que Emilio era “la desdicha sonriente” porque era un hombre al que le sucedían las grandes tragedias y grandes dramas, pero siempre los tomaba con un sonrisa abierta y nunca se le veía triste.

Llega a Paris a principios de 1939, donde se encuentra con su amigo Bergamín. El 6 de mayo, juntos emprenden por invitación del gobierno mexicano el camino del exilio definitivo acompañados de otras figuras destacadas de la intelectualidad republicana. Embarcan en el Veendam que llega a Nueva York el 17 de mayo. Nueve días más tarde se encuentran en ciudad de México. Acogido en casa de Octavio Paz, pasa en ella una breve temporada y después se traslada a un pequeño apartamento de Cuauhtémoc, donde vive un amplio sector del exilio español. Cansado de luchas políticas, destrozado por la Guerra española y el obligado exilio, se centra en su poesía y en la Editorial Séneca dirigida por Bergamín, y que había sido creada en 1939 con la ayuda económica del Comité Técnico de Ayuda a los Refugiados Españoles, en la que trabaja como colaborador literario. También actúa como tutor en el Instituto Luis Vives, escuela fundada por los refugiados, donde atiende a los estudiantes en visitas culturales y excursiones.

Prados, al igual que cientos de compañeros del exilio acaba encontrándose en una situación económica difícil al agotarse la ayuda financiera del gobierno mexicano, pero a pesar de ello, a finales de los años cuarenta abandona la actividad laboral para dedicarse íntegramente a la poesía. Fueron años duros, de mucha austeridad en los que el poeta debe hacer frente a su subsistencia, y en los que siempre recibe la ayuda económica de su hermano Miguel. A las condiciones precarias de su vida, había que añadir los sentimientos de desarraigo y soledad que le acompañan hasta la muerte. Prácticamente incomunicado del resto de los exiliados que residían en México, olvidado por muchos de sus amigos y compañeros de España, llenaba su vida de memoria del pasado, de añoranza por su tierra natal. Cerraba los ojos y se veía en el Morro, apoyado sobre una roca, contemplando durante largas horas el mar para regresar caminando por el Paseo de la Farola o perderse por la Caleta … («Hubiera preferido nacer/a espaldas de la muerte/bajo ese enorme mar ilimitado»).

Emilio Prados decía cuando alguien se compadecía de su soledad: “Yo tengo que vivir y morir solo”. Y en noviembre de 1961 dejaba escrito: «Tengo 62 años, es noviembre de 1961. En marzo, si llego, me recibirán mis 63 (la edad en que murió mi padre) y mi soledad completa detenida en ellos».

El 24 de abril de 1962 Emilio Prados sufre fuertes golpes de tos y la sangre se derrama de su boca. Se precipita a llamar a la portera de su edificio. Cuando esta baja, lo encuentra muerto en el descansillo de la escalera. Solo.

Emilio Prados había cerrado su puerta al mundo.

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